sábado, 2 de junio de 2018

junio 02, 2018
WASHINGTON, 2 de junio de 2018.- Las conversaciones previas a la posible entrevista entre Donald Trump y Kim Jong-un se han convertido en un pulso con discrepancias cada vez más precisas. Pero hoy parecían coronarse con éxito tras la visita a la Casa Blanca de la «mano derecha» del dictador norcoreano. Después de una hora de entrevista, el presidente Trump anunció a la prensa que su encuentro con Kim tendrá lugar -como estaba previsto en un principio- el próximo 12 de junio en Singapur.

Visita a la Casa Blanca de la «mano derecha» del dictador norcoreano.

Aunque la información filtrada ha sido escasa, los protagonistas de tres días de charla cara a cara, con el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el hombre de confianza de Kim, el general Kim Yong-chol, a la cabeza, confirmaron que Corea del Norte está muy interesado en que se celebre la cumbre. También se desprende de las reuniones que el régimen pretende eludir, por encima de todo, cualquier imagen de debilidad si finalmente termina entregando su arsenal nuclear, según fuentes cercanas al proceso. El portavoz del régimen habría transmitido que la «oferta» norteamericana de seguridad y ayuda económica a cambio de la buscada desnuclearización choca con «el orgullo y el poder» en los que basa Kim Jong-un su férreo control de Corea del Norte.

La piedra de toque

La confirmación por parte de Trump de que la cita tendrá lugar este mes en Singapur es, sin duda, un gran progreso; pero todo lo demás está rodeado de dudas. El guiño que utilizó el dictador para emprender el acercamiento a la comunidad internacional y a Estados Unidos, su voluntad de contribuir a desnuclearizar completamente la península de Corea, continúa siendo el asunto esencial para un eventual proceso de paz.

Aunque hasta ahora Trump ha insistido en argumentos económicos y de protección del régimen para que Pyongyang acepte un avance, el tiempo aún carga de razón a los escépticos, que siempre han puesto en duda que Kim vaya a transigir con la renuncia a su arsenal nuclear. Es la piedra de toque que ha impregnado todas las conversaciones con Corea del Norte las últimas décadas, y siempre con un decepcionante final. En estos tres días de conversaciones con la delegación norcoreana, Pompeo se ha mostrado inflexible en la exigencia de que el régimen lleve a cabo «un proceso de desnuclearización completo, verificable e irreversible».

Optimismo y cautela

Hoy fue un día largo para la gestión de los preparativos de una posible salida al conflicto, que tiene visos de acaparar el fin de semana del presidente. El domingo, mientras el lugarteniente de Kim esté volando hacia Pyongyang, Trump mantendrá diversas reuniones con su equipo de expertos y asesores en el retiro de Camp David. A última hora de hoy llegó al mítico refugio de los presidentes de Estados Unidos después de haber mantenido un encuentro con Kim Jong-chol en la Casa Blanca. Es la primera vez que un alto cargo norcoreano pisa el Despacho Oval después de 18 años. La reunión tuvo lugar con la carta del dictador norcoreano como referencia, en la que además de reiterar su voluntad de mantener la entrevista con su homólogo norteamericano, renuncia a comprometer más concesiones. Aunque dentro de un tono cordial, recuperado tras la última quiebra de confianza, según distintas fuentes.

Pese a todos los inconvenientes, Trump mantenía hoy su optimismo sobre los resultados reales que arrojará su cita con Kim en Singapur. En su mentalidad pragmática, está convencido de que, tarde o temprano, Kim Jong-un aceptará «la mejor opción para el futuro de su país», después de que las sanciones de la comunidad internacional pusieran la economía norcoreana contra las cuerdas. Es el principal motivo por el que el dictador buscó una salida, según reconoce la gran mayoría de expertos.

En cuanto al otro eje de rotación que podría avalar un futuro acuerdo con el régimen, la Casa Blanca está determinada a garantizar a Kim una protección completa para el momento entregue su arsenal nuclear. Su gran temor es la que se ha dado en llamar la «solución a la libia», de la que fue víctima Muammar El Gadafi años después de que se comprometiera con la comunidad internacional. La sola apelación a esa posibilidad por el vicepresidente Pence provocó una furibunda reacción por parte de Pyongyang que dio al traste con el inicio del proceso de conversaciones, ahora retomado. (Manuel Eice Oronoz / ABC)

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