viernes, 18 de septiembre de 2015

septiembre 18, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Anuncio ominoso. Una mujer se presentó en el baile de disfraces completamente en peletier, quiero decir desnuda, corita, empelotada, en traje de Eva o encuerada. Caminaba con las piernas abiertas y los brazos alzados en V, y lucía unos guantes negros y unos zapatos del mismo color. Explicó: “Vengo disfrazada de baraja americana. Soy el cinco de espadas”. (No le entendí). En el baño de vapor del club los socios advirtieron que las espinillas de uno de ellos estaban llenas de moretones. Le preguntaron: “¿Juegas al futbol?”. “No -respondió el tipo-. Lo que pasa es que mi esposa se molesta mucho cuando en el restaurante veo a una mujer”. Alguien le comentó a Babalucas: “Los expertos en relaciones humanas dicen que la mejor manera de terminar una pelea es realizar el acto del amor”. “¡Caramba! -exclamó el badualque-. ¡Eso va a revolucionar el deporte del box!”. 


Es peligroso vivir en un país donde los encargados de procurar justicia procuran la injusticia. Burda en extremo fue la acción por la cual unos jenízaros de la PGR intentaron introducir un arma en el automóvil de cierto abogado a quien el Gobierno ve con malos ojos. De seguro pretendían hacerle luego alguna acusación para dañarlo. Independientemente de que la titular de esa oficina haya estado enterada o no de la maniobra, tal acción no puede acallarse ni quedar sin castigo. Con actos como éste, contrarios a Derecho y apartados por completo de la noción de servicio público, la Procuraduría General de la República aumenta el descrédito que ya tiene ante los ciudadanos, y aporta una piedra más a la lapidación de que es objeto el régimen. Un abuso así, sea quien sea la persona contra la cual se comete, es ominoso anuncio de que cualquiera puede ser víctima de una persecución por parte del Estado. Esa posibilidad nos amenaza a todos y por lo tanto todos debemos protestar contra ella. Yo protesto. Miradme: Tengo el ceño fruncido -entre otras cosas- y los dientes apretados. Desde ahora hago del conocimiento general que si alguna vez necesito que la justicia me sea procurada lo pensaré mucho antes de acudir a una dependencia como la PGR, que atenta contra los ciudadanos en vez de darles protección. Recurriré mejor a la Procuraduría de Timbuctú. Y ya no digo más, porque estoy muy encaboronado. Cuando el marido despertó el domingo por la mañana vio a su mujer a su lado sin más atavío que unas gotas de Chanel número 5 y en actitud voluptuosa de Cleopatra. Con sugestiva voz le dijo la señora: “Si hay algo que quieras hacer, cualquier cosa, te autorizo a hacerlo”. El hombre brincó de la cama, tomó su equipo de golf y salió corriendo de la casa. Los árboles que plantan los matemáticos ¿tienen raíz cuadrada?... El patrullero detuvo al conductor y le dijo: “Señor ¿no se dio cuenta de que su esposa se salió del coche varios kilómetros atrás?”. “¡Bendito sea el Señor! -exultó el tipo-. ¡Pensé que me había quedado sordo!”. Himenia Camafría, madura señorita soltera, le dijo a don Cucurulo, el senescente caballero que la cortejaba con excesiva cortedad: “¡Pero no me hable de usted, querido amigo! ¡Twitéeme!”. El editor leyó el libro que el escritor le había entregado y le dijo: “Está bien que trates de ser modesto, Timoracio, pero si ésta es tu autobiografía necesariamente debes aparecer en ella”. Una muchacha joven y agraciada fue con el doctor Ken Hosanna a que le hiciera un examen general de salud. El médico le pidió que se desvistiera para tal efecto, y se intrigó al verle en el pecho una especie de sombra en forma de H. Explicó la chica: “Es que mi novio estudia en Harvard, y le gusta hacerme el amor sin quitarse la camiseta donde trae escrita esa letra. Seguramente no se me borró del todo ahora que me bañé antes de venir aquí”. Unos meses después volvió la chica para un nuevo examen. Ahora traía grabada la letra T. Dijo: “Es que mi nuevo novio estudia en Texas, y tampoco se quita la camiseta al hacerme el amor”. A vuelta de año regresó la joven. En esta ocasión llevaba inscrita la letra M. Le dijo el doctor Hosanna: “Supongo que tu nuevo novio estudia en Michigan”. “No -se ruborizó la muchacha-. Es alumno de la Universidad de Washington”. (Tampoco le entendí). FIN.