miércoles, 26 de noviembre de 2014

noviembre 26, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez / 26-XI-14

Los testimonios son muy detallados. Dolorosamente detallados. He tenido acceso a las declaraciones de los seis sicarios que han sido detenidos por las autoridades federales como sospechosos de haber asesinado, triturado, embolsado y arrojado al río a los estudiantes de Ayotzinapa.

Tres de los ejecutores resaltaron ciertos rasgos físicos particulares y algunas características de los aspectos de los chavos que permitieron a representantes de los padres de familia y conocidos de los jóvenes identificar como víctimas de ese destino a cinco normalistas con nombre y apellido, según me lo han confiado.


No dejan de ser “dichos” de delincuentes confesos que en muchos de los casos no convencen a los papás ni significan una prueba definitoria para quienes están esperando que los exámenes de ADN encargados a la Universidad de Innsbruck en Austria sean contundentes en la identificación de los restos óseos.


Estos resultados, cuando mejor, estarán listos la primera semana de diciembre. Y siempre existe la posibilidad de que la respuesta sea que no fue posible obtener ADN de los fragmentos óseos que les envió el gobierno federal mexicano.

Los escenarios inmediatos son francamente críticos para el presidente Enrique Peña Nieto y su administración porque el más optimista considera que sólo algunos de los 43 puedan ser identificados con el registro genético de sus familias.

Eso no brindaría sosiego a la mayoría de los padres de familia, no mejoraría la denominación de “desaparecidos” para el grueso de los 43, no calmaría la exigencia de “vivos se los llevaron, vivos los queremos” y en cambio mantendría encendida la bandera de Ayotzinapa en los tiempos por venir.

Los saldos políticos son para la historia:

El desdén a tantas alertas sobre la situación en Guerrero, la tardanza en darle al caso la importancia toral que tenía desde un inicio, y la falta de sensibilidad y cercanía que ha exhibido hacia los dolientes son sin duda responsabilidad del gobierno federal, y merecen todas las críticas, acusaciones y manifestaciones nacionales e internacionales. A fin de cuentas, como cabeza del Estado toca al Presidente Peña hacer frente y pagar por los errores de gestión.

Lo que me parece asombroso es que con toda impunidad y desfachatez enarbolen las solicitudes de renuncia, las exigencias de justicia y los gritos de “¡Ya basta!” algunos de los políticamente imputables por la tragedia: Andrés Manuel López Obrador y la pandilla de Los Chuchos (Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Carlos Navarrete) en el PRD, a través de sus reconocidos y confesados operadores —Lázaro Mazón y Ángel Aguirre, respectivamente— encumbraron a los autores intelectuales de la desaparición de los 43.

SACIAMORBOS. Con los ánimos tan tensos, el partido de hoy Pumas-América en CU es considerado “foco rojo”. Ya habían acordado la UNAM y la Femexfut que se jugara a las 6 pm para minimizar riesgos. El gobierno del DF lo mandó a las 10 pm y más de uno levantó las cejas. El encuentro va a terminar a medianoche. Ojalá no pase nada. Ya sabemos a dónde apuntaría la responsabilidad.

carlosloret@yahoo.com.mx