miércoles, 23 de octubre de 2013

octubre 23, 2013
CIUDAD DEL VATICANO, 23 de octubre.- El azobispo Gerhard Ludwig Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribe sobre el tema de los divorciados que se han vuelto a casar y sobre la posibilidad de que reciban la eucaristía. Lo hizo en un largo y documentado artículo publicado por “L’Osservatore Romano”, como si fuera un resumen de los documentos y de las posturas del magisterio de la Iglesia sobre el tema, a partir de las referencias bíblicas.


Los dichos de Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, su negativa a dar los sacramentos a los divorciados vueltos a casar, muestran diferencias con lo expresado por el papa Francisco a mediados de septiembre, cuando señaló sobre los divorciados, en la Basílica de San Juan de Letrán, que "estas parejas son fieles católicos que, de igual forma, deben ser acogidos y se los debe hacer sentir como en casa".

Son dos los aspectos principales que llegan con este artículo relacionado con uno de los temas que serán discutidos por el Sínodo extraordinario de octubre de 2014. El primero confirma la intención de ver con mayor atención las declaraciones de nulidad matrimonial; Benedicto XVI y luego Francisco han hablado al respecto en diferentes ocasiones, subrayando que la falta de fe puede representar una causa de nulidad.

Al respecto, Müller afirma: « La mentalidad actual contradice la comprensión cristiana del matrimonio especialmente en lo relativo a la indisolubilidad y la apertura a la vida. Puesto que muchos cristianos están influido por este contexto cultural, en nuestros días, los matrimonios están más expuestos a la invalidez que en el pasado. En efecto, falta la voluntad de casarse según el sentido de la doctrina matrimonial católica y se ha reducido la pertenencia a un contexto vital de fe. Por esto, la comprobación de la validez del matrimonio es importante y puede conducir a una solución de estos problemas».

El segundo se relaciona con la práctica oriental de bendecir las segundas nupcias tras un camino penitencial. En la entrevista que Francisco ofreció a los periodistas durante el vuelo de regreso a Roma desde Río de Janeiro, explicó que « Con respecto al problema de la comunión a las personas en segundas nupcias... Yo creo que hay que verlo en la totalidad de la pastoral matrimonial. Y por ello es un problema. Pero también un paréntesis: los ortodoxos tienen una práxis diferente. Ellos siguen la teología de la economía, como la llaman, y dan una segunda posibilidad, lo permiten. Pero creo que este problema (cierro el paréntesis) debe ser estudiado en el marco de la pastoral matrimonial... Estamos en camino hacia una pastoral matrimonial un poco más profunda».

Papa Francisco (entre paréntesis y sin especificar nada más) también aludió en esa ocasión a la práctica de las Iglesias ortodoxas. Una intervención más articulada sobre este argumento la había pronunciado el cardenal Roger Etchegaray en un consistorio.

Con respecto a este argumento, Müller escribe en “L’Osservatore Romano” su negativa: «Hoy existe en las iglesias ortodoxas una multitud de causas para el divorcio, que en su mayoría son justificados mediante la referencia a la Oikonomia, la indulgencia pastoral en casos particularmente difíciles, y abren el camino a un segundo o tercer matrimonio con carácter penitencial. Esta práctica no es coherente con la voluntad de Dios, tal como se expresa en las palabras de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio, y representa una dificultad significativa para el ecumenismo».

«En Occidente –continúa el Prefecto del ex-Santo Oficio–, la Reforma Gregoriana se opuso a la tendencia liberalizadora y retornó a la interpretación originaria de la Escritura y de los Padres. La Iglesia Católica ha defendido la absoluta indisolubilidad del matrimonio también al precio de grandes sacrificios y sufrimientos. El cisma de la “Iglesia de Inglaterra” separada del sucesor de Pedro, tuvo lugar no con motivo de diferencias doctrinales, sino porque el Papa, en obediencia a las palabras de Jesús, no podía ceder a la presión del rey Enrique VIII para disolver su matrimonio». (Vatican Insider)

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