En 1891, queriendo Juan Gamboa Guzmán hacer un estudio original, escogió como modelo al negro Miguel el butifarrero. Después de la primera sesión, para salir bonito en el retrato, Miguel se presentó a la segunda bien bañado, pelado, afeitado y empolvado, por lo que el artista tuvo que esperar ocho días para que volviese a adquirir lustre y carácter.