viernes, 12 de mayo de 2017

mayo 12, 2017
MILÁN, Italia, 12 de mayo de 2017.- El Tribunal Supremo de Italia ha condenado de manera definitiva a 16 años de cárcel a Francesco Schettino, el capitán del crucero "Costa Concordia" que naufragó cerca de la costa italiana en 2012 causando 32 muertos.

El ex capitán, en libertad durante todo el proceso, no acudió a escuchar el veredicto pero su abogado, Saverio Senese, aseguró a los medios que en caso de condena en firme del Supremo se personaría inmediatamente en una cárcel para comenzar a cumplir condena, lo cual hizo:  se ha constituido en la cárcel romana de Rebibbia nada más conocer la sentencia.

Schettino, de 56 años, fue condenado en primera instancia en febrero de 2015 por homicidio involuntario, naufragio y abandono del barco a 16 años y un mes de prisión.

Dos años más tarde, la justicia italiana confirmó en apelación la sentencia. La fiscalía había pedido entonces 27 años de cárcel mientras que la defensa del capitán, que ha mantenido siempre su inocencia, pidió la absolución. 

El capitán Francesco Schettino. (EPA)

La noche del 13 de enero de 2012 el buque "Costa Concordia", en el que viajaban 4,229 personas -entre las que se encontraban 117 españoles y dos mexicanos, Jorge Íñiguez y su esposa Olga Velarde, de Guadalajara, que se encontraban de luna de miel en la nave y narraron su experiencia.- chocó contra unas rocas y se hundió frente a la costa de la isla toscana del Giglio.

La justicia italiana considera probado que el capitán del barco provocó el accidente al ordenar el desvío de la ruta original y navegar demasiado cerca de la costa de la isla toscana del Giglio. Según confirmó en el juicio Schettino, quería tener un detalle con un empleado de su tripulación, originario de la isla, y con un capitán jubilado residente en la localidad. Pero la 'reverencia' del buque, con toque de sirena incluido, una maniobra habitual en los cruceros cuando navegan cerca de una población, no salió como esperaba.

El capitán Schettino tardó más de una hora en lanzar la señal de alarma y la evacuación fue un completo caos. Muchos de los pasajeros se lanzaron al agua intentando alcanzar la costa, ya que no había botes salvavidas suficientes. 

Hundimiento del barco "Costa Concordia" en el puerto de Giglio, Italia. (VINCENZO PINTO / AFP)

Sin embargo el capitán, el último en abandonar el barco según la normativa marinera, tuvo más suerte y sí consiguió subirse a uno, dejando atrás a cientos de personas. Más tarde dijo que se había caído sobre el bote debido a la inclinación del barco, pero su ropa seca al llegar a tierra y las imágenes registradas por los bomberos, no dejaban lugar a dudas.

Para la historia queda ya la conversación telefónica entre Schettino y el comandante de la Capitanía de Livorno, Gregorio de Falco, mientras el capitán huye del lugar de la tragedia. "¡Suba a bordo, joder! ¡Es una orden!", le grita indignado de Falco. Tras escuchar una retahíla de excusas por parte del capitán, de Falco le amenaza con hacérselas "pasar canutas" si no sube a bordo.

"Abandonar el barco es más que desertar, es traicionar el Código Marítimo", explicó más tarde el comandante de la Capitanía. Schettino siempre ha defendido su inocencia y ha señalado a su tripulación como responsables de la tragedia por no haberle advertido a tiempo.

El capitán ha sido juzgado en solitario después de que los otros cinco acusados --Ciro Ambrosio, segundo oficial en el puente de mandos; Silvia Coronica, también oficial; Jacob Rusli Bin, timonel; Marrico Gianpedroni, director del hotel; y Roberto Ferrarini, coordinador de la unidad de crisis de Costa Concordia-- pactaran con la fiscalía penas que van desde un año y ocho meses hasta dos años de prisión.

El buque naufragado era uno de los barcos cruceros más grandes de la flota de Costa Cruceros, una de las principales navieras europeas. El "Costa Concordia" era una mole de 114.500 toneladas y tenía capacidad para acoger hasta 3,800 pasajeros. En su interior albergaba cinco restaurantes, trece bares, cuatro piscinas y hasta un simulador de Fórmula 1.

En 2014 fue reflotado y transportado hasta el puerto de Génova donde fue desguazado. La operación costó 600 millones de euros. (SORAYA MELGUIZO / El Mundo)