jueves, 1 de enero de 2015

enero 01, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre



Don Ulpiano, juez de lo familiar, interrogaba a la señora Medusia, mujer de armas tomar. “¿Es cierto -le preguntó, severo- que injurió usted a su marido diciéndole altitonantes adjetivos tales como ‘pendejo’, ‘cabrón’ y ‘malandrín’?”. Contestó ella: “Lo de ‘malandrín’ no lo recuerdo, señor juez, pues no es palabra que usualmente emplee en mi vocabulario, pero los otros términos sí se los dije. Y podría repetírselos, pues si lo conociera usted sabría que es una cosa y la otra”. “Muchos hombres lo son, señora mía -razonó el juzgador-, por no decir que todos, pero eso no justifica que sus esposas se lo digan. Lo pueden pensar, sí, y aún compartir esa opinión con su mamá, sus amigas y vecinas, pero de ahí a decírselo personalmente hay mucha diferencia, tanto que el código punitivo tipifica esos vocablos como injurias. Leo también en el acta que llamó usted ‘cornudo’ a su marido. ¿En verdad le dijo así?”. “Se me olvidó decírselo -declaró doña Medusia-. Pero de que lo es, lo es”. “¡Feliz Navidad! -gritó Astatrasio. Alguien le hizo notar: “La Navidad ya pasó”. Aclaró el beodo: “Estoy empezando a celebrar la próxima”... El padre Arsilio iba en su modestísimo fotingo por un camino rural, y vio a una rancherita que trabajaba en una casa por el rumbo al que él se dirigía. Detuvo su vehículo y la invitó a subir para llevarla. La muchacha aceptó, agradecida, y cuando el señor cura la dejó en su destino empezó a manifestarle con vivas palabras su gratitud. “Ni lo menciones, Bucolina -la interrumpió el buen sacerdote-. Ni lo menciones’’. Ya en la casa donde servía le contó la muchacha a su patrona: “Encontré al padre Arsilio en el camino, y me subió a su coche”. “¿Ah sí? -se interesó la señora, que era doña Chalina, mujer amiga de chismes y cotilleos-. Y ¿qué sucedió?”. Responde muy seria Bucolina: “Lo que sucedió me pidió el señor cura que ni lo mencionara”... El teatro ha sido una de mis pasiones entre las mil que la generosa vida me ha otorgado. Yo digo que en esto del vivir todo lo que no sea pasión es desperdicio. En cierta ocasión subí al palco escénico -así se decía- para representar una deliciosa comedia del español Jardiel Poncela llamada “Una noche de primavera sin sueño”. Ahí se recitan estos versos: “El crepúsculo es siempre igual: / el sol se esconde en el fanal / de unas nubes incandescentes. / El crepúsculo es siempre igual... / ¡Pero los hay tan diferentes!”. Nada nos indica que el Año Nuevo sea realmente un nuevo año, un año diferente. La cuenta de los días es invención humana. En el tiempo no existe la cifra de los años que con tanta crueldad aparecen contabilizados en el rostro y el cuerpo. Y sin embargo cada año que comienza es una renovación. El primer día del año echa a volar de nuevo la esperanza, esa frágil libélula que empecinadamente se niega a desaparecer aun en medio de las adversidades. Hay quienes pronostican que el 2015 será peor que el año que se fue. Podrá ser peor o podrá ser mejor, quién sabe, pero es otro año, otra oportunidad de vida. Por mi parte no me propongo componer el mundo, y ni siquiera arreglar este país, ni la ciudad en que vivo mis amores, pero he decidido poner en orden el cajón de mi escritorio. Con eso, creo, haré una contribución -modesta si se quiere, pero contribución al fin- a la armonía del universo, rota ahora por el desorden que hay en mi cajón. De paso procuraré arreglar también los cajones de mi vida, que andan también muy desarreglados. A mis cuatro lectores les deseo que su libélula no deje de volar... Don Hornero estaba en el bar con sus amigos. Muy orgulloso empezó a hacerles una cumplida relación de las cualidades de su esposa. “Es una excelente administradora -dijo-. Cocina en forma extraordinaria; puede sostener una conversación sobre cualquier tema. Además -lo mejor de todo- hace el amor divinamente. En la cama es una Thais, una Mesalina, una Friné. Su catálogo de artes eróticas es mayor que el de artículos ofrecidos por la empresa Sears, Roebuck & Company, y en comparación con sus saberes lúbricos el Kama Sutra es un manual para principiantes”. Al oír esta alabanza declaró uno de sus achispados compañeros: “De lo de la administración, la cocina y la conversación no sé, compadre; pero lo de la cama me consta que es verdad”... FIN.