miércoles, 3 de junio de 2015

junio 03, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Válvula de escape. Una joven mujer llegó a la farmacia y pidió una docena de condones. Le preguntó el encargado: “¿De qué medida los quiere?”. Contestó ella: “Variaditos. No tengo novio formal”. (Nota: De menor a mayor, los preservativos vienen en los siguientes tamaños: pequeño, mediano, grande, extra grande, super plus mega grande y Saltillo size). Los dos desesperados náufragos recogieron ansiosamente en la playa de su isla desierta la botella llevada por las olas. Leyó uno de ellos el mensaje que contenía, y luego le dijo, cariacontecido, al otro: “Es de nuestras esposas. Quieren saber dónde estamos, y por qué hemos tardado tanto en regresar”. Casó Panchón con Lirilí. La noche de las bodas lo vio ella al natural y le preguntó: “¿Por qué tienes las manos tan grandes?”. Respondió él: “Porque de joven hacía adobes, y siempre las tenía en el lodo”. Volvió a inquirir la joven: “¿Y por qué tienes los pies tan grandes?”. Repitió Panchón: “Por lo mismo: siempre tenía los pies en el lodo”. Preguntó Lirilí fijando la vista en la entrepierna de su maridito: “¿Y por qué no pusiste también eso en el lodo?”. El doctor Ken Hosanna le dijo a su rico paciente: “Va usted en franca mejoría, don Crésido. Pienso que lo daré de alta dentro de unos 100 mil pesos”. La dueña de la fábrica era encendida feminista, lo mismo que la conferenciante que visitó su planta. Le comentó la dueña: “Toda mi fábrica es operada por mujeres. La directora es mujer; la jefa de producción es mujer; las supervisoras son mujeres, lo mismo que todas las obreras. No hay aquí un solo hombre”. “¡Magnífico!” –se alegró la otra–. ¡He aquí un brillante logro sobre el machismo! ¡En señal de triunfo deberían hacer ustedes sonar tres veces diarias el pito de la fábrica!”. Aclaró con severidad la propietaria: “Ahora le llamamos silbato”. Lo peor que les podría pasar a los nuevoleoneses, al país y al presidente Peña Nieto sería que el PRI ganara la elección de gobernador en Nuevo León. La olla de presión que es ahora México necesita una válvula de escape; la indignación de la ciudadanía por la corrupción reinante y por la partidocracia que sufrimos ha crecido en modo tal que requiere urgentemente un buen desfogue. Jaime Rodríguez, El Bronco, le está dando al sistema la oportunidad de atemperar el profundo malestar que priva en Nuevo León y en la República. Desde luego eso depende de los electores, pero el triunfo de un candidato independiente sobre la maquinaria partidista, y especialmente sobre el partido del gobierno, alegraría a los mexicanos y les daría nuevas esperanzas. Se fortalecería la confianza de la gente común en el ejercicio democrático y en las instituciones nacionales; los ciudadanos pensarían que no todo está podrido en Dinamarca, y que su voluntad pesa más que la de los políticos. Por el contrario, una nueva victoria priista haría que muchos perdieran el ánimo de participación y pensaran que nada cambiará ya en el país, que las cosas seguirán como siempre, con un PRI eternamente igual a sí mismo. Si yo fuera el sistema –no lo seré jamás, pues soy por naturaleza asistemático– le habría encendido el pasado día primero una velita a la Divina Providencia para pedirle que el próximo domingo gane El Bronco. Un triunfo del partido oficial sería el estancamiento. Y en política lo que se estanca se pudre, y luego muere. ¡Brrr! Tu frase final, insensato columnista, hizo que por la columna vertebral del sistema corriera un repeluzno que le bajó desde la nuca hasta no quiero decir dónde. Pienso que no te corresponde andar por ahí poniendo escalofríos en los sistemas. Lo tuyo es el relato de historietillas lenes que aligeren el ánimo de la Nación, tan conturbada ahora por ajes y malajes de la peor especie. En aras de la tranquilidad general te pido que narres uno de esos cuentos y luego pases a retirarte como los merolicos callejeros después de recitar su perorata. Dulciflor, linda muchacha, pero ingenua, iba a estudiar en una universidad del extranjero. Su mamá la llevó con el dentista a fin de que le pusiera frenos y paladar. Le dijo el odontólogo, extrañado: “Señora: su hija tiene una dentadura perfecta. ¿Por qué quiere usted que le ponga paladar y frenos?”. Respondió secamente la mamá: “Para que sus compañeros no le vayan a pedir que haga cosas que no debe hacer”. (No le entendí).