jueves, 29 de marzo de 2018

marzo 29, 2018
MADRID, 29 de marzo de 2018.- Los ésteres de ácido ftálico de ‘ftalatos’ son un grupo de compuestos químicos comúnmente empleados en el empaquetamiento industrial. Concretamente, estos ftalatos se usan como plastificadores, es decir, se añaden a los plásticos para incrementar su flexibilidad, por lo que se utilizan de forma masiva en la fabricación de productos tan variados como los esmaltes para uñas, los perfumes y los pesticidas. Y también en los envases en los que se empaquetan los alimentos tanto crudos como ya preparados. Un aspecto a tener muy en cuenta dado que los ftalatos alteran las hormonas humanas y, por tanto, suponen un grave riesgo para la salud tanto de los menores como de los adultos. De hecho, el Congreso de Estados Unidos prohibió ya en 2008 su uso en la fabricación de juguetes infantiles. Entonces, y dado que pueden pasar desde los envases a los alimentos, ¿corremos el riesgo de exponer nuestro cuerpo a los ftalatos por el simple hecho de comer? Pues sí. Y como advierte un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de California en Berkeley (EE.UU.), esta exposición es mucho mayor en caso encargar la comida ya preparada o de comer fuera de casa, pues la comida de los restaurantes, cafeterías y locales de comida rápida parecen tener unos niveles mucho más elevados de ftalatos. O así sucede, cuando menos, en Estados Unidos.

Como explica Ami Zota, co-autora de esta investigación publicada en la revista «Environment International», «nuestros resultados muestran que las comidas preparadas en el propio domicilio presentan una menor probabilidad de contener altos niveles de ftalatos, compuesto químicos asociados a problemas de infertilidad, complicaciones en el embarazo y otros efectos negativos sobre la salud. Así, nuestro estudio sugiere que salir a cenar podría ser una fuente importante y hasta ahora no reconocida de exposición a los ftalatos, cuando menos en el caso de la población estadounidense».

Sobre todo en menores

Para llevar a cabo el estudio, los autores analizaron los resultados de los análisis de orina realizados entre los años 2005 y 2014 a 10.253 menores y adultos con motivo de su participación en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de Estados Unidos (NANHES). Y más concretamente, se fijaron en los niveles de ftalatos en función del origen de los alimentos consumidos en las 24 horas previas al análisis de orina y, sobre todo, de que los participantes hubieran salido o no a cenar en la noche anterior, ¿cuántos participantes habían cenado fuera de casa esa noche? Pues ni más ni menos que un 61%.

Los resultados mostraron que, con independencia de la edad, las personas que cenaron fuera de casa tenían unos niveles significativamente superiores de ftalatos que aquellas que lo hicieron en casa. Y asimismo, que los participantes con mayores niveles de ftalatos fueron los adolescentes. ¿La razón? Su ‘preferencia’ por la denominada ‘comida rápida’, lo que provocó que sus concentraciones de ftalatos fueran hasta un 55% superiores a los de los adolescentes que cenaron es sus casas.

Y llegados a este punto, ¿cuáles fueron los alimentos asociados con los mayores niveles de ftalatos? Pues básicamente, los bocadillos, los sándwiches y las hamburguesas, pero solo los preparados fuera del domicilio. De hecho, e independientemente de su edad, los participantes que consumieron estos productos en restaurantes, cafeterías y locales de comida rápida mostraron unos niveles de ftalatos hasta un 30% superiores.

Como indica Julia Varshavsky, directora de la investigación, «las mujeres embarazadas, los niños y los adolescentes son los más vulnerables a los efectos tóxicos de los compuestos químicos que alteran las hormonas, por lo que es importante encontrar la manera de limitar su exposición a los mismos. Así, es necesario realizar estudios para encontrar las intervenciones más efectivas para eliminar los ftalatos de los suministros de alimentos».

En casa, como en ningún sitio

Un estudio dirigido por Ami Zota y publicado hace un par de años ya alertó que las personas que consumen mayores cantidades de comida rápida tienen unos niveles hasta un 40% superiores de ftalatos que el resto de la población. Sin embargo, parece que esta mayor exposición no es exclusiva de la comida rápida, sino que es común a todos los locales de restauración. Y es que además del derivado de los envases, los alimentos de estos locales tienen mayor probabilidad de contener ftalatos procedentes de los guantes que utilizan los trabajadores para manipular los alimentos, de los envases de la comida ‘para llevar’ y de muchas otras fuentes.

Entonces, ¿qué se puede hacer para minimizar esta exposición a los ftalatos? Pues los autores tienen una sugerencia que, si bien más laboriosa, resulta mucho más sana –y en muchos casos, más económica–. Como concluye Ami Zota, «las comidas preparadas en casa constituyen una manera para limitar la exposición a estos compuestos nocivos. Además, preparar la comida en casa representa una doble victoria para los consumidores. Y es que estos alimentos caseros son una buena vía para reducir los azúcares, las grasas nocivas y la sal. Y como sugieren nuestros resultados, parece no tener tantos ftalatos como las comidas de los restaurantes». (A. Otero / ABC)

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