lunes, 1 de diciembre de 2014

diciembre 01, 2014
Héctor Rodolfo López Ceballos

Hoy se cumplen dos años del gobierno de Enrique Peña Nieto, apenas dos años. Probablemente jamás un sexenio había parecido tan largo y eterno en tiempos modernos como el del presidente de las revistas y los medios de comunicación. 


Peña Nieto juró como presidente de la República hace 730 días. Los eventos de aquel primero de diciembre parecían vaticinar lo que acontecería durante los siguientes meses, años incluso –pues la cosa no se ve muy prometedora- de su gobierno. Violencia, impunidad, manifestaciones masivas, enfrentamientos entre los mexicanos y el Estado, complicidad de algunos partidos de oposición con el gobierno entrante para sacar adelante un paquete de Reformas dudosas y que no complacen a la ciudadanía en general. En fin, el escenario pintaba perfecto para un gobierno federal inestable, una democracia endeble y enfermiza y mucha, mucha propaganda oficial que exalte sin medida los logros criticables del Estado Mexicano.

El actual jefe del Ejecutivo Federal no tiene mucho que celebrar en su segundo año en el cargo, pues se ha convertido en el presidente más impopular que ha tenido México, al menos en los últimos 20 años. La encuesta realizada por El Universal señala que sólo 41% de los encuestados aprueba la administración de Peña, mientras que es reprobada por un 50%. La encuesta del diario Reforma es aún más dura, pues señala que un 39% de la muestra está conforme con el gobierno peñista y muy por el contrario, un 58% lo descalifica. 

Y es que con el discurso de asumir el costo político que haya que asumir, el gobierno 2012-2018 ha ido de mal en peor y poco a poco ha logrado poner a muchos sectores en su contra, incluyendo a aquellos de los que antes recibían un apoyo casi incondicional.

El famoso Pacto por México, aquel acuerdo que decepcionó a más de uno y terminó por hundir a la llamada “izquierda” mexicana, fue el inició de lo que sabríamos sería una era de cambios por mayoriteo a discreción, manteniendo al grueso de la población al margen de las decisiones trascendentales para el desarrollo del país. Éste es quizá uno de los momentos más duros para la democracia “representativa” que lucha por sobrevivir en un contexto internacional que va remplazando éste modelo por las más justas democracias participativas y que en México no son vistas con buenos ojos, pues significaría la pérdida de cotos de poder para algunas personalidades de la política mexicana.

Las estructurales, un paquete de 11 reformas constitucionales muy polémicas y que llegaron a pegarle al nacionalismo de muchos mexicanos, fueron detonantes muy importantes de las movilizaciones a nivel nacional y que le dieron a la oposición una bandera de la cual colgarse para mantenerse a flote. Esas 11 reformas fueron los que pusieron los reflectores internacionales apuntando hacia el gobierno de México. La propaganda oficialista que se hacía en el exterior y que mostraba a la Nación como un país estable y entrando a la dinámica mundial, contrastaba enormemente con el país del crimen organizado, de la inconformidad social, de la pobreza y de un descontento que cada vez escalaba más rumbo a la generalización.

Y la administración peñista no sólo ha fracasado en el ámbito reformista, sino en muchos otros en los que ha implementado medidas superficiales que no contribuyen en nada a la solución profunda de los problemas : la gasolina no ha dejado de subir, por el contrario, se institucionaliza el gasolinazo como impuesto inflacionario; recorte al presupuesto de cultura y educación; la inseguridad ha incrementado en México, pues el actual gobierno en dos años casi empareja las cifras de muertos y desaparecidos de todo un sexenio calderonista; la maquinaria de los medios de comunicación es más fuerte que nunca, la taza de feminicidios ha crecido sustancialmente, los constantes reajustes a las expectativas de crecimiento merman la confianza de la ciudadanía y la credibilidad de las instituciones. Detenciones arbitrarias, impunidad, la corrupción vista por el propio Ejecutivo como algo cultural, algo normal en México. Violencia y desapariciones, ejecuciones del ejército, el Estado en colusión con el crimen organizado sacándole provecho al negocio, desapareciendo estudiantes, criminalizando la protesta y reprimiéndola.

En fin, apenas van dos años del gobierno de Enrique Peña Nieto. Apenas 730 días de los 2190 que dura el sexenio y las cosas no lucen tan prometedoras para el grueso de los mexicanos, como lo son para el gobierno que suele ver otra realidad que nadie más percibe. 

¿Qué podemos esperar de los siguientes cuatro años de gobierno? Se lo dejo a usted.