martes, 22 de julio de 2014

julio 22, 2014
AUSTRALIA, 22 de julio.- Los tacones sonaron fuerte en el tercer día de la 20ª Conferencia Internacional de Sida, que se desarrolla en esta ciudad del 20 al 25 de julio, cuando un grupo de trabajadoras sexuales irrumpieron de manera festiva y colorida en la plenaria del evento. Portando llamativos atuendos y paraguas rosas, tomaron el estrado para hacer evidente la absurda situación del Fondo Global de Lucha Contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, organismo que financia a las organizaciones religiosas y basadas en la fe opuestas frontalmente al trabajo sexual, y al mismo tiempo proclama la necesidad de invertir de manera más eficaz los recursos focalizándolos en las poblaciones más afectadas por la epidemia.



Las trabajadoras sexuales tienen 13.5 veces más posibilidades de infectarse de VIH que las mujeres en general, según datos aportados en una sesión organizada por la prestigiada revista científica The Lancet. Las leyes que criminalizan esta actividad en casi todos los países del mundo son el principal factor que alimente este riesgo. “Estas leyes nos empujan a zonas cada vez más oscuras y nos exponen a todo tipo de violencia”, expuso una trabajadora sexual en otra de las sesiones.

La descriminalización del trabajo sexual podría tener un gran impacto en el curso de la epidemia, según Anna-Luise Crago, trabajadora sexual canadiense que colaboró en los estudios elaborados por la revista. De acuerdo con su exposición, esa sola medida podría evitar de 33 a 46 por ciento de infecciones por VIH en la próxima década entre las trabajadoras sexuales y sus clientes.

El curso de la epidemia en las poblaciones dedicadas al trabajo sexual no se puede desligar de la existencia de leyes punitivas y de la violencia y el abuso de la policía. Y entre esas poblaciones, las mujeres transexuales y transgénero (trans) son las que presentan las más altas tasas de infección, con una prevalencia media que alcanza el 27 por ciento, según datos expuestos por la investigadora estadunidense Tonia Poteat.

Las trabajadoras sexuales trans enfrentan escenarios legales más complejos y contradictorios, expuso en su presentación, ya que en la mayoría de países donde se permite el cambio de identidad de género, se penaliza el trabajo sexual, lo que dificulta la eficacia de la prevención y el acceso a los servicios de atención del VIH dirigidos a esas mujeres. 

Sólo la descriminalización del trabajo sexual garantiza la salvaguarda de los derechos humanos de las personas que lo ejercemos, expresó Anna-Luise Crago, al final de su presentación. En medio de los gritos y aplausos de sus compañeras, demandó reconocer el trabajo sexual como trabajo, y dejar de mezclar el trabajo sexual con el tráfico y la trata de personas. Las políticas anti tráfico, finalizó, han impulsado la criminalización del trabajo sexual. (Alejandro Brito / NotieSe)