lunes, 30 de abril de 2018

abril 30, 2018
MADRID, 30 de abril de 2018.- Las enfermedades cardiovasculares son, con cerca de 17,5 millones de muertes anuales en todo el planeta, la primera causa de defunción global. Tal es así que estas enfermedades suponen, junto al cáncer –que ocupa el segundo lugar en el listado mundial de patologías más letales–, la principal razón por la que la esperanza de vida no se aproxima al centenar de años. Pero está en nuestra mano cambiar esta situación. Y para ello, tan solo tenemos que adoptar estilos de vida más saludables para prevenir estas enfermedades. De hecho, un estudio dirigido por investigadores de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard en Boston (EE.UU.) propone cinco medidas sencillas que, una vez adoptadas, aumentarían la esperanza de vida de la población en más de una década. Tanto en mujeres como en varones.

Una mujer corre con su perro. (Alamy)

Como explica Frank B. Hu, director de esta investigación publicada en la revista «Circulation», «cuantificar la asociación entre los factores de vida saludables y una mayor esperanza de vida es importante no solo para promover los cambios en los hábitos de vida a nivel individual, sino también para los profesionales sanitarios y los decisores políticos. Hay que poner la prevención en primer lugar. Y es que la prevención a través de la modificación de la dieta y de los estilos de vida tiene enormes beneficios a la hora de reducir la incidencia de enfermedades crónicas, de mejorar la esperanza de vida –como constata nuestro estudio– y de reducir los costes sanitarios».

Vidas más longevas

El objetivo del estudio era calcular el impacto de los estilos de vida sobre la esperanza de vida. Y para ello, los autores analizaron los datos recogidos en dos de los mayores ensayos clínicos jamás diseñados para evaluar el efecto de la dieta y otros estilos de vida sobre la salud de la población adulta: el Estudio de Salud de las Enfermeras (NHS) y el Estudio de Seguimiento de los Profesionales de la Salud (HPFS), ambos aún en desarrollo. Además, y una vez obtenidos los datos, los combinaron con los alcanzados en las Encuestas Nacionales de Salud y Nutrición (NHANES) de Estados Unidos y con los registros de mortalidad de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC).

Más concretamente, los autores se fijaron en cinco hábitos de vida que, según han mostrado distintas investigaciones, afectan a la longevidad de cualquier persona: el hábito tabáquico, la dieta, el ejercicio físico, el índice de masa corporal (IMC) y el consumo de alcohol.

Concluido el período medio de seguimiento de los ensayos clínicos y registros evaluados –hasta 34 años en el caso de las mujeres y 27 en el de los varones–, la cifra de fallecidos por enfermedades cardiovasculares se estableció en de 10.689. Además, el número de decesos por cáncer fue incluso mayor: 13.953. Y de acuerdo con los resultados, la adopción de hábitos de vida saludables, esto es, no fumar, seguir una dieta sana, hacer ejercicio de intensidad moderada-vigorosa al menos 30 minutos al día, mantener un peso saludable –IMC entre 18,5 y 24,9 kg/m2– y moderar el consumo de alcohol –5-15 gramos diarios para las mujeres y 5-20 g/día para los varones– mejoró, y mucho, la esperanza de vida de las mujeres y los varones. No en vano, los resultados mostraron que, comparados con aquellos que no seguían ninguno de los cinco estilos de vida saludables, aquellos que habían adoptado los cinco tenían un riesgo hasta un 74% inferior de haber fallecido durante el seguimiento –un 82% menor de deceso por enfermedad cardiovascular y un 65% inferior de muerte por cáncer.

Pero, exactamente, la adopción de los cinco hábitos de vida saludables, ¿cuántos años sumaron a la esperanza de vida? Pues una vez cumplida la edad de 50 años, ni más ni menos que 14 años en el caso de las mujeres y 12 años en el de los varones.

Cinco medidas sencillas

La esperanza de vida de la población estadounidense ha aumentado de manera muy significativa a lo largo de las últimas décadas, pasando de los 63 años en 1940 a los 79 años en 2014. Sin embargo, los autores están convencidos de que aún hay mucho margen de mejora. Y es que la esperanza de vida de la población del país vecino, Canadá, es aún mayor. Y la de los japoneses, incluso superior a la de los canadienses. Pero para ello hay que afrontar un problema cada vez más grave: la obesidad, fuente de enfermedad cardio y cerebrovascular y de muerte prematura.

Como concluyen los autores, «la enfermedad cardiovascular y el ictus son las principales causas de muerte prematura en Estados Unidos, con cerca de 2.300 estadounidenses falleciendo por una patología cardiovascular cada año o, lo que es lo mismo, un deceso cada 38 segundos. Pero el sistema sanitario estadounidense se centra casi exclusivamente en el descubrimiento de fármacos y en el abordaje de la enfermedad. Sin embargo, una mayor atención a la prevención podría cambiar esta tendencia en la esperanza de vida».

Así, la solución parece sencilla. Y no hace falta que las autoridades, políticas o sanitarias, dicten lo que tenemos que hacer para disfrutar de una vida más larga y saludable. Tan solo hay que seguir las cinco recomendaciones: evitar el tabaco, alimentarnos bien, hacer ejercicio, mantener un peso saludable y moderar el consumo de alcohol. (M.López / ABC)

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