miércoles, 19 de octubre de 2016

octubre 19, 2016
BARCELONA, España, 19 de octubre.- La exploración de Marte ha sufrido un serio revés con la más que probable pérdida del módulo 'Schiaparelli', de la misión ruso-europea ExoMars, un demostrador tecnológico destinado esencialmente a ensayar diversos equipos para futuras misiones, incluido un nuevo paracaídas, un escudo térmico y una estructura inferior para amortiguar el choque final. El módulo debía haberse posado en el planeta a las 16.48, hora española, y la confirmación de la operación debería haber llegado a la Tierra 10 minutos después, pero no fue así y el silencio se impuso en el ESOC, el centro de control de la Agencia Espacial Europea (ESA) en Darmstadt (Alemania).

'Schiaparelli' debía convertirse en el primer ingenio fabricado en Europa que se posaba con éxito en Marte. El primer intento, con el pequeño módulo británico 'Beagle 2' en el año 2003, acabó con la pérdida del aparato debido a un impacto.

Las principales hipótesis son obviamente dos: o bien la maniobra de descenso y aterrizaje no se desarrolló como estaba previsto -hubo una colisión contra la superficie o cayó en un lugar inaccesible, por ejemplo- o bien el módulo sufrió algún problema técnico que le impidió transmitir datos. Dos veteranas sondas todavía activas en Marte, la europea 'Mars Express' y la estadounidense 'MRO', transitaron por el supuesto lugar de aterrizaje y no pudieron contactar con el módulo. Se intentará de nuevo.


La nave TGO (Trace Gas Orbiter), con la que 'Schiaparelli' había viajado acoplado hasta el planeta rojo, sí ha cumplido las expectativas y se ha acoplado con éxito a la órbita marciana, lo que al menos ha servido para elevar un poco los alicaídos ánimos de la ESA. De hecho, de TGO depende el grueso de la investigación científica que la misión ExoMars debe desarrollar en Marte.

Tras un viaje de siete meses y 496 millones de kilómetros, 'Schiaparelli' y 'TGO' llegaron a las cercanías de Marte el pasado domingo. Entonces se produjo la separación: mientras el módulo empezó a descender por su cuenta en caída libre, la nave inició las maniobras de inserción en la órbita marciana.

Según los planes previstos, el contacto de 'Schiaparelli' con la atmósfera debía producirse a las 16.42 y el descenso final se iba a prolongar durante seis minutos, hasta tocar tierra a las 16.48. Se abriría un paracaídas, luego se activarían unos retropropulsores -guiados por un altímetro láser- y el impacto final sobre la superficie sería amortiguado por una estructura comprimible de aluminio. La confirmación de la maniobra se iba a recibir diez minutos después, el tiempo que tarda la señal en llegar a la Tierra desde Marte. Pero no fue así. Lo único seguro, pues se recibió una confirmación, es que el módulo llegó a la atmósfera y luego se abrió el paracaídas. A partir de entonces no se sabe nada.

Previsión de corta vida

Los más optimistas podrán alegar con razón que 'Schiaparelli' era la parte secundaria de la misión ExoMars, un programa con un presupuesto de 1.300 millones de euros -incluyendo todo el control de la misión- en el que España aporta el 6,7%. Se trataba de un pequeño módulo tecnológico, sin capacidad de movimiento, sin apenas instrumentación científica y con una cámara en blanco y negro que a lo sumo habría conseguido unas 20 fotografías. Además, al disponer solo de una batería sin paneles solares, su vida útil estimada se limitaba a 2-8 días.

Y todo eso es cierto: el trabajo científico le correspondía esencialmente a TGO, un orbitador con diversos instrumentos para analizar la composición de la atmósfera marciana. Uno de sus objetivos, sin duda el más atractivo, es determinar de dónde proceden las intrigantes trazas de metano -como han observado misiones anteriores-, un gas que en la Tierra se forma esencialmente por la actividad bacteriana. A partir de finales del año que viene, la nave empezará a suministrar información.

Sin embargo, la pérdida de 'Schiaparelli' significa que el sistema de aterrizaje que debía ponerse a prueba tiene algún problema y no parece recomendable utilizarlo en futuras misiones, tal como estaba previsto, la primera de las cuales es un ambicioso 'rover' de la misma misión ExoMars que la ESA espera lanzar en el año 2020. Es decir, muy probablemente obligará a cambiarlo, a buscar una alternativa.

La mitad de los intentos han fracasado

Más de 40 naves han tenido Marte como destino desde los años 60, pero prácticamente la mitad acabaron en fracaso porque se perdieron durante el viaje, no alcanzaron su destino o se estrellaron. “A pesar de que Marte es el vecino planetario más próximo a la Tierra, es un lugar difícil de visitar”, recordaba premonitoriamente la ESA antes de que el módulo ‘Schiaparelli’, del programa ExoMars, iniciara su descenso. Es la maldición marciana.

La exploración de Marte avanzó a pasos de gigante en los años 60 y 70 como efecto colateral de la guerra fría, con pequeñas naves cuyo gran objetivo era acercarse al planeta y obtener imágenes, como la estadounidense 'Mariner 4'. En 1971, el programa soviético logró que el módulo 'Mars 3' se posara por primera vez en la superficie, aunque solo envió información durante 20 segundos. Un nuevo hito fueron las misiones 'Viking' 1 y 2, que alcanzaron Marte en 1976 y obtuvieron espectaculares fotografías de las planicies Chryse y Utopia.

Sin embargo, la exploración de Marte sufrió a partir de entonces un parón del que realmente no se recuperó hasta el 1997, con el histórico aterrizaje del robot móvil 'Sojourner', de la misión Mars Pathfinder, el primer vehículo que recorrió la seca y gélida superficie marciana. Previamente hubo sonoros fracasos, como el de la nave 'Mars Observer' de la NASA (1992), cuyo contacto se perdió al entrar en órbita, y la rusa 'Mars 96' (1996), extraviada poco después de partir. Posteriormente, la sonda 'Mars Climate Orbiter' colisionó contra la superficie de Marte en el año 1999 por una confusión, al parecer, entre el sistema decimal y el sistema anglosajón (millas y kilómetros).

Pero no todo han sido reveses. Tras los pequeños robots 'Spirit' y 'Opportunity' -ambos llegados el 2004-, que supusieron un gran salto en la exploración in situ, posiblemente la misión más exitosa y fecunda de toda la historia ha sido la del 'Curiosity', un vehículo de 900 kilos que aterrizó en el cráter Gale en el año 2012 y que ha sido capaz de recorrer grandes distancias y sortear obstáculos pedregosos. (El Periódico / La Repubblica)