En 1930, en la villa de Peto había llegado algunos "iniciados" de la masonería a formar una sucursal (¿así se dice?) para el avance de la "razón" en medio de tanta selva, de tanta superstición y de tantos "malos vientos". El 7 de noviembre de 1930, el Diario de Yucatán decía que:
"En la semana pasada se inició en la Logia Estrella del Sur de esta villa el señor Mariano Castillo C. Después del ritual ofreció a los masones una espléndida cena".
Podría decirse, que los masones eran y siguen siendo, un elemento extraño, decimonónico (me refiero para el país solamente), anacrónico y conservador, frente a los nuevos vientos que desde fines del siglo XIX las enseñanzas de Marx, de Bakunin, et al, habían implantado. En 1930, ser masón era un sinónimo de anacronismo.
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