jueves, 30 de marzo de 2017

marzo 30, 2017
CIUDAD DE MÉXICO, 30 de marzo de 2017.- Anoche el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) lamentó el fallecimiento del poeta chiapaneco Juan Bañuelos, quien tenía 84 años, “por complicaciones respiratorias”.

Confirmó la noticia, que se dio a conocer en redes sociales a través del INBA, su hija Cecilia Bañuelos.

Los restos del autor nacido el 6 de octubre de 1932 en Tuxtla Gutiérrez y que perteneciera al grupo de cinco poetas denominado “La Espiga Amotinada” serán velados en la funeraria García López de General Prim de la colonia Juárez, en la Ciudad de México.

Juan Bañuelos. (El Universal)

En 1960, los poetas de este grupo publicaron un volumen denominado precisamente La espiga amotinada, el cual reunía los siguientes libros: Puertas del mundo, de Juan Bañuelos; La voz desbocada, de Óscar Oliva; La rueda y el eco, de Jaime Augusto Shelley; Los soles de la noche, de Eraclio Zepeda, y El descenso, de Jaime Labastida.

Cada uno de los libros que integraron el volumen colectivo iba acompañado de un prólogo en el que cada poeta manifiesta sus opiniones sobre el quehacer poético.

Bañuelos llamó a su prólogo “Sobre la tierra”, del que dijo se inclina por una “poesía de visiones”, por una poesía “profética” que persiga una “simultaneidad de tiempos o épocas para lograr una total experiencia del mundo”.

Ensayista, profesor universitario, editor y activista social, Bañuelos nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 6 de octubre de 1932, y su poesía fue considerada por el premio Nobel Octavio Paz como poderosa y el Premio Cervantes Juan Gelman lo llamó “un poeta que sabe que ‘las palabras son hijas de la vida’”.

Es Gelman quien mejor definió el compromiso de Bañuelos con las palabras y la poesía en un texto publicado en estas páginas en 2001. “Su voz se instala en la historia, pero no de cualquier manera: él oye el habla de las cosas y está atravesado por el tiempo de todos. No sólo el de hoy. Este chiapaneco recorre la realidad con ojos antiguos muy presentes y provoca el encuentro de misterios. ‘El misterio imita al hombre’, dijo.

“Su palabra abraza a la Naturaleza para volverla infancia y devolverla al lugar que nadie puede escupir. Aquí asoma el prodigio: Bañuelos funde su mito personal con los mitos colectivos del pasado y en su materia irreductible encuentra brillos de futuro. Es, como quiso, agua para todos que nunca se agota.

“Sus imágenes tienen cara de recién sacadas de la tierra. Viven en estado constante de admiración, asombro y estupor. Estremece estas páginas una atención ética a ‘las luchas de los hombres y las batallas del espíritu’ y, sobre todo, al enigma humano. Juan Bañuelos no va al pueblo, es pueblo desde allí, desde su humildad y su fulgor, desde la explotación, el hambre, la pobreza. De todo Juan sabe extraer belleza y esperanza, y esto es un milagro. Lo verdaderamente milagroso de los milagros, avisó Chesterton, es que a veces se producen.

“En Bañuelos todo se vuelve otro y jamás despide el olor a moho de la costumbre poética. No mira lunas fósiles. En su poesía estallan viejas cóleras y sufrimientos de un pasado que presenta facturas todavía sin pagar. En la contradicción de esa no contemporaneidad con el presente que no la resuelve, Bañuelos avizora cargas de porvenir. Y no hay distancias entre tal saber memorizado y los territorios de la infancia, porque ni el uno ni los otros aceptan la injusticia. Toda injusticia mutila al niño de los hombres.

‘‘La poesía de Bañuelos no sólo ocupa la unidad de los contrarios: también ciñe la unidad de la unidad y los contrarios. Su palabra es joven, clara, vivida, y corrige lo que pasó. El dueño de esa palabra habrá nacido en 1932, pero tiene más de cinco siglos en su edad. ‘Con los que no conozco ni me conocen, caigo’, dijo. Y cumple con su propósito de tiempo: abarcar todas las épocas.”

Este miércoles Bañuelos dejó de abarcar todas las épocas. Su palabra, aquella que comenzó a escucharse en la poesía en los años 50 del siglo pasado y que se unió amistosamente a autores como Rosario Castellanos y Jaime Sabines, queda escrita en libros como No consta en actas, Destino arbitrario, Vivo, eso sucede, A paso de hierba y El traje que vestí mañana. Una poesía traducida a diversos idiomas.

Ante la violencia, volver a la poesía

Juan Bañuelos recibió varios premios, entre ellos los nacionales de Poesía Aguascalientes y Carlos Pellicer, así como el José Lezama Lima, y otros conferidos en países como Cuba, que con la Distinción por la Cultura reconoció su inclaudicable compromiso con la Revolución Cubana, su activa labor en la divulgación y defensa de las conquistas, valores, tradición histórica e identidad cultural del pueblo cubano, así como a la destacada contribución que brinda al movimiento internacional en defensa de la humanidad.

La obra y palabra del autor no se dedicó exclusivamente a la poesía: fue un activista que hizo de la lucha y el compromiso social una parte destacada en su hacer. Denunció, entre otros, la pobreza de los indígenas, la matanza de Acteal, participó en la Comisión Nacional de Intermediación, criticó la situación de violencia que se vive en el país, aunque para él, “cuando vienen estas situaciones extremas, en un país o en el mundo, la gente vuelve a la lectura de la poesía, porque ve que dentro de ella están las contradicciones personales y de la sociedad, y entonces comienza a leer y comienzan a darse poetas que también empiezan a hablar de las contradicciones que se viven.

Es por eso que la poesía tiene un lugar primordial. Es decir, cuando vienen esos casos extremos, la gente vuelve a la lectura de lo que más le duele, dijo Juan Bañuelos en una entrevista con La Jornada el 6 de octubre de 2012 con motivo de su cumpleaños 80. (apro / Ericka Montaño Garfias / La Jornada)