viernes, 17 de julio de 2015

julio 17, 2015
CIUDAD DE MÉXICO, 17 de julio.- México abrió la puerta a la historia, pero casi nadie entró. El estreno del fin del monopolio petrolero ha acabado en una decepción mayúscula y ha dejado sobre el escenario la sensación de que la reforma estrella del Gobierno de Enrique Peña Nieto ha echado a andar con mal pie. El magro resultado de la primera licitación, donde sólo se adjudicó el 14% de los campos subastados, dejó en evidencia fallos estructurales en la oferta, pero también la erosión de un Ejecutivo que, con la humillante fuga de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, atraviesa uno de sus momentos más bajos.

La subasta ha desnudado las esperanzas puestas en la reforma petrolífera. La licitación era considerada un paso histórico. Por primera vez en 77 años, el capital privado podía acceder a una explotación petrolífera. Para llegar a este punto, Peña Nieto había recorrido un largo trecho. El monopolio estatal del oro negro es un arcano del nacionalismo mexicano. Su disolución fue considerada una traición por la izquierda, que, encabezada por el PRD, se movilizó en su contra. El Gobierno no cedió y con apoyo del PAN (derecha) sacó adelante proyecto. Con esta decisión, el Pacto por México, el gran acuerdo que sostenía el programa reformista de Peña Nieto, saltó por los aires.

La subasta del miércoles, con estos antecedentes, representaba algo más que una puesta de largo. La oferta había sido presentada como un apetitosa posibilidad de negocio. A concurso salían 14 campos petrolíferos en aguas someras (técnicamente los mejores, por la facilidad de perforación), ubicados además en una zona privilegiada del Golfo de México, donde Pemex, la petrolera estatal, ha logrado sus mayores descubrimientos y dispone de una infraestructura de distribución muy avanzada.

Pero llegado el día, las expectativas se vinieron abajo. De todos los bloques subastados, solo dos fueron adjudicados. Y ambos recayeron en el mismo postor, Sierra Oil & Gas, un consorcio liderado por una empresa británica y en el que participa un cuñado del expresidente Carlos Salinas de Gortari. El golpe para el Ejecutivo ha sido evidente.

México, anclada desde hace 30 años en un ciclo de crecimiento bajo, necesita la entrada masiva de capital para acelerar el paso y poder enfrentarse a la gran lacra nacional: la pobreza.

La reforma energética, apoyada por los grandes expertos internacionales, se ha erigido en la mejor baza para dinamizar la economía. Pero este paupérrimo estreno ha devuelto la ficha a su punto de partida. Al igual que ocurrió con el concurso de las nuevas televisiones, destinado a enterrar el aplastante duopolio mexicano, el resultado ha quedado muy por detrás de lo esperado y ha abierto un nuevo frente nuboso para el Ejecutivo.
El PRD, ahora acompañado en sus ataques por Morena, la emergente fuerza del excandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, ha redoblado sus críticas, y la debilitada figura del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, ha recibido una nueva estocada. Sus grandes cálculos han quedado jibarizados. Los 18.000 millones de dólares de inversiones que se esperaban de los contratos se han quedado en apenas 2.600 millones.

Las causas del fracaso varían según los expertos, aunque todos coinciden en un elemento: la crisis global de petróleo. La fuerte caída de precios ha restado atractivo a las inversiones y ha llevado a las grandes compañías a poner en marcha planes de reducción de costes. En este horizonte restrictivo, la oferta presentada por el Gobierno, que esperaba adjudicar un mínimo del 30% de los bloques, se quedó desfasada.

“La ansiedad política generó una licitación precipitada. Las compañías se enfrentaron a demasiadas incertidumbres. No sabían cuánto iba a obtener de Hacienda, y la retirada de Pemex de la licitación a última hora aumentó el desconcierto”, señala la académica y experta Miriam Grunstein.

“Ha sido un mal arranque para las licitaciones, pero no para la reforma, que va mucho más allá y supone un avance. Ojalá se puedan revisar las condiciones, y para las futuros concursos se presenten bloques más grandes y se permitan alianzas empresariales más amplias”, indica el analista internacional David Shields.

Aún quedan por delante cuatro licitaciones. La próxima se celebrará en septiembre. La posibilidad de que se repita el tropiezo de la primera ronda (Ronda Uno) está latente. Los precios del petróleo seguirán bajos. Y se corre el riesgo de que las dudas sobre la calidad de las áreas ofertadas permanezcan. “Sin duda, esta primera licitación y sus resultados nos dejan reflexiones y aprendizajes que es necesario tomar en cuenta”, ha señalado la subsecretaria de Hidrocarburos, Lourdes Melgar, uno de los cerebros de la reforma energética. Los próximos pasos están por venir. Las grandes compañías aguardan los cambios. De su acierto, dependerá que la reforma política más preciada de la presidencia de Peña Nieto sea o no un fracaso. (Juan Martínez Ahrens / El País)