miércoles, 5 de octubre de 2016

octubre 05, 2016
Carlos Loret de Mola Álvarez

Una vez más en su carrera política, Andrés Manuel López Obrador rechazó presentarse en un debate. Sucedió antier en el programa de televisión a mi cargo. El dirigente nacional de Morena fue convocado para discutir con sus homólogos de PAN, PRI y PRD.

Semanas antes, el panista Ricardo Anaya y el priista Enrique Ochoa lo habían retado a debatir. También declinó con el argumento de que él quiere en realidad un frente a frente con Carlos Salinas de Gortari, a quien ubicó como jefe de ambos.

¿Es buena esta estrategia de López Obrador? Dicen muchos expertos que sí, que no aceptando los debates se pone por encima de los demás contendientes a la Presidencia, que él es el adversario a vencer, que tiene que haber primero una suerte de “eliminatoria” entre todos los demás para ver quién gana el boleto que le da derecho a confrontarse con el tabasqueño.


Entiendo los argumentos, pero respetuosamente me parece que son de otra época política:

1.— En el año 2006, López Obrador iba muy cómodamente arriba en las encuestas de la carrera presidencial, pero se fue desplomando a partir de que rechazó acudir al primer debate entre candidatos. Presumió que él era el puntero, que sus rivales debían tener una semifinal para luego verse las caras con él. Esta estrategia le hizo perder toda su ventaja y la elección tuvo un final de fotografía en donde fue declarado derrotado.

2.— Hoy estamos en la era en donde las redes sociales influyen brutalmente en la política. Sus usuarios son tan poderosos como cualquier medio de comunicación tradicional (televisoras, periódicos, estaciones de radio, revistas), y lo que marcan y exigen los usuarios de internet y las nuevas generaciones son respuestas inmediatas, contestaciones en tiempo real, confrontaciones directas. Y lo exigen todos los días, en todos los momentos, siempre. Y esto ha permeado más allá de las redes. Hoy, el que se tarda en revirar pierde la mitad del impulso. Esta época está marcada por quienes “le entran”, no por quienes “le sacan”.

3.— El gran obstáculo que debe superar Andrés Manuel López Obrador si quiere de verdad ganar la Presidencia es el miedo que él mismo genera. Para convencer a esos votantes a quienes atemoriza, qué mejor que mostrarse abierto, democrático, dispuesto al debate, más aún cuando las circunstancias políticas del país y el llamado “humor social” son un viento a su favor. ¿Por qué no aprovechar este ambiente para mostrarse “presidenciable” ante el gran público? Además, con las cosas como están, parecería que tiene todo para ganar.

Así que a mí me parece una mala estrategia de López Obrador no aceptar los debates. Se puede especular mucho sobre sus motivos, que si le faltan argumentos, que si quiere perder y victimizarse, que si hay aspectos para los que no tiene defensa, que está mejor administrarse porque faltan dos años… La respuesta real sólo la sabe él. El costo o beneficio de esta estrategia también será sólo para él.

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