sábado, 19 de julio de 2014

julio 19, 2014
Héctor Rodolfo López Ceballos

La universidad es una réplica a escala de la sociedad, una representante inmersa en los mismos vicios, problemas y relaciones sociales que la compleja cotidianidad de nuestro entorno. Misma estratificación jerárquica, mismos estereotipos, mismos comportamientos. No deberíamos sorprendernos entonces de que la política estudiantil sea un reflejo claro y simétrico de la política mexicana con los matices grises que la caracterizan.


Y la política estudiantil de la Universidad Autónoma de Yucatán no puede ser la excepción. Atrás quedaron las épocas del verdadero activismo universitario, de las democráticas asambleas conformadas por alumnos que cuando menos estaban conscientes de la realidad en que vivían. Son cosas del pasado las enérgicas participaciones de estudiantes y maestros en las decisiones importantes que definían y daban sentido a la universidad. De la otrora Máxima Casa de Estudios fundada por Felipe Carrillo Puerto quedan poco más que cenizas y escombros, en lo que concierne a la organización política de sus integrantes. Desde hace unos cuantos años la vida en las facultades y prepas de la UADY ha sido dirigida por un puñado de personas que se llaman a sí mismo líderes, pero que en realidad no son más que burdas caricaturas dedicadas a emular los vicios y patrones conductuales de los políticos. 

Esto es en parte porque se ha perdido el sentido de pertenencia a la universidad, porque somos los mismos estudiantes los que permitimos que el círculo vicioso de un sistema corrupto y podrido siga replicándose en nuestra Alma Mater. Actualmente, las participaciones políticas y la organización estudiantil se reducen a tomarse la foto con el "equipo de trabajo" mientras se realiza alguna actividad, a subir frases motivacionales al facebook, a asistir con guayabera a eventos en el edificio central y a organizar concursos y entregas de premios en las escuelas. Más allá de todo esto ¿qué es lo que realmente hacen los dirigentes estudiantiles? Un verdadero dirigente estudiantil universitario es aquel que vela por los intereses de la comunidad estudiantil, tiene sentido social y está dedicado a servir, no a ser servido. Sigo sin encontrar una diferencia, la más mínima, entre un "político" estudiantil actual y un candidato a la alcaldía de Mérida. Las federaciones estudiantiles me saben igual a los partidos políticos y peor aún, los partidos políticos están comprometidos de una forma u otra con las federaciones y viceversa, en una clara violación a la autonomía y autodeterminación política de los estudiantes. Compra de votos, acarreos, filtros y trabas en las convocatorias, directores y administrativos que se entrometen en asuntos que son claramente de orden estudiantil. Y en un intento de engaño y burla, detrás de un cínico discurso, se encuentran los rostros de la ignominia que perpetúan la debacle del sistema político universitario. 

Unos días atrás se publicaba una convocatoria de la NFU que invitaba a los alumnos de la UADY a tomar un curso de liderazgo, eso sí, con ciertas restricciones. ¿Dónde está la democracia, dónde está la transparencia cuando se pide -y se ha pedido- como requisito para ser candidato a elección estudiantil, haber participado en los cursos? ¿Dónde está la inclusión cuando se puede, de manera discriminatoria, decidir quien sí y quien no puede participar en esos cursos y por ende ser o no ser candidato? Y ya que andan de muy probos y demócratas ¿bajo qué excusa o justificación son las sociedades de alumnos o las federaciones las que dictan los lineamientos de una elección y ponen los requisitos que debe cumplir un alumno para ser aspirante? Ese es el verdadero totalitarismo, esa es la verdadera antidemocracia. Los que deberían determinar los estatutos y directrices que regulen las elecciones son los mismos alumnos en asamblea, no las sociedades de alumnos ni las federaciones ni nadie fuera de los mismos estudiantes. 

Es el sistema dentro del sistema, la repetición y la repetición de los vicios políticos que nos tienen en donde estamos. ¿De qué tienen miedo los dirigentes de las federaciones? ¿O es acaso que sirven a intereses externos a los estudiantiles? ¿Por qué no dejar los procesos electorales en manos de los alumnos? La respuesta siempre será un comunicado sin fondo, una respuesta sin respuesta. 

Si en verdad son transparentes y abogan por un proceso democrático, invito a las federaciones estudiantiles y a las sociedades de alumnos a que abran por completo las convocatorias y dejen que cualquiera pueda participar en las elecciones venideras, sin que ningún filtro impida que algún estudiante quede sin la oportunidad de ejercer su derecho a estar entre los candidatos. 

Y el círculo vicioso seguirá su curso mientras los estudiantes no entendamos que somos nosotros quienes podemos terminar con estas prácticas deshonestas. La clave está en la organización democrática y plural de todos los estudiantes, pero hasta entonces podemos seguir observando como desfilan uno a uno los próximos representantes estudiantiles que pasarán sin pena ni gloria.

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