sábado, 28 de julio de 2018

julio 28, 2018
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de julio de 2018.- Cuando los mayas cerraron hace 1.300 años el sarcófago de la señora Tz’ak-b’u Ajaw desearon que la aristócrata tuviese un largo viaje por el inframundo. No se equivocaron del todo. La Reina Roja ha hecho un extenso recorrido desde su descubrimiento en 1994: su restauración la llevó a Los Ángeles, después se exhibió en Nueva York, ha vuelto a México para ser mostrada en la capital durante mes y medio, y en septiembre regresará a Palenque (Estado de Chiapas, sur del país). El valioso ajuar de la reina maya se expone por primera vez en México en el Museo del Templo Mayor, en el corazón de Ciudad de México, donde estará hasta el 9 de septiembre.

 El ajuar de la Reina Roja presentado en México. (Alicia Fernández / El País)

La madrugada del 1 de junio de 1994, el arqueólogo Arnulfo González fue el primero en mirar por un orificio el interior del sarcófago de la Reina Roja. “¡Está llena de jade! ¡Es el alucine, del alucine, del alucine!”, gritaba el arqueólogo mexicano frente a las cámaras que captaron el momento. Decenas de huesos rodeados de miles de piedras de jadeíta y conchas de mar, todo cubierto por polvo de cinabrio, un mineral tóxico de color rojo, por el que el descubrimiento ha sido conocido desde entonces como la Reina Roja. Armar el rompecabezas de la tumba hallada en el Templo XIII de Palenque ha llevado 24 años. Primero, el restaurador Juan Alfonso Cruz consiguió armar la máscara de malaquita. Después, el especialista Constantino Armendáriz reconstruyó el pectoral, la diadema y el tocado del ajuar.

“Se logró que el ajuar, aunque todavía no está completo, está exhibido muy aproximado a como debería estar representado”, explica Miguel Ángel Vázquez, director del Museo de Palenque. Se tratan de siete piezas —máscara, diadema, collar, pectoral, tocado, concha y figurilla— que se han colocado sobre un maniquí de fibra de vidrio con las características de la aristócrata: 1,54 metros de altura, de entre 50 a 60 años de edad, con una deformación intencional de su cráneo (aplanamiento de la frente, una costumbre entre los mayas) y la mano derecha sobre su regazo. Los investigadores han logrado esta reconstrucción tras explorar en las inscripciones mayas a este personaje.

¿Quién era la Reina Roja? Tras años de investigación, los especialistas estiman que se trata de Tz’ak-b’u Ajaw, consorte del Rey Pakal, uno de los más importantes del periodo clásico de la cultura maya. Era conocida como la señora de la sucesión porque su tarea era perpetuar el linaje de Pakal. Fue madre de Kan B’alam y K’inich K’an Joy Chitam, dos gobernantes de la región. Los arqueólogos aseguran que las inscripciones la definen como una mujer fuerte y longeva. “Este es uno de los muy pocos casos en Mesoamérica en donde se puede asociar la iconografía con los hallazgos”, apunta la arqueóloga Patricia Ledesma, directora del Museo del templo Mayor.

La disposición de la tumba de la Reina Roja también ha arrojado información sobre su importancia. El hecho de que su entierro sea similar al de la tumba del rey Pakal la ubica como un personaje sobresaliente de la aristocracia maya. Una antecámara en el Templo XIII guardó durante siglos el sarcófago con los restos de la reina, en el interior de la habitación también fueron hallados los cuerpos de dos de sus súbditos que fueron sacrificados para acompañarla en su viaje al Xilbalbá, el inframundo maya. Las 1.140 piezas hechas de jadeíta, conchas y piedras calizas, así como el recubrimiento con cinabrio —un material difícil de conseguir en la región maya— indican que la jerarquía de Tz’ak-b’u Ajaw era sumamente elevada.

Las exequias de la Reina Roja muestran que los mayas preparaban a sus muertos para un recorrido interminable por el inframundo. Las investigaciones señalan que su concepto de alma era opuesto al europeo: es tangible y puede interactuar en el mundo de los vivos. “A diferencia de las creencias europeas, el ancestral pensamiento maya no considera al hombre como un individuo compuesto de cuerpo y espíritu, sino como una parte constitutiva del mundo circundante, al que se encuentra unido de distintas formas”, señala el arqueólogo Arnoldo Gónzalez. La aristócrata maya estaba acompañada de todos los elementos que le servirían para enfrentar los peligros del mundo de los muertos.

El ajuar de la Reina Roja fue parte de la exposición Golden Kingdoms: Luxury and Legacy in the Ancient Americas, organizada por el Instituto de Investigación Getty en Los Ángeles y Nueva York en la que también estuvieron otras 80 piezas antiguas de otros países de América Latina. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha explicado que aunque ahora las piezas se exhiben en el epicentro de la cultura azteca —que no coincidió en tiempo y espacio con los mayas— el conjunto volverá al Museo de Sitio de Palenque donde se expondrá permanentemente. (Sonia Corona / El País)

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