miércoles, 16 de noviembre de 2016

noviembre 16, 2016
MÉRIDA, Yucatán, 16 de noviembre de 2016.- Como resultado de la segunda fase del proyecto denominado Estudio de tomografía de resistividad eléctrica 3D en la pirámide de El Castillo, Chichén-Itzá, México, un grupo multidisciplinario de especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ha confirmado la existencia de una segunda subestructura en dicho monumento, edificada entre los años 550 y 800 d.C., la etapa más temprana y menos conocida de este asentamiento maya.

En conferencia de prensa, los investigadores René Chávez Segura, Gerardo Cifuentes Nava y Esteban Hernández Quintero, del Instituto de Geofísica (IGf), junto con Andrés Tejero Andrade, de la Facultad de Ingeniería (FI) de dicha casa de estudios, y la arqueóloga del INAH, Denisse Argote Espino, comentaron que los exámenes geofísicos aplicados a la también llamada Pirámide de Kukulcán, revalidan la presencia de un cuerpo de agua bajo el templo, que fue dado a conocer en agosto de 2015.

Estudios con tomografías eléctricas tridimensionales indican que la subestructura mediría 13 metros de alto por 12 en dirección sur-norte y 18 en dirección este-oeste. (Cortesía UNAM)
El Castillo. Zona arqueológica de Chichén Itzá. (Foto Mauricio Marat/ INAH)

La confirmación geofísica tanto del cenote como de la segunda subestructura primigenio de la zona podría guiar futuros trabajos de exploración arqueológica para ubicar el acceso al adoratorio primigenio de la zona. (Cortesía UNAM)

Pirámide de Kukulkán en Chichén Itzá. (Foto Héctor Montaño / INAH)

La estructura tridimensional de El Castillo desde una vista lateral y por debajo. (Cortesía UNAM)

Los académicos de la UNAM indicaron que, al igual que en su anterior fase de trabajo, usaron una tecnología innovadora a nivel mundial desarrollada por ellos mismos, que se vale de herramientas comerciales y no invasivas de exploración geofísica somera, para colocar detectores eléctricos alrededor de la pirámide y transmitir corriente en aras de “iluminar” el interior del templo y obtener datos como la diferencia de potencial y la resistividad del subsuelo.

El análisis de los cambios en las propiedades físicas subterráneas, así como un examen en 2D desde una escalinata interna localizada arqueológicamente en 1931, les permitió trazar las dimensiones de una segunda subestructura en el costado sureste de la pirámide, que aproximadamente mediría 13 metros de alto, por 12 metros en dirección sur-norte y 18 en dirección este-oeste.

Al hablar acerca de la trascendencia de este hallazgo, la arqueóloga Denisse Argote aseveró que por medio de los nuevos datos, podrá conocerse más de la primera etapa monumental de Chichén Itzá, aquella cuando los “mayas puros”, es decir, sin contacto aún con civilizaciones extranjeras del actual centro de México, iniciaron la edificación de templos y edificios con alturas mayores a los cinco o diez metros de altura.

Al igual que otros sitios arqueológicos prehispánicos, aunó, la pirámide original y otras construcciones de la urbe fueron cubiertas durante una segunda etapa habitacional, entre los años 800 y 1,000 d.C., y nuevamente por la tercera y actualmente visible etapa, desarrollada entre los años 1,050 y 1,300 d.C.

“Estas fases constructivas se deben a múltiples factores, desde la renovación en los grupos de poder hasta el deterioro natural de los edificios, sin embargo, los constructores se limitaban a rellenar y cubrir los templos antiguos ya que, justamente, se trataba de lugares sagrados que no podían destruirse pues eran necesarios para mantener el contacto con sus mundos espirituales”.

Otra teoría manejada por los especialistas es que, dada la mayor cercanía de esta segunda subestructura con la ubicación del agua en el subsuelo, los primeros habitantes de la ciudad conocían la existencia de dicho cuerpo de agua, al cual no únicamente veían como elemento clave para su subsistencia agrícola, sino como una representación cosmogónica del origen de la vida y, a la vez, del inframundo.

Los investigadores encomiaron también los logros tecnológicos y logísticos del proyecto desarrollado desde 2014 y que ha concluido con este descubrimiento; en este sentido agradecieron a los colaboradores que les permitieron desarrollar su trabajo en un área que, en promedio, recibe diariamente entre 6 mil y 10 mil visitantes.

Señalaron por último que la confirmación geofísica tanto del cenote como de la segunda subestructura, podría guiar a futuros trabajos de exploración arqueológica para ubicar el acceso al adoratorio primigenio de la zona.