viernes, 12 de mayo de 2017

mayo 12, 2017
Pedro Echeverría V.

1. Los padres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos están llegando al límite de “espera”; han recorrido todo el país y visitado en el extranjero instituciones que pueden influir para que se aclare la desaparición de sus hijos. Parece que los padres tendrán que cambiar de estrategias de protesta y lucha pues llevan casi tres años en las calles y están desesperados porque el gobierno de Peña Nieto se niega a decir lo que sucedió con sus hijos. El presidente Peña conoce muy bien lo sucedido y si lo confesará, él mismo y muchos de sus funcionarios tendrían que ir a la cárcel. Todas las investigaciones independientes del gobierno han sido bloqueadas total o parcialmente. El gobierno sólo acepta y propaga sus engañosas versiones.

2. Los padres de los 43, como las luchas de los profesores de la CNTE y de otros sectores, están llegando al límite de su “espera pacífica”. Ahora los acusan de arrojar tres cohetones en la cámara de Senadores disgustados porque después de ser citados, los racistas y funestos senadores no llegaron a escucharlos. ¿Qué hacer ante años de lucha y sólo recibir los desprecios y burlas de quienes deben resolver los problemas? ¿Puede llamarse violencia, provocación, radicalismo, a tres pequeños cohetones cuando hay millones de militares que con su sola presencia provocan intimidación entre los ciudadanos? ¿De qué puede acusárseles a los padres de los 43, a los maestros de la CNTE y demás luchadores sociales que han llegado al límite de espera?

Padres y estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa intentan abrir la reja del Senado, luego que de los 10 integrantes de la Comisión Permanente que se habían comprometido a recibirlos sólo se presentó Alejandro Encinas. Cuando el contingente se alejaba del recinto fueron arrojados tres cohetones que destruyeron las puertas de cristal de la entrada principal. Decenas de policías los obligaron a replegarse hasta el monumento a Cuauhtémoc. Los inconformes denunciaron que se “pisotearon” los acuerdos alcanzados en la reunión anterior. (Foto Francisco Olvera / La Jornada)

3. Los trabajadores, los maestros, los estudiantes llevan décadas luchando por sus derechos, que no son otros que el derecho al trabajo, a la comida, al vestido, la vivienda, la salud, la educación, esencialmente al derecho de la igualdad social, económica y política, el derecho a la vida. Pero siempre –inevitablemente- se los joden (nos joden) porque sólo somos fuerza de número y eso en el capitalismo vale un carajo. En el capitalismo domina, obviamente, el capital y quien lo posee a montones paga al ejército, a la iglesia, a los medios de información, a los abogados, las leyes, las cárceles y construye la ideología y la conciencia.

4. Las clases sociales en la sociedad capitalista, es decir, los explotados y explotadores, son clases antagónicas porque para beneficiarse uno tiene que acabar con el otro y así desaparecen los dos (los explotados y los explotadores); por tanto, lucha de clases no significa luchar o revolcarse en la cama o darse abrazos en un aula escolar, sino confrontación, enfrentamiento entre pobres y ricos, entre humillados y poderosos. Las clases sociales no son un invento sino una realidad que existe hace miles de años, al nacer la propiedad privada y quedar en manos de unos cuantos que se dedicaron a oprimir y someter a la mayoría de los seres humanos.

5. Los padres de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, desparecidos el 26 de septiembre de 2014 –pertenecientes a las clases pobres y explotadas- no han descansado ni un día en sus protestas contra el maldito gobierno de México; por ese hecho se han convertido, junto a los profesores de la CNTE,  en la vanguardia del movimiento social nacional. La mayoría de la población mexicana –dedicada a buscar su sustento diario, pero también enajenada al futbol, a la TV y sus novelas, a su religión, al alcohol y a los artículos de belleza, vive conquistada de la mente con la basura. ¿Cómo podrá entender el significado de la justicia y la dignidad?

6. Por ello los padres, con el apoyo de jóvenes estudiantes de las normales, de la UNAM y el Poli–compañeros y amigos de sus hijos desaparecidos- en los meses recientes le han estado dando más vida al movimiento. Ello reanima más a los compañeros profesores de la CNTE que después de tres años de lucha social contra la llamada “reforma educativa” privatizadora, ha estado construyendo otras estrategias de lucha. Otra batalla, aunque electoral, es la que encabeza López Obrador con la esperanza de derrotar al PRI y al PAN (los partidos favoritos e integrantes de las clases dominantes) en el Estado de México entre unas semanas y en la batalla presidencial –al parecer definitiva- de julio de 2018.

7. Me considero un “pesimista esperanzado”, es decir, aunque desde hace 40 años encuentro muy fuerte la estructura del capitalismo mexicano y mundial al ver que -a pesar sus crisis, amenazas de desplome, desaciertos y bobadas- estructuralmente no amenaza con derrumbarse y nosotros aún no contamos con la fuerza para hacerlo caer y enterrarlo. No sé si es pesimismo o realismo; mis amigos califican esa posición de esas dos maneras. Pero por otro lado soy “un esperanzado” porque  pienso que aunque duremos muchos años empujando ese muro o esa montaña, tenemos que tirarla o por lo menos removerla como “el tío Tom” del que nos habla Mao Tsetung. (12/V/17)

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