domingo, 12 de julio de 2020

julio 12, 2020
CIUDAD DE MÉXICO, 12 de julio de 2020.- Miguel Mestiza no pudo despedirse antes de partir. Lo dejó todo atrás: cuatro hijos, una casa en Orange, Nueva Jersey, y 13 años de vida en Estados Unidos. Mestiza, un pintor de casas de 31 años, murió el pasado 16 de abril de coronavirus, pero no fue hasta ahora que la larga espera por regresar a su tierra ha terminado. Él es una de las 245 personas que han sido repatriadas este sábado desde Nueva York en un vuelo especial del Ejército mexicano, un bálsamo para cientos de familias en ambos lados de la frontera y una válvula de escape en medio de la crisis forense que azota al noreste de Estados Unidos, la región del mundo con más muertes y contagios de la covid-19. “Estamos tristes porque nos deja, pero también felices porque sé que volver a México es lo que él hubiera querido”, cuenta emocionada Ana María Lorenzo, su pareja.

Hasta este viernes, Nueva York y Nueva Jersey han acumulado casi 575.000 personas contagiadas y 47.786 muertes por la covid-19, según el conteo de la Universidad Johns Hopkins. En Nueva York, que rebasa los 400.000 casos, una de cada tres personas fallecidas eran latinos, de acuerdo con datos oficiales. No hay otro grupo demográfico más afectado. Al drama del racismo y las desigualdades que enfrentan las minorías más afectadas por la pandemia en Estados Unidos, se suman las dificultades que enfrentan las familias de miles de inmigrantes para repatriar los cuerpos a sus comunidades de origen.



El vuelo del 737 de la Fuerza Aérea mexicana que partió al mediodía del aeropuerto de Laguardia para aterrizar la noche de este sábado en el aeropuerto internacional Benito Juárez de Ciudad de México ha sido una medida de último recurso. Los vuelos directos entre Nueva York, donde el tráfico aérero se ha desplomado más de un 90% comparado con el año pasado, y la capital mexicana están suspendidos. Las funerarias, los hospitales y las oficinas locales del registro civil —todas escalas obligadas en el laberinto burocrático de los trámites funerarios— apenas comienzan a funcionar con normalidad y estuvieron colapsadas durante los últimos tres meses por el alto número de defunciones y las restricciones sanitarias durante la pandemia. Y las cremaciones han sido prácticamente la única alternativa, en cuanto a costos, permisos especiales y logística para hacer el traslado de restos.


“Era gastar miles de dólares y no tenemos el dinero, hacerlo por nuestra cuenta era casi imposible”, comenta Lorenzo, que tuvo que hacer las gestiones por correo electrónico, con problemas económicos tras perder su trabajo en plena pandemia y en duelo por la muerte del padre de sus hijos. El consulado mexicano en Nueva York, que recibió las urnas en la segunda quincena de junio, refiere que este primer embarque de urnas son de personas que murieron en marzo, abril y mayo, solicitudes que se habían rezagado durante meses, cuando el pico de la pandemia en ese Estado se llegó a cobrar hasta 33 muertes cada hora.

Por las prisas por llegar al plazo, Lorenzo ya no supo de qué color ni de qué tamaño era la urna de su pareja, lo único importante es que él llegara a Tlatlauquitepec, una pequeña comunidad de 15.000 habitantes en la Sierra norte del Estado de Puebla, en el centro de México. Alrededor de cuatro de cada diez urnas de este vuelo tienen como destino final Puebla, de donde son más de un millón de mexicanos que viven en Nueva York. “Para nosotros era importante que la familia tuviera un lugar para llevarle flores, para llorarle, para visitarlo”, explica.

Para las familias divididas por la frontera es más fácil que los que nacieron en Estados Unidos puedan velarlo en México, en vez de que los que nacieron en México consigan papeles para enterrarlo en Estados Unidos. “Es el viaje más duro que habré hecho en toda mi vida”, admite Jorge Islas, el cónsul mexicano en Nueva York. “Estamos hablando de personas que no han visto a su familiar desde que emigraron y que hoy los vuelven a ver así, sentimos que el Estado mexicano tenía el deber de hacer este esfuerzo”, dice el diplomático, que acompañará los restos y hará una visita a Puebla este lunes.

Pese a los esfuerzos del Gobierno mexicano, el duelo de cientos familias se sigue prolongando. La familia de Alfredo Meneses, un trabajador de la construcción de 43 años que murió el 10 de abril, tendrá que esperar para enviarlo a Santiago Momoxpan, un poblado de 17.000 habitantes, también en Puebla. Meneses estuvo casi un mes en una morgue antes de que lo cremaran y después, un error en el acta de defunción retrasó su repatriación. La espera ya superó los tres meses y sus familiares se reconfortan con que el retraso quizá se convierta en una oportunidad para que pueda ser velado en su pueblo cuando la pandemia amaine en México. “La situación ha mejorado y un sacerdote le va a dar la bendición este domingo, es la primera vez que la familia va a estar presente para despedirlo”, cuenta María del Carmen Meneses, su hermana.

El Gobierno de México da cuenta de 728 connacionales muertos por coronavirus en Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut, la región de EE UU donde se han registrado más decesos de mexicanos. Algunas familias han decidido que esperarán a llevar los restos de sus seres queridos por sus propios medios y otras esperan que un nuevo vuelo especial los apoye en el traslado. “En este momento no podemos garantizar que haya otros vuelos”, apunta Roberto Velasco, director general para América del Norte de la Secretaría de Exteriores, aunque no descarta que se puedan incluir además otros destinos en Estados Unidos.

El consulado ha organizado esta mañana una misa en la catedral de San Patricio, en la Quinta Avenida, antes del envío. Después de la repatriación, 245 familias binacionales continúan con su duelo. “Ha sido durísimo, pero sé que vamos a poder ir a México y mis hijos y yo nos podremos despedir”, dice Lorenzo del otro lado del teléfono.(Elías Camhaji / El País)

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