viernes, 11 de septiembre de 2015

septiembre 11, 2015
Armando "Catón" Fuente Aguirre


Nación hermana. El cuento que descorre hoy el telón de esta columnejilla es de color subido. Las personas con escrúpulos morales deben evitar poner en él los ojos, y empezar la lectura hasta la línea que dice: "La esposa de Libidiano se disponía a salir de viaje", etcétera. Don Veterino, señor de edad provecta, iba por el campo con su nieto, y le vino en gana desahogar una necesidad menor. Desahogándola estaba cuando el muchacho le dijo: "Abuelo: te estás mojando los zapatos". "Caramba -se azaró don Veterino-. Debo tener una excitación sexual, porque siempre lo que me mojo son los éstos"... La esposa de Libidiano se disponía a salir de viaje. Llamó a su pequeño hijo y le advirtió: "Si en mi ausencia te da miedo por la noche no vayas a acostarte en la cama de tu papá". "Nunca lo hago-respondió el pequeño-. Mi papá es más miedoso que yo, y en tu ausencia se va a acostar en la cama de la muchacha"... Don Chinguetas le dictó su testamento a un notario público: "Dejo todos mis bienes a mi esposa Macalota, con la única condición de que antes de que se cumpla un año de mi muerte se consiga un nuevo esposo y contraiga un segundo matrimonio". "Insólita condición es ésa" -manifestó con extrañeza el fedatario-. ¿Por qué lo del nuevo marido?". Explicó don Chinguetas : "Quiero que al menos haya una persona que lamente mi fallecimiento"... La mujer de Babalucas le dijo: "Tus zapatos están en los pies equivocados". "No es cierto -replicó él-. Son mis pies"... Un hombre iba por la calle caminando con las manos apoyadas a ambos lados de la cintura. Un majadero tipo le gritó: "¡Adiós, reina!". "¡Nada de reina! -exclamó hecho una furia el individuo-. ¡Me robaron las sandías!"... Guatemala es un hermoso país. Sus bellezas son incontables, igual que las penas y dolores que su pueblo ha sufrido. Los chapines están orgullosos de su patria, y con razón. Un guatemalteco, amigo y compañero mío en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, me preguntó una vez: "Dime, Fuentes: ¿cómo se sienten ustedes los mexicanos viviendo entre dos potencias mundiales?". Pues bien: esa nación hermana nos demuestra ahora que es una potencia mundial en la lucha contra la corrupción de los políticos. En todas partes hay una mala ralea de hombres -y mujeres- sin conciencia que se valen del poder para enriquecerse hasta la séptima generación, o más. Los países donde reina la impunidad (entiendo que México tiene en ese renglón el campeonato universal) deben aprender de Guatemala a perseguir y castigar a los corruptos. Útil aprendizaje es ése: sirve para evitar que las naciones caigan primero en la indignación social y luego en la anarquía y el caos. A los gobernantes de mi país les digo: si ves las barbas de tu vecino cortar... ¡Paradislero mentecato, inane escribidor! La última frase que pusiste aquí -esa de las barbas del vecino, etcétera- me provocó un repeluzno que me bajó por la raquis desde la vértebra cervical hasta no quiero decir dónde. ¿Acaso te sientes ya profeta, como algunos miembros del episcopologio que son capaces de desfilar a lomos de un rinoceronte vestidos con sus hopalandas o hábitos de apantallar si eso les garantiza que saldrán en el periódico o la tele? Ea, deja de lado la clámide y coturnos del arúspice pompático y luego vuelve a tus rambulerías. (Caón, lo único que entendí de esta última frase fue "deja de lado" y "vuelve a". En lo demás me quedé en Babia). Narra un chascarrillo final y luego toma el portante, quiero decir esfúmate, bórrate, desaparécete. La señorita Peripalda, catequista, tenía un perico al cual había enseñado un amplio repertorio de oraciones. El loro sabía recitar tanto en español como en latín la magnífica, el kirie, el agnusdéi y el sanctus, y cantaba con tono de nasardo lo mismo el alabado nuevo que el viejo. En su ingenuidad de doncella candorosa la señorita Peripalda pensó que el cotorro podía enseñarles esos rezos a las gallinas del corral, cuya conducta con el gallo la escandalizaba. Llevó, pues, al perico al gallinero. Tan pronto el gallo lo vio fue hacia él con evidentes intenciones de libídine. "¡Momento! -lo detuvo el loro con ademán imperioso-. ¡Yo no soy prostituto, soy profesor de idiomas!". FIN.