miércoles, 19 de octubre de 2016

octubre 19, 2016
Trump se niega a decir si reconocerá la victoria electoral de Hillary Clinton

Paplo Pardo / El Mundo

LAS VEGAS, 19 de octubre.- Donald Trump ha llevado a cabo la escalada definitiva dentro de la campaña electoral de Estados Unidos al negarse a decir que aceptará como legítima una victoria en los comicios de Hillary Clinton, que en este momento le lleva entre 5 y 12 puntos de ventaja en las encuestas. "Lo miraré cuando llegue el momento", dijo Trump en dos ocasiones en el tercer y último debate entre él y Clinton, celebrado en Las Vegas y moderado por el periodista de la cadena de televisión Fox News.

Es la frase que va a marcar el debate, y los próximos días de campaña. Y una frase que no va a ayudar a Donald Trump en absoluto. El Republicano necesitaba dar la vuelta a la campaña hoy. Se había entrenado para ello más de lo habitual en él. Aún así, se encontró totalmente a la defensiva, particularmente en materia de sus escándalos de presunto acoso sexual.


Y, encima, ante la pregunta sobre la legitimidad de la democracia estadounidense, que, encima, era totalmente previsible, porque es el propio Trump quien ha cuestionado la limpieza de las elecciones, metió la pata. Y hasta dentro.

Así, Trump volvió a sus instintos más básicos, y a las salidas de tono que pueden estar arruinando su candidatura a La Casa Blanca. Esa declaración del republicano va a perseguirle a lo largo de los próximos 17 días hasta que se celebren los comicios. Porque, en los 217 años desde que EEUU celebró sus primeros comicios a la presidencia, ningún perdedor de unas elecciones, por controvertido que fuera el recuento, ha cuestionado la validez del proceso electoral estadounidense.

Con esa frase, Trump ha marcado un debate más técnico que los otros dos, en el que el republicano logró mantener su tendencia a realizar discursos erráticos bajo control durante dos tercios del intercambio. Durante ese tiempo, Trump interrumpió poco al moderador, Chris Wallace, y a Hillary Clinton, y se ajustó al tiempo asignado a su debate de manera más estricta que en los otros dos. Era un terreno resbaladizo para el republicano, porque Hillary tiene un cerebro de empollona, y un control casi obsesivo del funcionamiento del aparato estatal estadounidense.

Así que, ¿quien ganó? Habrá que esperar a que expertos y encuestas lo proclamen. Pero la agresividad de Trump fue 'in crescendo'. Eso dejó, una vez más, a Clinton como ganadora por 'default' de su rival. Hillary, con mejor cara que en los dos debates previos, dominó el terreno de juego simplemente a base de no dar patadas al rival. Trump moderó su agresividad. Pero no lo suficiente. Y, con su historial de escándalos y declaraciones contradictorias, se vio muchas veces a la defensiva. Y menos con el épico fallo de negar la legitimidad al proceso democrático.

Así que el debate había transcurrido con guantes de seda. Y con la mala leche de los anteriores. Clinton, provista de un generoso arsenal de declaraciones de Donald Trump, recordó todo lo que éste ha dicho hasta ahora en la campaña. Trump repitió sus puntos de que Clinton es corrupta como persona e inefectiva como político. Hillary insinuó que Trump sería "una marioneta" del presidente ruso Vladimir Putin. Y Trump recordó los escándalos pasados de su rival.

O sea: no hubo cambios. Cada uno se dirigió a sus votantes. El 14% de indecisos, y el 9,2% de votantes que planean votar a otros candidatos volvieron a ser olvidados. Hillary defendió el derecho al aborto; Trump lo atacó; Hillary recordó que Trump criticó a la persona a la que podríamos calificar como 'santo patrón' del Partido Republicano, Ronald Reagan; Trump la acusó de traicionar a EEUU.

Y así sucesivamente. Todo sazonado con una metedura de pata gloriosa del moderador Chris Wallace, que atribuyó al programa de estímulo económico de Barack Obama el hecho de que el crecimiento potencial de EEUU sea ahora inferior, una afirmación que ningún economista que no esté bajo los efectos de algún producto psicotrópico puede sostener sin que le dé la risa. Claro que no hay que sorprenderse, dado que en un debate en las Primarias republicanas en enero, Wallace atribuyó la crisis de la Bolsa que empezó en 2007 a Barack Obama, que llegó a la Casa Blanca en 2009. Ya se sabe que no es bueno que los hechos interfieran en un buen titular.

De modo que, educadamente, las bofetadas volaban en Las Vegas. Hasta que progresivamente Trump fue siendo más y más él mismo. O sea: exuberante. Incontrolable. Incapaz de mantener un argumentarlo, ni de perderse en meandros retóricos que rocen (o alcancen) la amenaza. Simplemente, la mala sangre que hizo que las familias de los dos candidatos no se saludaran al inicio del debate--en una medida claramente pactada para evitar situaciones incómodas--, al igual que, tampoco, Hillary y Trump. Solo que a lo largo del tiempo, Trump fue más y más él mismo. Genio y figura, hasta el 8 de noviembre.

Donald Trump no se compromete a aceptar el resultado electoral
Marc Bassets / El País

WASHINGTON D.C., 19 de octubre.- El republicano Donald Trump puso en duda este miércoles la legalidad de las elecciones en las que se enfrenta a la demócrata Hillary Clinton. En el tercer y último debate de la campaña, en Las Vegas (Nevada), Trump rechazó comprometerse a aceptar el resultado el 8 de noviembre, un gesto que cuestiona las bases del sistema: el traspaso del poder sin incidentes, que es un pilar de la democracia estadounidense. El debate fue un cuerpo a cuerpo intenso, con descalificaciones personales en el que el republicano empezó resistiendo pero acabó relanzando ante los millones de telespectadores su mensaje más extremo y conspirativo.

"Falso”, interrumpía Trump a Clinton. O: “Qué mujer más asquerosa”.

Clinton, en otro momento, acusó a Trump de ser "una marioneta" del presidente ruso, Vladímir Putin, al que el republicano ha declarado su admiración.

"Tú eres la marioneta", respondió. Y añadió que, en Oriente Próximo y en las negociaciones sobre el desarme nuclear, Putin ha demostrado ser "más listo" que Clinton y que el presidente Barack Obama.

El republicano llevaba días afirmando, sin presentar pruebas, que las elecciones estarán amañadas en favor de la candidata demócrata. En el debate, moderado por el periodista de la cadena conservador Fox News Chris Wallace, dio otro giro.

Cuando el moderador le preguntó si respetaría el resultado electoral, respondió: “Se lo diré en su momento. Voy a mantener el suspense”.

La afirmación es extraordinaria, una declaración jamás escuchada en un debate televisivo entre las dos personas que aspiran a gobernar Estados Unidos. El reconocimiento del resultado por parte del perdedor es esencia para la buena marcha del sistema.

Clinton le replicó: "Está denigrando nuestra democracia y me asombra que alguien que es el nominado de uno de nuestros dos grandes partidos adopte esta posición”.

La mayoría de líderes del Partido Republicano —incluido su número dos, el candidato a la vicepresidencia Mike Pence— se ha distanciado de la teoría conspirativa según la cual está en curso un gran fraude electoral destinado a hurtarle la victoria a Trump.

Trump llegó muy magullado al debate, con los sondeos en contra y una avalancha de testimonios de mujeres que le acusan de haber acosado sexualmente de ellas.

No empezó mal. Al contrario que en los dos primeros debates, el de Las Vegas se centró en cuestiones programáticas, como el aborto, las armas de fuego o la inmigración. Este hecho, junto a preguntas del moderador que le daban pie a exponer sus puntos de vista, ofreció a Trump la oportunidad de colocar sus eslóganes más llamativos sobre la inmigración o el aborto, temas que funcionan bien entre una base conservadora que ve con escepticismo a su candidato. Clinton, por contraste, carecía de la capacidad de su rival para enviar los mensajes simples y comprensibles.

En la primera mitad del debate, Trump parecía en forma, como mínimo comparado con los debates anteriores o con algunas de sus discursos. No gritó, no perdió los nervios, no insultó como suele y logró poner a Clinton a la defensiva.

Que la barra de exigencia estuviese baja le ayudaba: de Trump se esperaba poco y llegaba en su peor momento, cuando muchos en su propio partido han perdido la esperanza en la victoria.

Pero pasados los tres cuartos de hora, cuando el tema de debate era el temperamento de los candidatos para gobernar la nación más poderosa del mundo —un país que se presenta al resto del mundo como un faro de la libertad y la democracia— el otro Trump regresó.

El momento clave fue cuando Wallace le preguntó por si aceptaría el resultado electoral. Trump se negó a comprometerse a una respuesta y los demonios del candidato antisistema, alejado de lo que tradicionalmente ha sido la centralidad de este país, volvieron a aparecer.

Llegaron entonces los ataques a los medios de comunicación, "tan deshonestos, tan corruptos que envenan las mentes de la gente", dijo. Y la insinuación de que su rival debería ser juzgada e ir a prisión. "A ella no deberían haberle permitido presentarse a la presidencia", dijo Trump en otro momento, retomando otro argumento conspirativo según el cual Clinton debería estar en la cárcel por crímenes no demostrados.

Quizá Trump dilapidó parte de la ventaja que había conseguido al principio del debate. Clinton no arriesgó y mantuvo su aire presidencia. En todo caso, será difícil que este modifique el curso de la campaña.

Era la última vez que Trump y Clinton se encontraban en un mismo espacio hasta el 8 de noviembre. Ni al llegar al escenario ni al despedirse se dieron la mano. La campaña más virulenta de la historia reciente se acerca al final.

Trump decidirá 'en su momento' si acepta el resultado electoral 

(enlace al minuto a minuto)