sábado, 14 de septiembre de 2013

septiembre 14, 2013
MÉXICO, 14 de septiembre.- Extraídas ilegalmente de los sitios donde permanecieron por cientos de años, tres grandes esculturas prehispánicas repatriadas en fecha reciente fueron trasladas al Museo Nacional de Antropología, principal depositario del acervo arqueológico de México, ahí fueron desembaladas por personal calificado y próximamente se realizará un dictamen de su estado de conservación.

Pedro Sánchez Nava, coordinador de Arqueología del INAH, presentó las obras recuperadas (fotos: Héctor Montaño)

Ante los medios de comunicación, Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) presentó cada una de las obras recuperadas: “Cabeza de serpiente”, “Tláloc, dios de la lluvia” y “Noble o sacerdote”.

Tras subrayar los valores estilísticos y cronología de cada uno de estos bienes culturales, dijo que es imposible recuperar la información de su contexto original debido a la sustracción ilícita de la que fueron objeto.

Cabeza de serpiente. Decoró una construcción hace un milenio de algún sitio del altiplano central de México.

Para los arqueólogos, explicó, “cuando las piezas no provienen de una excavación controlada pierden parte de su información. En este caso, el poder tenerlas no cancela esta posibilidad, son piezas llenas de significación, de simbolismo, y de las que podremos aún obtener cierta información con las investigaciones que se sucedan”.

El experto recordó que la restitución de estos bienes culturales, es resultado de tres años de gestiones y de la intervención directa de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de la Procuraduría General de la República, del INAH y del Consulado General de México en Miami.

Asimismo, el Museo Lowe, de la Universidad de Miami, Estados Unidos, donde se encontraban como parte de su colección y a la que llegaron gracias a un donativo, permitió corroborar los indicios sobre la procedencia ilícita de los mismos.

Petroglifo con la representación típica de Tláloc, Dios de la Lluvia. Segunda pieza repatriada.

Con la extraordinaria representación de un noble o sacerdote ricamente ataviado, a lo largo de casi 1.50 m y poco menos de un metro de ancho, una estela en basalto datada de manera preliminar hacia los albores de nuestra era (200 a.C. – 200 d.C.) es la más antigua de las piezas recuperadas.

Sánchez Nava comentó que probablemente fue hurtada de un sitio de la Costa del Golfo de México y para ello, los saqueadores se valieron de una sierra eléctrica para cercenar su parte posterior, la cual no estaba labrada.

Pese a ello — apuntó por su parte Valerie Magar, coordinadora nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH—, el estado de preservación es bueno, aunque al igual que las restantes será sometida a trabajos de estabilización.

Representación de un noble sacerdote ataviado. Estela de basalto; es la más antigua de las piezas.

La segunda pieza repatriada en el marco del Programa para Procurar la Recuperación de Bienes Culturales, es un petroglifo (71 x 40.6 cm) con la representación típica de Tláloc, dios de la lluvia, como lo sustenta la presencia de ciertos atributos como las anteojeras y las bigoteras.

De acuerdo con el arqueólogo Pedro Francisco Sánchez Nava, éste fue usado originalmente como un elemento arquitectónico, conocido como “espiga”, y debió estar empotrado en algún edificio del área guerrerense, quizá entre 700 y 900 d.C., en el periodo Clásico.

La tercera de las esculturas presentadas este viernes a la prensa, fue una cabeza de serpiente de 85 m de largo y 40 de ancho, que también decoró una construcción hace un milenio (900-1200 d.C.), de algún sitio del Altiplano Central de México.

Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología, se congratuló de la llegada de este significativo lote al recinto a su cargo y anunció que el INAH sigue trabajando en la recuperación de materiales significativos para desentrañar la historia de nuestro país.

Anunció que en próximos días será repatriado el archivo que integró el matrimonio de los arqueólogos Charles y Ellen Kelley, quienes se dedicaron a mediados del siglo pasado a la exploración de sitios del norte y occidente de México, particularmente de La Quemada y Alta Vista, en Zacatecas. (Boletín INAH)

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