miércoles, 8 de abril de 2015

abril 08, 2015
Ser mujer en Turquía es cada vez más sinónimo de sangre y lágrimas. Literalmente. Como le dijo a l'Espresso Arzu Bostac que, después de ser mutilada por su marido, ahora hace un llamamiento a la ayuda médica internacional para recuperar al menos el uso de los brazos, lo cual le permitiría volver a cuidar a sus seis hijos.

La encuentro en el pequeño apartamento de sus padres en Sincan, una ciudad dormitorio de las clases menos pudientes a 40 kilómetros de la capital, Ankara. Ella está allí, en la cama junto a la ventana, el hermoso rostro mediterráneo envuelto en una mascada atada en la nuca, una almohada para cubrir la ausencia de las piernas. Los brazos hacia arriba. Parecen huesos roídos por los perros. Un "Boxing Helena" (de la película "Mi obsesión por Helena" en versión islámica. Reducida a la cara y el torso por el "amor" de un hombre. Tiene 28 años y 6 hijos.



El padre, un albañil por horas, la observa desde una silla a los pies de la cama. Es él quien a los 14 años la dio en matrimonio a Ahmed Boztas, un joven de 24 años que la vio en la calle y decidió casarse con ella. Ella al verlo tuvo una primera impresión -por lo que dice- inmediatamente negativo. "No teníamos otra opción", dice el padre hoy, mirando a su esposa, una mujer robusta de 58 años que nunca ha pisado una escuela, "Yo no podía mantenerla, teníamos ocho hijos y a los 14 años habíamos casado a las 4 mujeres. La familia de él tenía más dinero que nosotros a pesar de que él nunca ha trabajado en su vida. Por supuesto que nunca imaginamos qué le pasaría a Arzu".


Las vejaciones comenzaron de inmediato. "Me quedó claro desde el primer día que se me consideraba una sirviente por toda la familia, incluyendo a su madre. Nunca he visto un gesto de amor de ninguno de ellos", dice Arzu a través de las lágrimas. Ella quería el divorcio después de unos pocos meses, pero por aquí a menudo se obtiene el divorcio solamente tras mucha sangre. "Me dijo que si me divorciaba mataría a mi padre y a mi madre. Yo sabía que sería capaz de hacerlo".

"Y, de hecho, un día que traté de pedirle una vez más el divorcio me envolvió una toalla alrededor de los ojos y me arrastró hacia los bosques que rodeaban la granja aislada donde me vi obligada a vivir. Su intención era hacerme pedazos. Estaba a punto de meterme un cuchillo en la garganta cuando mis tres hijos varones, de 8, 7 y 6 años -quienes nos habían seguido sin hacerse notar -, me abrazaron rogándole que no me matara".

"La segunda vez que intentó matarme fue con un cuchillo de cocina durante una discusión entre su madre y yo. En ese caso su hermano intervino en el último minuto y le quitó el cuchillo".

Hace unos años, la pareja se mudó del campo a las afueras de Ankara para ocupar una de las viviendas construidas en barrios populares seleccionados por el gobierno de Recep Tayyip Erdogan. Unos meses después Ahmed violó a una mujer con discapacidad y la embarazó. "Yo hice de mediadora con su familia pidiéndoles que no lo denunciaran sino que esperaran nuestro eventual divorcio que le permitiría casarse con su hija." Por primera vez él aceptó la separación haciendo prometer a Arzu que podía quedarse con sus hijos si no regresaba a casa de su familia.

Ela aceptó y permaneció con él durante el proceso de divorcio.

Un día, hace cinco meses, después de que los cuatro hijos mayores se habían ido a la escuela, él le pidió que llevara a los niños pequeños a casa de una vecina, así los dos podrían ir a ver al abogado. "Después de llevar a los niños empecé a hacer la cama cuando de repente le oí llegar detrás de mí." Tenía una escopeta en la mano. Fríamente me dijo: "No te mataré, pero sólo tullida te divorciarás de mí".

"Entonces él me pidió que me acostara en la cama con los brazos y las piernas abiertas. Me negué y me disparó en ambas piernas. Me derrumbé en el suelo con los brazos sobre el regazo. En ese punto le pedí que me dejara al menos los brazos para que pudiera cuidar de nuestros hijos. En respuesta, me dio una patada en los brazos, apuntó y disparó contra ambos. Poco después me disparó una vez más a las piernas y a uno de los dos brazos". En total fueron siete disparos de escopeta.

"Nunca perdí la conciencia durante esos acontecimientos. Pensaba en mis hijos y mis hijas. Estaba bañada en sangre. Cuando acudió un vecino le pedí un vaso de agua. Mi marido le ordenó que no me lo diera, porque de lo contrario me mataría. Yo quería morir".

"Cuando llegué al hospital me dieron por muerta. Pero yo continúo viva. Cuando me desperté, tenía un tubo en la boca y ya no tenía piernas. Traté de hablar con los ojos". Arzu Bostac pasó 65 días en el hospital.

Sus hijos han terminado en un orfanato de donde la van a ver una vez por semana asistidos por un psiquiatra. Ella está inmóvil en una cama. El marido, en la cárcel por la violación de la mujer con discapacidad y a la espera del nuevo proceso.

La familia de él nunca se disculpó. De hecho, pide la custodia de los hijos.

La única esperanza de Arzu ahora es recuperar el uso de los brazos. Aunque sea de un solo brazo. Pero no es fácil. Necesitaría más operaciones que por no ser de vida o muerte no son proporcionadas gratuitamente por los  servicios de salud turcos. Por ello hace un llamado a los  médicos internacionales para encontrar ayuda.

Si recuperara el uso de un brazo podría conseguir un par de prótesis para las piernas, comenzar a moverse y volver a tener con ella a sus hijos. De lo contrario, no le queda otra que esperar la muerte en cama. (Federica Bianchi / l'Espresso)