martes, 8 de noviembre de 2016

noviembre 08, 2016
Carlos Loret de Mola Álvarez / 8-XI-16

Llegó el día. Y sigo pensando que va a ganar Hillary Clinton. El promedio de las encuestas que miden el voto popular ya salió de la zona del empate técnico, en el voto electoral le saca 70 a Donald Trump, los sitios de apuestas por internet la consideran apuesta segura, los pronosticadores le dan entre 65 y 85 por ciento de probabilidades de vencer.

Parece que la mesa está puesta para que hoy, a eso de las 9 de la noche, los medios de comunicación estadounidenses, basados en las encuestas y conteos rápidos, “canten” la victoria de la candidata demócrata y se convierta en la primera mujer en comandar la Casa Blanca.


Sin embargo, algunas incertidumbres permanecen en escena. Especialmente, la incapacidad que ha tenido recientemente la estadística para aproximarse a una fotografía de lo que sucede en las urnas. No sólo en México. Son también el Brexit en Gran Bretaña o el No a los acuerdos de paz en Colombia. Los encuestadores no han logrado reflejar un significativo voto oculto de quienes están con lo políticamente incorrecto. Y Trump es justo eso.

La posible existencia de un ejército camuflado de Trumpers mantiene la preocupación, el terror, la emoción sobre lo que pueda suceder hoy.

Porque aun cuando Clinton logre imponerse, mañana 9 de noviembre el planeta, y especialmente México, amanecerá con un problema brutal:

En millones de personas que votan por Donald Trump ha permeado su discurso. Millones de ciudadanos que sienten en la competencia económica una amenaza, en la globalización un riesgo, en la diversidad un enemigo. Millones que no quieren que su país —nada menos que la potencia más influyente— siga esculpiendo al mundo de la manera en que lo hace.

Son inconformes con el modelo vigente, pero el que ellos quieren está basado en separarse, arrebatar, restringir, instaurar una especie de ley de la selva en la que ellos son los más fuertes y eso no les da derecho a ser el balance de una especie de gobernabilidad internacional (que de suyo es polémica), sino a algo peor: a explotar al que se deje, resumirlo, aniquilarlo si hace falta.

Se han convertido en una fuerza política real que buscará incidir en el destino de Estados Unidos, y al hacerlo, en el de todos los demás países. Que pugnará por todo lo que Trump trató de representar, pero para lo que no fue el hombre ideal porque tuvo demasiadas vulnerabilidades. Y a pesar de todo, casi lo logra.

Es cosa de contar los días. Porque habrá otro como Trump, pero más pulido, listo para liderar e impulsar esa manera de pensar que ya salió del closet.

Así las cosas, no hay manera de cantar victoria.

SACIAMORBOS. Siguen los mensajes del Papa Francisco. Desde que lo eligieron quiso darle un lugar especial a Michoacán, tan golpeado por el tema de la violencia, y le puso un cardenal. Y ahora que don Alberto Suárez Inda se retira, le manda de remplazo a monseñor Carlos Garfias, especialista en temas de familia, quien también sabe y muy bien cómo enfrentar desde la Iglesia el tema de la violencia. Nada más y nada menos era el encargado de Acapulco.

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