sábado, 4 de agosto de 2018

agosto 04, 2018
José Repetto

Nadie puede negar que haya alternancia democrática en México.


En las últimas 3 elecciones presidenciales (2006 el PAN, 2012 el PRI y 2018 Morena) tres candidatos de distintos partidos han resultado los ganadores.

Ahora esa alternancia está en riesgo de perderse.

Independientemente de la opinión que uno pueda tener sobre Andrés Manuel López Obrador, el presidente electo, el hecho de que los votantes le dieran todo el poder también en el legislativo es alarmante pues abre la puerta a un autoritarismo similar, casi idéntico, al de los tiempos del PRI.

Fue irresponsable por parte de los votantes darle tanto poder a una sola persona.

López Obrador podrá aprobar las iniciativas que se le antojen sin necesidad de tomar en cuenta a la oposición, que para bien o mal representa a los millones de mexicanos que no votamos por él.

El triunfo de AMLO, aunque nos alarme y desagrade, es histórico. Tuvo poco más de 30 millones de votos. Una mayoría absoluta (53%), más del doble de los que obtuvo su rival más cercano, el panista Ricardo Anaya Cortés, y más que cualquier otro candidato presidencial en la historia de México.

Esto le da a su mandato una legitimidad superior a la de sus predecesores, y por tanto un poder mayor. Ello no significa que el presidente electo tenga derecho a ningunear e ignorar a la oposición, no si quiere que su partido tenga la misma fuerza en las elecciones intermedias de 2021.

Los tiempos de campaña y confrontación ya pasaron. Aunque haya gente que se burle de su acercamiento a su ex rival José Antonio Meade y la posibilidad de que haga lo mismo con Ricardo Anaya y otros actores, esto es un paso necesario para dejar la confrontación sistemática contra todo y el victimismo permanente que lo caracterizó en tantos años que lleva en campaña.

Andrés Manuel necesita dejar de actuar como candidato y comenzar a comportarse como el presidente electo.

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