sábado, 30 de mayo de 2015

mayo 30, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Irritación social. Nadie en su sano juicio debe posar los ojos en el vitando cuento que viene al final de esta columnejilla. No sólo es cruel ese relato: Además peca de machista, cosa que en estos tiempos no se puede tolerar. Se llama “El enrachado”. En lenguaje coloquial un enrachado es aquel que atraviesa por una racha de buena fortuna. Leyó la tal historia doña Tebaida Tridua, censora de la pública moral -y de la privada también, si a mano viene-, y le sobrevino un ataque súbito de pringapiés, o sea diarrea, que su vieja nana Anselma le contuvo por medio de ese eficaz remedio que nunca falla: El limón. Sin embargo cuando le quitaba el limón de ahí las carrerillas volvían a empezar. Quien no quiera arriesgarse a sufrir un accidente semejante debe abstenerse de leer esa historieta final, por todos conceptos lamentable. El artista pintó un desnudo femenino, y usó como modelo a su mujer. Terminado el cuadro se lo mostró. “¡Mano poderosa! -exclamó consternada la señora-. ¡Los vecinos, todos tus amigos, nuestros compadres y la totalidad de los socios del club me van a reconocer!”. “¿Cómo puede ser eso? -se sorprendió el pintor-. Le puse al desnudo otra cara, no la tuya”. “Sí -admitió ella-. Pero me dejaste los lunares que tengo en las pompas, las bubis y los muslos”. (Nota: Uno de esos lunares adopta la forma de un corazón; yo se lo he visto). Noticia del mundo editorial: El libro “Cómo servir al prójimo” se ha vendido muy bien entre los antropófagos. El novio le dijo a su flamante mujercita: “Ahora que estamos casados quiero que seas una dama en la sala, una chef en la cocina y una cortesana en la cama”. Respondió ella: “Consíguete a alguien que haga las dos primeras tareas. Yo sólo tengo experiencia en la última”. Don Algón les indicó a sus empleados: “Y no me molestaré si alguno de ustedes expresa una opinión distinta a la mía. Todo mundo tiene derecho a opinar estúpidamente”. La mamá de Susiflor le dio un consejo: “Recuerda que al corazón de un hombre se llega por su estómago”. Replicó Susiflor: “Yo hallé un atajo”. No augura nada bueno para el PRI la irritación social que por estos días se advierte en Nuevo León, especialmente en Monterrey. Al hartazgo que en todo México se observa, motivado por los partidos políticos y su insufrible propaganda, se ha sumado la indignación de la comunidad nuevoleonesa por las evidencias de corrupción que han sacudido al actual Gobierno estatal. Pese a los desesperados intentos oficiales por maquillar encuestas y rebajar a la persona del principal opositor del PRI, muchos dan ya por segura la victoria del famoso “Bronco”, candidato independiente a la gubernatura, a quien al parecer ha fortalecido su alianza con Fernando Elizondo Barragán, que le ha allegado el apoyo de prominentes empresarios. Los regiomontanos y nuevoleoneses de todos los niveles sociales y económicos ansían un cambio, y piden que los excesos cometidos sean castigados en términos de ley. Eso difícilmente se daría si ganara la candidata del PRI. Entre todas las elecciones que habrá el 7 de junio la de Nuevo León es la más importante, por los efectos de todo orden que su resultado puede tener en el Estado y el País. No sólo está en juego el ejercicio democrático: Está en juego también la esperanza de un México mejor. Viene ahora el chascarrillo que arriba se anunció. Quienes lo lean lo harán bajo su propia responsabilidad. Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, leía el periódico en su cama. Era temprano en la mañana, y su mujer había salido a trotar en el parque situado frente a su casa. Buscó Capronio en las páginas del diario la lista de la lotería, pues había comprado un billete entero para el sorteo de la noche anterior. Cuál no sería su sorpresa -frase inédita- cuando vio que se había sacado el premio mayor. Saltó del lecho, fue al balcón y desde ahí le gritó, feliz, a su señora: “¡Vieja! ¡Me saqué la lotería!”. Al oír esa noticia la señora atravesó la calle apresuradamente para ir a la casa. No se percató de que en ese momento venía un camión pesado que al pasar sobre ella la envió a trotar al otro mundo. Vio aquello el tal Capronio y exclamó con exultante tono de entusiasmo: “¡Uta! ¡Ando enrachado!”. FIN.