jueves, 14 de noviembre de 2013

noviembre 14, 2013
MÉRIDA, Yucatán, 14 de noviembre.- Ayer por la noche, cuatro académicos de nuestra ciudad se dieron cita en el Centro Cultural José Martí para narrar las principales leyendas urbanas de la entidad en tiempos recientes.

El evento, organizado por la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida, fue encabezado por los maestros Ariel Avilés Marín, Rubén Reyes Ramírez, Celia Pedrero Cerón y Fernando Muñoz Castillo (fotos: JMRM)

El acto, ambientado con música tétrica y candelabros, comenzó a las 8:20 de la noche con la lectura del texto "Apariciones de Siluetas y de palabras", a cargo de Rubén Reyes.

El antropólogo explicó que las leyendas urbanas son parte de nuestra humanidad y están enraizadas en la necesidad del hombre de comprender el mundo para su propia supervivencia.

Precisó que el pensamiento mítico no es irracional, y que podemos hallar mitos y leyendas en todas las culturas.

Aclaró que, a diferencia del mito, la leyenda no tiene una proyección cósmica y es menos ambiciosa, limitándose a los aspectos más comunes de nuestro entorno.

Finalmente, Reyes elogió el imaginario simbólico maya de la región por su riqueza y diversidad.

Muñoz Castillo, ensayista y antologista yucateco, explicó que las leyendas urbanas inician con un rumor, del cual se pasa a la fama y, tras el paso de los años, a la leyenda urbana. Dio como ejemplo el caso de la muchacha del vecindario a quien todos comparan con Elizabeth Taylor, o al joven deportista que es considerado "el mejor del barrio" pero con los años su belleza y talento se esfuman y sólo queda la leyenda.

"Los seres humanos somos muy comunicativos y nos encanta el chisme", reconoció el escritor.

El "corta nalgas"

Muñoz compartió con los asistentes la leyenda local del "corta nalgas": Explicó que se trataba de un fulano que esperaba donde paraban los camiones en aquella época (década de los 50's o 60's) y cortaba con un bisturí las faltas apretadas de las mujeres. 

"Las chicas de la época no querían salir solas a la calle", recordó el ponente.

Indicó que el malandro, a quien no nombró, era hijo de un conocido médico, quien lo envió fuera de la ciudad, y que años después terminó siendo presidente del Movimiento Familiar Cristiano.

"La 500"

"Su casa es parte del recorrido turístico", dijo en referencia a "La 500" y su vivienda, estilo chino, ubicada en la Colonia México.

Recordó que, hace ya muchos años, la señora andaba en un convertible rojo y llegaba al café "La Balsa" los fines de semana.

La casa de "La 500" se encuentra en la esquina de la calle 19 y la Avenida Líbano (calle 20), detrás de La Cantina de la México.

Desde la 65, recuerda que él veía pasar a la señora con lentes adornados y un traje pegadísimo al cuerpo y de amplio escote, y que detrás de ella venían caminando una sarta de mujeres, conocidas también por su precio, entrando al café antes mencionado.

Añadió que "La 500" es "una señora maravillosa que escribe poesía".

"Todo comenzó con un rumor, se hizo famosa y de repente ya es una leyenda urbana", recalcó.

Agua de muerto

"Si vas a un velorio ni comas relleno negro ni tomes chocolate", es la advertencia que hacían y hacen a muchos niños y jóvenes debido a que en una época existió la costumbre de preparar comida con el agua que se había usado para bañar al muerto.

Muñoz dio como ejemplo la historia de un señor que se perdió y fue a dar a una vivienda donde se estaba realizando un velorio, y que tras comer el relleno negro se enteró que había sido preparado con agua de muerto.

La princesa maya

Ariel Avilés, quien será galardonado este 20 de noviembre con la Medalla Yucatán, contó, en base a su propia experiencia, el siguiente relato:

En 1968, él cursaba el segundo año de preparatoria en la Escuela Modelo. A su generación y varios maestros les impactó una entrevista publicada en Milenio Novedades, donde una limosnera que se sentaba todos los días en el portón del Palacio de Gobierno sobre la calle 60, junto a lo que es actualmente el Teatro Daniel Ayala, decía ser una princesa maya de más de 400 años de edad que había sido castigada por un brujo.

La mujer era una pequeña mestiza jorobada, prognata, que caminaba con muletas y pedía caridad en dicho portón extendiendo una jícara. Según su versión, su castigo consistía en tener esa forma física.

Recordó que junto con los maestros Carlos Castro Morales y Juan Adán, él y varios de sus compañeros decidieron vigilar a la mujer, descubriendo que todas las noches, a las 8:30, llegaba por la calle 61 una limusina de la cual bajaban dos mestizos elegantes quienes, tras hacer un gesto de reverencia, la cargaban y la subían al vehículo.

Carlos Castro, narró Avilés, les propuso seguirla para ver a dónde iba. Distribuidos en tres vehículos, 15 personas se estacionaron frente a la Catedral a esperarla.

El evento se realizó en el Centro Cultural José Martí.

Siguieron la ruta de la limusina por la Prolongación Paseo de Montejo (en aquel entonces, la última casa de la ciudad estaba donde ahora se encuentra el Súper Akí, antes San Francisco de Asís. Después de eso seguía lo que era conocido como el "nuevo camino a Progreso"), siguiendo hasta llegar a lo que hoy es Villas la Hacienda (Avenida Cámara de Comercio), donde se desvió por una vereda hasta llegar a la hacienda San Antonio Cucul.

"A nadie se le ocurrió que había que apagar las luces", recordó entre risas el maestro Avilés, ya que estaban siguiendo a la limusina en un camino no pavimentado y desierto.

Llegaron a la casa principal de la hacienda pero el vehículo siguió, ya en monte abierto.

La limusina dobló repentinamente en una curva, y los jóvenes retrocedieron para tomarla, pero sus tres vehículos se pararon al mismo tiempo y se negaron a arrancar de nuevo.

"Hubo gritos, llantos... seguro a algunas personas los esfínteres se les aflojaron", narró Avilés.

Tras 20 minutos, continuó, los automóviles volvieron a funcionar.

Los jóvenes decidieron dar vuelta atrás y llegaron a "La Reina Itzalana", en Santiago, para cenar y mitigar el terror que acababan de experimentar, y decidieron no volver a saber nada más sobre aquella limosnera.

Los Aluxes en Itzimná - La tragedia de la Familia Medina Aguayo

El maestro narró otra leyenda de sus tiempos de juventud: En 1965, don Humberto Medina Duarte, funcionario del Banco Agrario, decidió construir una casa para su familia en Itzimná, justo en la frontera con la colonia México, cerca de lo que hoy es Gran Chapur.

Cada sábado acudía a pagarle la "raya" a los albañiles, hasta que un día encontró solo al contratista.

"Se fueron todos los albañiles porque aquí en su terreno hay aluxes", le advirtió al señor Medina, indicando que en las noches les daban de pedradas y hacían otras maldades.

El tiempo lluvioso, la música tétrica, los candelabros y la oscuridad del recinto crearon la atmósfera ideal para la narración de las leyendas urbanas.

Don Humberto Medina desestimó los hechos descritos como "ignorantadas" y le ordenó al contratista que armara otra cuadrilla, con la cual se repitió el mismo fenómeno 4 o 5 semanas después.

Finalmente, un tercer equipo de albañiles logró acabar la obra. El contratista le insistió que hiciera algo, llamar a un sacerdote maya o católico, pero Medina no hizo caso y se mudó a su nueva residencia con sus suegros, su esposa y sus tres hijos.

No mucho después, el suegro perdió el control de su vehículo en una curva de la carretera de Campeche y murió. Casi exactamente dos años después, su esposa murió a causa de un paro cardíaco por el rumbo de Cordemex. 2 años más, el señor Medina falleció.

Otros dos años pasaron, cuando uno de los hijos, Gabriel, regresaba de México en ADO cuando un anciano le pide cambiar de lugar con él porque las luces de adelante le impedían dormir. Momentos después el camión chocó con un tráiler y Gabriel salió disparado. Fue el único pasajero en morir.

Dos años más, y otro de los hijos, Humberto, fallece en la carretera a Progreso. Iba con 7 acompañantes y, al igual que su hermano, fue la única víctima fatal.

De nuevo dos años pasan y Adela Alfaro, la suegra del señor Medina, cae y muere.

"David (el último hijo) vive en México y no viene a Mérida ni de casualidad" comentó Avilés, concluyendo la historia.

Miscelánea

Celia Pedrero Cerón recordó varias leyendas populares tanto en Yucatán como en México y el resto del mundo.

La típica historia del familiar que sale por los cigarros, las tortillas, etc. y nunca regresa y los robachicos fueron algunas de las más generales.

También habló brevemente sobre la Hacienda Embrujada de Cholul, ubicada entre la carretera que comunica a Cholul con Sitpach. Indicó que jóvenes de varias generaciones han acudido a dicho lugar a tomar y aseguran haber oído y hasta visto fantasmas.

Ruinas de la "Hacienda Embrujada de Cholul"

Recordó que cuando trabajó en Bellas Artes le advirtieron sobre la presencia de fantasmas y ruidos. Hace varias décadas, allí se encontraba el Asilo Ayala (reemplazado en la actualidad por el Hospital Psiquiátrico Yucatán), y se rumora que aún se oyen los gritos y llantos en el cuarto de electrochoques.

Muñoz Castillo recordó que el Asilo Ayala fue utilizado por el gobernador Carlos Loret de Mola para reprimir a la juventud, ya que a muchos jóvenes los llevaron a recibir electrochoques por consumir drogas y muchos desaparecidos del 68 fueron distribuidos a lo largo de los hospitales psiquiátricos de México.

Ariel Avilés explicó que en muchas casas antiguas de la ciudad, con techos altos, se oyen ruidos en las noches debido a que el aire guarda las vibraciones acústicas, y que con el calor del día el aire caliente sube y baja de nuevo durante la noche, replicando los sonidos del día.

Recordó que su padre trabajaba en el Juzgado de Distrito, entonces ubicado en la calle 61 x 64 y 66, y que cuando él lo acompañaba por las noches le advertía que no se asustara si oía máquinas de escribir o sonidos similares, ya que son causados por fenómenos naturales.

Bellas Artes, antiguo edificio del hospital psiquiátrico de Yucatán, entonces conocido como Asilo Ayala.

Pedrero también recordó la leyenda del "estrangulador de los cines" de la década de los 70's, los traficantes de órganos en los baños de las plazas comerciales, las jeringas infectadas en los antros y la víbora del repollo.

Avilés narró esta última: Según la leyenda, una señora en un supermercado cayó repentinamente y murió. La autopsia reveló que la causa de defunción fue envenenamiento de coralillo, que se encontraba dentro del repollo que acababa de comprar. Supuestamente, el supermercado compró el silencio de los medios.

La antigua clínica del Dr. Acosta, en el oriente de la ciudad.

Celia también mencionó, entre las leyendas locales, los llantos en la clínica de abortos del Dr. Acosta de la Colonia Sarmiento, el rumor de que los leones del Centenario son alimentados con perros callejeros vivos, que un león escapa y se come a varios niños (este último, indicó, resurge cada cierto tiempo) y la casa de la Avenida Colón donde se ve la cara del Diablo.

Ariel explicó este último, indicando que se trata de Villa María, una esquina antes del cruce con la Avenida Reforma. En una época, el color de la casa combinado con el alumbrado público transformaba al escudo de la fachada en la cara del diablo, y los guiadores paraban para verla.

Villa María, en la esquina de la Avenida Colón y la calle 72A.

Finalmente, Pedrero habló sobre la mala fama que tiene el barrio de Santiago o, como ella lo describió: "El barrio de la muerte, el barrio de la sangre".

Explicó que en dicho rumbo han sido asesinados 5 agiotistas en los últimos 30 años, y Avilés procedió a detallar los casos: El Dr. Poveda, asesinado junto con su esposa e hija por un campesino a quien iba a dejar sin casa por un adeudo pendiente de $200; la ejecución de Armando Palomeque Río (a quien no nombró) junto con su secretaria; el caso del dueño de una tlapalería detrás de la iglesia cuyo cadaver fue encontrado envuelto "como tamal" frente a la Plaza de Toros; el peluquero al que le dispararon cuando respondió a la puerta y el de la señora Elda María del Socorro Zurita Azcorra (cuya casa ocupa el lugar del Circo Teatro Yucateco).

Casa de "La Zurita", en la esquina de las calles 68 y 57 del barrio de Santiago.

También hablaron brevemente sobre la leyenda "Bienvenido al Club del SIDA", que se puso de moda cuando era relativamente nueva la enfermedad.

Avilés mencionó que, hace más de 20 años, una vigilante del Hospital Juárez fue diagnosticada con VIH, tras lo cual procedió a tener relaciones con 10 doctores con el fin de infectarlos. En esa época, explicó, la contracción del virus era una muerte segura.

Calle 70 No. 458, antigua oficina del abogado Armando Palomeque Río.

Marilú Peniche Zapata, subdirectora de Fomento a la Lectura y Fondo Editorial, agradeció la presencia de los ponentes a nombre del alcalde Renán Barrera Concha y el director de cultura Irving Berlín Villafaña, entregándoles sus respectivos reconocimientos por sus ponencias.

El evento, que llenó el Centro Cultural a pesar de la lluvia, concluyó a las 9:40 de la noche. (JMRM)