VITTEL, Francia, 4 de julio de 2017.- El Tour pierde a Peter Sagan, la gran figura del ciclismo mundial y ganador los últimos cinco años del maillot verde (el mejor en la clasificación por puntos), expulsado de la carrera por mandar a Cavendish al hospital con un codazo en un sprint a 70 por hora.
Los sprints no están hechos para corazones débiles, ni para quejicas. La exaltación de la sangre, la velocidad y la adrenalina, de la fuerza bruta, la temeridad, el aullido salvaje y el crujir de bicicletas es cosa de brutos, de bárbaros, de ciclistas de músculos duros como piedras como Sagan, eslovaco, y Cavendish, británico, que convierten las llegadas en batallas a 70 por hora sobre ruedas de un centímetro. Los reglamentos y los comisarios lo saben y se adaptan. Forman parte, la parte loca y necesaria, el desprecio por el riesgo, del ciclismo, que no es un juego, sino un combate. Pero siempre fijan un límite para evitar que los ciclistas acaben siendo gladiadores, y el Tour, un circo.
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El codazo de Peter Sagan a Cavendish. (EFE) |
Cavendish corrió mal y, a falta de 100 metros, intentó remontar por las vallas, el hueco que ningún rival deja abierto nunca. Sagan, tampoco. Con pericia cerró la puerta, pero Cavendish, uno que no se arruga, no frenó. Rebotó contra el cuerpo de acero del campeón del mundo, que, además, abrió el codo, sin soltarlo del manillar, para cerrar del todo el paso. Con el cuerpo del inglés de la isla de Man, caído en el suelo, dando vueltas sobre el asfalto, tropezaron Ben Swift y John Degenkolb, otros dos sprinters. Cavendish acabó en el hospital con una posible fractura de clavícula; Sagan terminó segundo, pero después, los comisarios le expulsaron del Tour, por comportamiento voluntariamente violento y peligroso. "No sabía que Cavendish venía por ahí", se disculpó el eslovaco.