martes, 19 de septiembre de 2017

septiembre 19, 2017
Pedro Echeverría V.

1. Sin el diario La Jornada que se fundó en 1984 y sin el semanario Proceso que surgió en 1976, los articulistas de la amplia izquierda estuviéramos huérfanos de materiales de análisis; sobre todo aquellos que nos pasamos la mayor parte de los meses o semanas en algún estado de la República. Y no es que estemos poco informados por carecer de otros medios como la TV, radio y otros periódicos diarios; el problema es que todas las noticias llegan deformadas con interpretaciones de agencias de los EEUU, proempresariales y capitalistas. Obvio, ahora contamos con Internet y las páginas de análisis de Rebelión, Aporrea, kaosenlared, latinpress.es, etcétera, pero La Jornada y Proceso, son publicaciones indispensables.

2. Aunque he querido, no he hecho los esfuerzos necesarios para participar como articulista en esos medios que desde que nacieron nunca he dejado de leer; de Proceso poseo en mi rincón de libros las 2071 revistas y de La Jornada decenas de folder con recortes así como otras decenas de folders con suplementos dominicales. Hoy después de leer, desde la cinco de la mañana, La Jornada en Internet, recibo el diario La Jornada Maya que me llega desde su fundación en mi domicilio. Así que, si de algo no puedo quejarme es de falta de información. Por ello si algo puedo desear es que publicaciones como La Jornada y Proceso –por sus análisis muy coincidentes con mi pensamiento- vivan muchísimos años con esa posición crítica.

3. En estos últimos meses (de junio a septiembre) escribí dos artículos apoyando la lucha de los trabajadores de SITRAJOR -por principios éticos e ideológicos- confrontándose con la empresa Demos-La Jornada. Me preocupaba que los trabajadores llegaran a la confrontación contra una empresa periodística que durante 33 años ha defendido las luchas nacionales e internacionales de los trabajadores. Pensé en los obreros rusos del Décimo Congreso y en la Rebelión de los marinos de Kronstand cuando ya el gobierno y el poder pertenecía a los bolcheviques de Lenin. Había que defender al gobierno revolucionario, pero por encima de todo estaban los trabajadores que habían hecho la Revolución y exigían cumplimiento a sus dirigentes.

4. Según editorial de La Jornada, al parecer el conflicto con sus trabajadores ha terminado en las mejores condiciones, no se podría esperar otra cosa. Espero que no haya habido ningún despedido, ningún preso y no haya quedado algún castigo o acusación pendiente. Hoy se señala: “Es importante aclarar que si bien hay en curso, como consecuencia del conflicto sindical, denuncias por privación ilegal de la libertad, éstas no han sido interpuestas por la empresa Demos sino, a título personal, por algunos de los trabajadores que se vieron afectados y agraviados por actitudes claramente lesivas para ellos durante el cierre injustificado e indebido de la sede del diario. ¿Es que las leyes burguesas del trabajo cuentan también en La Jornada?

5. En la izquierda siempre hay que ser muy claros, tratar de no esconder nada a pesar de la permanente asechanza de la clase dominante –de la burguesía- que busca agrandar cualquier error con el fin de engañar y embrutecer al pueblo. Aunque la sociedad en que vivimos sea una mierda, esté totalmente embarrada, la izquierda debe demostrar que sus valores son distintos y muy superiores. Por ello sería muy importante que Sitrajor publicara en la misma La Jornada una declaración acerca de la situación que atraviesa. Nunca he estado en poder alguno porque lo aborrezco, pero muchas veces he pensado que es difícil gobernar cuando se es honesto. Quizá por ello siempre ocupan el poder los más funestos o corruptos.

6. Pero después de 33 años de vida de La Jornada en México casi nada tenemos los izquierdistas y centroizquierda que reclamarle. ¿Habrá acaso algún político, algún partido, algún gobierno, que pudiera decir lo mismo ante los análisis críticos del diario? México es privilegiado de tener una publicación de este nivel; que no se piense que también en otros países se cuenta con ese privilegio que obliga a la gente honesta e inteligente a pensar de otra manera. Antes de Proceso y La Jornada nuestros periódicos eran marginales de 1000 o 2000 ejemplares que vendíamos en centros de educación superior, en las manifestaciones o persiguiendo a obreros. Espero que jamás la burguesía gobernante logre meterlo al sistema de dominación capitalista. (19/IX/17)

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