miércoles, 21 de marzo de 2018

marzo 21, 2018
JERUSALÉN, 21 de marzo de 2018.- Once años después, Israel reconoce por primera vez que destruyó el incipiente reactor nuclear sirio. Con la decisión este miércoles de desclasificar documentos secretos, el ejército israelí rompe su política de ambigüedad (basada en no confirmar ni desmentir) sobre uno de los ataques aéreos más importantes de su historia. Comparable, según fuentes israelíes, a la que llevó a la destrucción de la planta nuclear iraquí de Osirak en 1981.

Después de que en marzo del 2007 agentes del Mosad lograran irrumpir en Viena en el ordenador del jefe de la Agencia de Energía Atómica siria, Ibrahim Othman y que soldados fueran enviados a Siria para recoger pruebas del suelo en el terreno en Siria que confirmaran las sospechas sobre el supuesto plan del presidente Bashar Asad, el entonces primer ministro israelí, Ehud Olmert, ordenó la operación a 450 km al norte de Damasco.

Imágenes satelitales del bombardeo. (AFP)

Ocurrió en la noche del 5 de septiembre del 2007 cuando ocho F-16 y F-15 israelíes despegaron de varias bases, irrumpieron en el espacio aéreo sirio y atacaron la planta de Al Kibar situada en la provincia oriental siria de Deir Ezzor. En pocos minutos-señala ahora Israel- se desbarató el proyecto secreto que Asad promovía con la asistencia de ingenieros norcoreanos.

Según declara ahora el entonces ministro de Defensa, Amir Peretz, "el reactor estaba a punto de ser terminado. La operación fue vital ya que permitió suprimir una amenaza existencial emergente para Israel y toda la región sin mencionar qué hubiera pasado en la guerra civil siria si esas armas llegan a determinadas manos".

"Cuando te encargan atacar un reactor nuclear, sabes que no puedes cometer el mínimo error", afirma uno de los pilotos que participó en un bombardeo que empleó 17 toneladas de explosivos.

Siria siempre negó las acusaciones sobre un proyecto nuclear. "Es un edificio en construcción solo con fines militares", declaró Asad años después sobre el objetivo atacado en el desierto. En el 2011, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) señaló que es "muy probable" que la planta fuera efectivamente un reactor y construido probablemente con la asistencia de Corea del Norte.

"Debemos ponernos en la piel de Asad. Si no hacemos público el ataque, no se verá obligado a responder", afirmó el entonces jefe del Mosad, Meir Dagan en una de las reuniones previas al ataque. La década de silencio oficial evitó una respuesta militar siria que quizá hubiera conducido a una guerra regional tal y como temía Estados Unidos. La Administración Bush estaba al tanto de los hallazgos de la Inteligencia israelí y de la intención de atacar el reactor en construcción. Washington no dio luz verde de forma explícita pero tampoco roja. Olmert lo entendió como permiso para enviar sus cazas de combate.

Una vez que los pilotos israelíes volvieron a sus bases y las imágenes confirmaron la destrucción de la planta en Deir Ezzor, Olmert llamó desde el cuartel general de Tel Aviv (Kiria) a Bush que en esos momentos estaba de visita oficial en Australia. "Sólo le quiero decir, señor presidente, que algo que existía ya no existe más", le dijo. (Sal Emergui / El Mundo)

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