lunes, 2 de noviembre de 2015

noviembre 02, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Camino de la muerte. El cuento que descorre hoy el telón de esta columnejilla no sólo es sicalíptico: además tiene tufo de vulgacho. Si lo doy a los tórculos es porque me gusta suscitar las iras de doña Tebaida Tridua, censora de la pública moral, y también de la privada si el caso lo amerita. "Algo es moral cuando te sientes bien después de hacerlo, y es inmoral cuando después de hacerlo te sientes mal". Esa frase, que se diría perteneciente a la señorita Peripalda, catequista, es en verdad de Hemingway. Quienes tengan tiquismiquis moralistas seguramente se sentirán muy mal después de leer el chascarrillo que ahora sigue. Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, llegó a una farmacia y le pidió al encargado: "Deme una docena de condones". Le preguntó el farmacéutico: "¿De los Sico?". "No -respondió el tal Afrodisio-. De la ésta". (No le entendí). La linda socia del club nudista acudió a la consulta del doctor Ken Hosanna. Después del correspondiente examen el médico le dijo a la muchacha: "Está usted embarazada, y va a tener gemelos". "¡No es posible! -protestó ella-. ¡Lo único que hacemos en el club es mirarnos!". Replicó el facultativo: "Pues algún socio de su club debe tener la mirada penetrante, y además ser bizco". Hay en Saltillo una escuela que lleva el nombre de mi madre: Carmen Aguirre de Fuentes. También hay una calle con su nombre: cuando Rosendo Villarreal fue alcalde hizo que la calle que bordea por el sur al Teatro de la Ciudad llevara el nombre de quien fue mujer de letras, pionera en la lucha por los derechos de la mujer y primera dama del teatro saltillense. Es fecha que no termino aún de agradecerle a Rosendo ese homenaje que rindió a mi madre. Pasa el tiempo -eso es lo mejor que sabe hacer, a más de curar heridas-, y ahora los alumnos y maestros de la Escuela Carmen Aguirre de Fuentes pusieron un altar de muertos con mi nombre y mi retrato. También se los agradezco. Estoy vivo todavía -creo- y no he abrazado aún a la novia muerte, aunque sé que me espera a la vuelta de la esquina. Pero soy todavía un aprendiz de muerto, y ni siquiera me he visto en el trance del borrachito aquel cuyos errados pasos lo llevaron al panteón y lo hicieron caer en una tumba abierta en cuyo fondo se quedó dormido con el pesado sueño de la beodez. A la mañana siguiente despertó. Con mirada legañosa se vio en aquella huesa, y miró arriba las cruces de las tumbas y los cipreses funerarios. No lo invadió el pánico. Aristotélico sin saber que lo era echó mano a la lógica y se dijo: "Razonemos. Si estoy vivo ¿por qué me hallo en el fondo de una tumba? Y si estoy muerto ¿por qué tengo tantas ganas de mear?". Todos vamos camino de la muerte -vale decir que todos vamos camino de la vida-, y lo que hace aquel altar de muertos con mi efigie es recordarme que la final posada ya está cerca. Agradezco ese memento a los profesores y estudiantes de la escuela que lleva el nombre de mi madre, y les prometo que pondré todo lo que esté de mi parte para no defraudar su profecía. Doña L. Fanta, mujer corpulenta y de estatura procerosa, fue con el ginecólogo. En el curso de la observación dijo el doctor: "Esto está profundo profundo profundo profundo profundo". La mujer se molestó: "No necesita usted decir eso tantas veces". Acotó el facultativo: "Lo dije nada más una vez. Lo demás fue el eco". Babalucas quedó desempleado. Un amigo le dijo: "La señorita Trisagia necesita un dependiente en su tienda de abarrotes. Lo único que pide es que el solicitante sea fuerte, que acredite buena conducta y tenga testimonios. Tú reúnes los requisitos; seguramente te dará trabajo. Pero ten cuidado al tratar con ella, pues es mujer muy puritana". Al día siguiente el amigo se topó en la calle con Babalucas. Le preguntó, extrañado: "¿No obtuviste el empleo?". Respondió el badulaque: "No". "¿Por qué?" -quiso saber el otro. Relató Babalucas: "La señorita me preguntó si era yo fuerte, y se lo demostré levantando en alto un saco de maíz de 75 kilos. En seguida me preguntó si tenía yo buen comportamiento, y le dije que en la escuela siempre saqué 10 en conducta. Luego me pidió que le mostrara mis testimonios. Creo que ahí fue donde perdí el empleo". FIN.