miércoles, 23 de octubre de 2013

octubre 23, 2013
Opinión de JMRM

Los retenes son operativos policíacos o militares itinerantes y sorpresivos que tienen como fin revisar de manera aleatoria a los guiadores, ya sea para ver si manejan alcoholizados o para revisar sus vehículos en búsqueda de armas, drogas y asegurarse de que son sus legítimos propietarios y tienen sus papeles en orden.

Puede parecer innecesaria y redundante esta definición, pero es preciso aclarar qué es un retén ya que muchas personas creen que estos operativos incluyen únicamente al alcoholímetro y, por lo tanto, "salvan vidas" ya que "ahí paran a los borrachos".

Se ha argumentado que los retenes violentan las garantías individuales y derechos humanos de la población, que se prestan a innumerables abusos de autoridad (detención arbitraria, robo, extorsión, intimidación, inclusive tortura, etc.) y que son inútiles para combatir al crimen organizado debido a que su ubicación es conocida por todos aquellos que los atraviesar o ven a la distancia.

Lo mismo para los alcoholímetros. Son inútiles, los guiadores saben dónde están la mayoría, por lo cual sólo sirven para hacer perder el tiempo a la gente y lentificar el tráfico.

A pesar de todo esto, hay gente que defiende los retenes, especialmente en Yucatán donde somos  tristemente conocidos por ser un pueblo "tranquilo" (en otras palabras, sumiso y obediente).

Un argumento que debe convencer al más férreo defensor de los retenes de que son un peligro potencial y una seria vulnerabilidad es que si una banda delictiva se propusiera crear e instalar un retén falso no tendría ningún problema para hacerlo.

Hojalateros para los vehículos, sastres para los uniformes y un par de aditamentos es todo lo que necesita cualquier colectivo de criminales para secuestrar -ya sea con el fin de extorsionar, violar, torturar, incriminar o asesinar- a un ciudadano.

Ahora, pensarán los defensores de los retenes "¡Eso es ridículo!" "¿Quién haría algo así?", "Usted ve demasiada televisión", "Eso jamás va a suceder", etc. pero, lo crea usted o no, ya ha pasado.

Fernando Martí, hijo del empresario Alejandro Martí, fue secuestrado en un retén falso por un grupo delictivo que pretendía extorsionar a su padre. Tras una discusión entre sus captores, el joven de 14 años fue asesinado.

Aunque esto sucedió en el Distrito Federal, los retenes son iguales en todos lados. No tenemos forma de saber cuál es auténtico y cuál no.

Nos es imposible estar seguros de que la persona que nos marca el alto y se asoma al interior de nuestro vehículo portando un arma de alto calibre es un oficial de policía o soldado y no un sicario.

La única solución a esta vulnerabilidad, que sin duda podría generar desconfianza y temor entre la ciudadanía si se repiten casos como el de Martí, sería que la Secretaría de Seguridad Pública de cada entidad publicara en las redes sociales, en tiempo real, la ubicación exacta de sus retenes autorizados.

Eso no los haría legales, ni cambiaría el hecho de que violentan las garantías individuales y derechos humanos, ni haría a la ciudadanía confiar ciegamente en la policía. Tampoco dejarían de ser una molestia, por supuesto, pero eliminaría el factor "peligro de muerte" de la ecuación.

0 comentarios:

Publicar un comentario