sábado, 16 de agosto de 2014

agosto 16, 2014
SEÚL, Corea del Sur, 16 de agosto.- «Los laicos fueron los primeros apóstoles de Corea». Hace calor mientras cientos de miles de fieles (800 mil según el cálculo de padre Lombardi; un millón según los organizadores) escuchan en absoluto silencio las palabras de Papa Francisco, que en la enorme plaza de la Puerta de Gwanghwamun en Seúl acaba de beatificar a 124 nuevos mártires coreanos, en este tercer día de su viaje asiático. Fue la ocasión para que el Papa insistiera en la importancia de los laicos para la misión de la Iglesia. Francisco saludó a las personas de la plaza lo más que pudo, sobre todo a los familiares de las víctimas del ferry "Se Wol", con quienes se detuvo a charlar.

El viaje de cinco días del líder de la Iglesia católica a Corea del Sur, que alberga a 5.4 millones de fieles de esta religión, se considera histórico al ser el primero de un papa al país en 25 años y la primera en dos décadas a Asia Oriental.

La misa, celebrada con los paramentos rojos, color que simboliza el martirio, comenzó con el rito de beatificación. Paul Yun Ji-Chung y sus 123 compañeros mártires constituyen la primera generación de católicos coreanos. Paul fue martirizado con su primo por haber violado los rituales confucianos al organizar funerales católicos para su madre. En el grupo de compañeros, todos laicos, hay un solo sacerdote, James Ju Mun-mo, chino, que fue el primer sacerdote que pisó la península coreana, el primero que celebró misa en esta tierra. Era famoso por su compromiso misionero y, a seis años de su llegada, los católicos eran 10 mil. Después de su decapitación, su cabeza fue expuesta al público. Un gran y largo aplauso saludó la proyección de la imagen de los 124 nuevos mártires en las dos mega-pantallas que había a ambos lados del altar.

El papa Francisco celebró hoy una ceremonia de beatificación de 124 mártires coreanos en el centro de Seúl con la asistencia de cientos de miles de personas, en el principal evento de su tercer día de visita a Corea del Sur.

El pontífice comenzó una misa a las 10.00 hora local (01.00 GMT) al aire libre en la emblemática plaza de Gwanghwamun para beatificar a los mártires, todos ellos de la primera generación de víctimas de la persecución religiosa en el país de los siglos XVIII y XIX.

Frente a las autoridades religiosas, desplegados a lo largo de más de 500 metros desde el Ayuntamiento hasta el histórico palacio de Gyeongbok, se concentraron los 170,000 invitados a la ceremonia, aunque la policía calcula que hasta un millón de personas acudieron hoy al centro de Seúl para ver al Papa.

Durante la misa, que brindó al aire libre en la emblemática plaza de Gwanghwamun, el pontífice criticó el consumismo de las sociedades actualesy la abundancia material y recalcó la importancia de la fe.

Entre los invitados había 400 familiares de víctimas del naufragio del ferry Sewol, que desde hace semanas acampan en Gwanghwamun para protestar contra el Gobierno y exigir una investigación independiente.

Católicas usaron "mantillas" con la imagen de Francisco.

En su homilía, el Papa propuso el ejemplo de Pablo Yun Ji-chung -un noble arrestado por haber dado sepultura cristiana a su madre y decapitado a continuación por orden del rey el 8 de diciembre de 1791- y de los otros 123 mártires, como un estímulo para extender todavía más «el ejemplo de fe y de caridad que les han transmitido sus antepasados».

Francisco comenzó el día con una breve visita al Santuario de los Mártires de Seosomun, un lugar histórico en el centro de la capital donde se produjo el número de ejecuciones de los primeros católicos coreanos.

Papa Francisco en Seúl beatificó a 124 coreanos que hace dos siglos perdieron la vida debido a su fe. Ayudaron a los pobres y «su ejemplo tiene mucho que decirnos, que vivimos en una sociedad en la que al lado a inmensas riquezas crece de forma silenciosa la más abyecta pobreza»


«Cristo es victorioso y su victoria es la nuestra. Hoy celebramos esta victoria en Paolo Yun Ji-chung y en sus 123 compañeros», dijo Francisco en la homilía. «Todos vivieron y murieron por Cristo y ahora reinan con Él en la alegría y en la gloria […] en la muerte y en la resurrección de su hijo, Dios nos ha dado la victoria más grande de todas». Bergoglio subrayó la importancia de su vocación laica en virtud del bautismo. «En la misteriosa providencia de Dios, la fe cristiana no llega a a Corea mediante los misioneros; entró gracias a los corazones y las mentes de la misma gente coreana. Fue estimulada por la curiosidad intelectual, por la búsqueda de la verdad religiosa. Mediante un encuentro inicial con el Evangelio, los primeros cristianos abrieron sus mentes a Jesús. Querían conocer más sobre este Cristo que sufrió, murió y resucitó de entre los muertos».

«Los laicos fueron los primeros apóstoles de Corea -dijo el Papa. ¡Esta historia nos dice mucho sobre la importancia, la dignidad y la belleza de la vocación de los laicos!». Francisco recordó a los sacerdotes y a los consagrados que Jesús no pide «alejarnos del mundo», sino que los envía para que sean «levadura de santidad y verdad. Los mártires nos indican el camino».

El Papa después dijo que los nuevos beatos «sabían el precio de ser discípulos, estaban dispuestos a grandes sacrificios y a dejarse despojar de todo lo que pudiera alejarles de Cristo: los bienes de la tierra, el prestigio, el honor, porque sabían que solo Cristo era su verdadero tesoro». Hoy, «a menudo experimentamos que nuestra fe es puesta a la prueba en el mundo, y de muchísimas maneras se nos pide llegar a compromisos sobre la fe, diluir las exigencias radicales del Evangelio y adecuarnos al espíritu de los tiempos. Sin embargo, los mártires nos llaman a poner a Cristo por encima de todo y a ver todo lo demás en este mundo en relación con Él y con su reino eterno. Ellos nos provocan para que nos preguntemos si hay algo por lo que estaríamos dispuestos a morir».

Además, desde su cuenta de Twitter, Francisco indicó al mundo que "Los mártires nos enseñan que la riqueza, el prestigio y el honor son de poca importancia: Cristo es el único y verdadero tesoro". (Andrea Tornielli / La Stampa / La Repubblica)