El marido le dijo a su mujer: "Hace mucho tiempo que no tenemos sexo".
Replicó ella: "No pluralices". Buñuelo Dalino, poeta surrealista, le
contó a un amigo: "Fui a una conferencia sobre surrealismo". "¿De veras?
-se interesó el otro-. ¿Cuántas personas asistieron?". Respondió
Dalino: "Octubre". Don Algón cometió un desliz de carácter
erótico-sensual. Su esposa lo acusó de adulterio, y señaló como "la
otra" a Rosibel, la linda secretaria del salaz ejecutivo. El fiscal le
preguntó a la apenada chica: "¿Estuvo usted aquella noche con el acusado
en el Hotel Boffer?". "Sí -confesó llorosa ella-, pero es que él me
engañó. Cuando se registró en el hotel le dijo al encargado que yo era
su esposa"... La teogonía de los griegos, igual que todas las teogonías,
estaba llena de seres espantosos. En efecto, las creencias religiosas
dan origen a más monstruos que la ciencia, y la metafísica inventa
horrores más grandes que los que existen en el mundo físico. Dos cabos
del mar Tirreno, el uno frente al otro, presentaban para los griegos un
grave riesgo en la navegación, por sus escollos y arrecifes, por las
corrientes traicioneras que formaban. Con frecuencia naufragaban ahí los
barcos. Así, los imaginativos habitantes de la Hélade inventaron
monstruos para explicar los riesgos del paso por los cabos, y les dieron
nombre: Escila y Caribdis. Pues bien: con Gustavo Madero y Ernesto
Cordero como aspirantes a dirigir el PAN los panistas están entre Escila
y Caribdis. Bajo la dirigencia de Madero se han visto en el partido
blanquiazul casos de corrupción que nunca se habían registrado en Acción
Nacional. Cordero, por su parte, representa el calderonismo de
tristísima memoria. Los panistas, para decirlo en lenguaje culterano,
deberán escoger entre Escila y Caribdis, entre Madero y Cordero. Y, para
decirlo en lenguaje popular, tan malo es el pinto como el colorado.
Había en la región sureste del continente asiático un pequeño pueblo
llamado Braputrashivanagradabanaba. En el dialecto local esa palabra
quiere decir "flor". El líder o gurú del pueblo era un sabio varón de
nombre Uk, vocablo que significa "Señor de las alturas; hijo del cielo y
de la tierra, amado de todos y venerado por su sabiduría y por la
calidad de su ropa y sus sandalias". Sucedió que cerca de la aldea
merodeaba un feroz tigre que cada día mataba una vaca. En vano
intentaron los aldeanos darle caza: la fiera se les escabullía, astuta, y
regresaba al día siguiente día a cobrar otra presa. Como Uk no tenía
vacas dictaminó que aquella carnicería cotidiana era voluntad de los
dioses; había por tanto que resignarse a ella. "In bamana" -respondieron
los campesinos. En el dialecto local esa expresión significa: "Ni
madres". Fueron y contrataron los servicios de un famoso cazador blanco,
Hubert Highbuttocks, gran matador de tigres. Le dijeron que le darían
su peso en oro si los libraba de la temible fiera. Highbuttocks se puso
de inmediato a consumir alimentos ricos en grasas, azúcares, proteínas y
carbohidratos, con el propósito de subir de peso. Luego se aplicó a
buscar al tigre. No lo encontró, pues a su paso el ahora obeso cazador
no sólo removía la maleza, sino hacía caer robustos árboles, con el
consecuente chillar de monos y estrepitosa algarabía de aves. Tal ruido
ponía sobre aviso al tigre, que se ocultaba. El afán de obtener la
recompensa, sin embargo, llevó a Highbuttocks a idear una ingeniosa
estratagema que, si bien era bastante peligrosa, podía hacer que el
tigre saliera de su escondite y se acercara hasta ponerse al alcance de
su certero rifle Magnum. Se cubrió el cazador con una piel de vaca, y
así disfrazado salió aquella misma noche a la espesura, confiado en que
el tigre lo tomaría por una res y se aproximaría. No había pasado mucho
tiempo cuando se oyeron gritos desesperados, y tremendos alaridos de
dolor. Los aldeanos pensaron que el feroz tigre había atacado a
Highbuttocks. Quizá le había dado muerte ya, y lo estaba devorando. Pero
en eso apareció el cazador. Caminaba penosamente; llevaba la ropa hecha
girones; se le veía desgreñado y lleno de lacerias. Antes de que los
campesinos pudieran pronunciar palabra les reclamó furioso el cazador:
"¿Quién fue el jijo de la tiznada que dejó suelto al toro?". FIN.
De política y cosas peores
Armando "Catón" Fuentes Aguirre