martes, 4 de marzo de 2014

De política y cosas peores

Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Yo digo que el Centro Histórico de la Ciudad de México es uno de los sitios urbanos más bellos de este mundo y los otros. Ahora lo veo limpio, seguro y ordenado, y doy las gracias a quien corresponda por cuidar ese joyel para nosotros, los mexicanos todos. No diré que es un espacio celestial donde conviven los ángeles y los arcángeles con los serafines y los querubines. Igual que en todas las grandes ciudades en él hay problemas de todo orden y desorden. Aún así cuando camino por sus calles, guiado por don Artemio y don Luis González Obregón, siento que voy pasando por el corazón de México. Ahora estoy en la de Donceles. Ahí viven y moran unos amigos míos queridísimos: los libros. En efecto, esa calle de nombre antiguo y prestigioso está llena de librerías en cuyas mesas y anaqueles -plúteos se oye muy feo- suelo hallar verdaderas maravillas. Es en los baratillos donde he encontrado mis más caros libros. Caros no de costosos: caros de queridos. Vean ustedes, por ejemplo, éste que compré hace días. Se llama El lirio de mis penas, y su autor es Maximiliano Salazar Centella, "poeta y barbero del crucero, entre los poetas el primero, aunque le pese al mundo entero". Publicado en Mérida en 1952, el libro tiene una dedicatoria manuscrita: "Con la mirada hasta el cielo, / y esto es lo que yo anhelo / de esta vida transitoria, / ha salido de mi memoria / dedicar este libro en verso, / para que se distraiga después del almuerzo, / y se lo dedico con todo cariño, / con la inocencia de un niño, / al doctor José María Espinoza, / que para mí es la gran cosa". Y firma El Poeta del Crucero. En su prólogo el autor dice esto: "Desprevenido lector: El opúsculo intrascendente que sostienes en las terminaciones prehensiles de tus antenas toráxicas contiene un haz feérico de construcciones asindéricas, ecolalias de infantilismo prolongado sobre un substratum de oligofrenia congénita, y ecopraxias de esquizofrenias malevolentes. Enfoca, lector, la incidencia catódica de tus retinas sobre los folios vírgenes, y ríe o llora según te dicte tu protervia innata". Hasta parece que eso lo escribí yo. Viene en el libro una historieta cuyos versos, bien medidos y rimados bien, no parecen obra de su autor. Hela aquí, con algunos cambios: "Fue a confesarse un cuitado / que por miedo o repugnancia / desde su más tierna infancia / no se había confesado. / "¡Padre! -exclamó con fervor-. / Mis culpas vengo a contar / porque me voy a casar, / y soy un gran pecador. / A no ser porque me caso / pienso que no confesara, / por miedo que me causara / dar este cristiano paso". / "¿Pues tanto, hermano, pecó?" / -dijo el cura con espanto. / Y él respondió: "Ha sido tanto / que casi se me olvidó". / "¿A Dios ofendiste?". "Sí". / "¿Blasfemaste?". "Sí". "¡Qué escucho! / ¿Faltaste a tus padres?". "Mucho" / "¿Mataste?". "No, pero herí". / "¿Y robaste?". "Su dinero / le robé al grande y al chico: / banquero fui, fui político, / comerciante y usurero". / "Grandes las culpas que citas. / ¿Deseaste ajena mujer?". / "¿Qué más podía yo hacer / si suelen ser tan bonitas? / En fin, padre, mis pecados / han sido tantos y tales / que no habrá muchos mortales / como yo tan condenados. / Vengo a pedirle perdón / y absolución de mis daños". / El cura, tras mil regaños, / entre cristiano y burlón / le dijo: "El Día del Juicio / el Señor te va a hacer polvo. / Pero, en fin: Ego te absolvo. / Por mí no sufras perjuicio". / El penitente, que en ascuas / estuvo cuando eso oyó, / de la iglesia se salió / más contento que unas pascuas. / Pero al trasponer la puerta, / y ya cerca de la esquina, / una duda repentina / en su mente se despierta. / Y es que con tanto pecado / el cura que lo escuchó / penitencia no le echó, / como es justo y obligado. / Y por si tanta bondad / fue un olvido involuntario / regresó al confesionario / y dijo con humildad: / "Le repugna a mi conciencia / hacerle un engaño a usted. / Se le olvidó a su merced / ponerme la penitencia". / Dice el cura: "¡Qué bruto eres! / Dime, pecador vulgar: / si ya te vas a casar / ¿qué más penitencia quieres?"... FIN.