jueves, 11 de junio de 2015

junio 11, 2015
Historias de reportero | Carlos Loret de Mola Álvarez

Imagino que se apresuran asesores, siempre prestantes: “¿Ya ve, señor Presidente? A la gente no le importa lo del conflicto de interés y la corrupción, la gente está pensando en su bolsillo y está feliz con los efectos de las reformas”. Interrumpe otro: “Hay que seguirle por ahí, Presidente”.

Pienso que no está de moda la autocrítica en Los Pinos: a pesar de Ayotzinapa, a pesar de los cuestionamientos por las casas, a pesar de la descomposición reciente de la seguridad, el presidente Enrique Peña Nieto no sólo logró mantener su mayoría absoluta en el Congreso, sino que podría incluso ensancharla tantito, gracias a la alianza PRI-Partido Verde-Panal. Y además el PAN enfrenta los peores resultados en un cuarto de siglo, el PRD perdió la mitad de lo que tenía y Morena anda de plácemes aunque no llegó ni a 10%.


Si en Los Pinos están destapando la champaña y sus preocupaciones poselectorales se ahogaron en los resultados de la elección de diputados, les vendría bien un poco de prudencia.

El electorado ha mandado señales que deben preocuparles:

Nunca ha quedado muy claro para los especialistas si las elecciones federales intermedias constituyen un referéndum sobre la gestión del Presidente en turno. Quizá la figura presidencial no estaba bajo escrutinio tanto como la de los gobernadores. Tal vez los factores y escándalos locales incidieron mucho más en el ánimo de los electores de todo el país, pues son mucho más cercanos a sus realidades.

Y ahí el resultado es claro: el rechazo a la corrupción de la clase gobernante fue contundente en los estados. Perdieron el PAN de Padrés, el PRD de Ángel Aguirre y el PRI de Medina. ¿No deberían tomar nota de cara al 2018?

Más aún frente a casos como Nuevo León y Cuernavaca. El hartazgo fue tal que el público eligió lo que menos se pareciera a un político convencional: la principal virtud en campaña de El Bronco y Cuauhtémoc Blanco fue que no eran como los demás. No importa que no dieran garantías de un buen gobierno —ambos siguen siendo un atractivo misterio como gestores públicos—, pero tenían lo que importaba: la imagen de que no eran de la pandilla de los partidos habituales.

Sigo pensando lo que expuse en estas Historias de Reportero el 29 de abril de este año (El gobierno inmóvil… inmobiliario): que un muy importante segmento de la sociedad ha escalado al segundo piso de la democracia, y el gobierno no. El segundo piso donde ya se sabe que se cuentan los votos de las boletas, pero interesa quién paga las campañas; ya no sólo importa que se hagan las obras, sino conocer a quién se le otorgan los contratos; ya no basta la declaración patrimonial, sino confesar los conflictos de interés.

Pienso que si el gobierno federal no lanza una señal que sacuda al país y ataque estas genuinas preocupaciones sociales, terminará por ser derrotado en el 2018.

El tsunami ya empezó.

SACIAMORBOS. Para un golpe espectacular sobran nombres.

historiasreportero@gmail.com