sábado, 26 de agosto de 2017

agosto 26, 2017
Pedro Echeverría V.

1. Desde hace 50 años tuve el regular vicio de escuchar, luego ver, noticiarios. Al mandar al carajo la televisión me los encontré en Internet, particularmente al Grupo Milenio, cada hora. Hace alrededor de un año escribí acerca del derechismo radical de ese noticiero y de su director; a pesar de ello, continué viéndolos porque me parecían los menos pésimos al trasmitir poca publicidad. Pero desde hace seis meses me parecen ya insoportables porque dedican el 95 de su tiempo a transmitir noticias sobre delincuencia, policías, deporte, sexo y drogas. Ningún mínimo análisis de la situación económica o política del país, ni mucho menos de las condiciones de vida de los trabajadores.

2. Hace muchos años que no miro la embrutecedora televisión mexicana, aunque debe ser igual en los demás países capitalistas de su mismo nivel. Para tener más audiencia o mirones y, por ello, recibir mucho dinero en publicidad, desde los años 50 que apareció los empresarios plantearon que “hay que darle al pueblo lo que le gusta”… “Si le gustan las emociones, la diversión, el sexo y los entretenimientos, de eso hay que darle para que sea feliz… ¿Para qué necesita programas culturales y educativos si de eso deben encargarse las autoridades de la secretaría de Educación?”, señaló alguna vez Azcárraga Milmo, padre del actual dueño de Televisa.

3. Sin embargo, pensando bien hay que decir que el pueblo no nació imbécil ni parece serlo; han sido la sociedad, la política, la ideología, apuntalada por los medios, los que lo han educado, transformado. No olvido la frase del filósofo Louis Althuser: “La ideología que domina en cada país, es la ideología de la clase dominante”. Obviamente la pequeñísima minoría que no piensa así, es considerada rara, extraña, inadaptada, rebelde, anarquista, terrorista. Si has cambiado la TV, el enajenante futbol, las telenovelas y el paseo en los centros comerciales, con la lectura de libros, la soledad y el aislamiento para pensar, entonces estás loco, por “no aprovechar que estás vivo”.

4. Dejar de ver los noticieros porque están anclados en el chismorreo sobre “la delincuencia de abajo” que raya en el racismo brutalmente despectivo, sería muy sano. Habría que preguntarle a la TV: ¿Por qué nunca se informa de la delincuencia de arriba, de las cantidades de robos, fraudes, trampas, engaños, falsificaciones, que tanto se registran entre los grandes capitalistas, los poderosos millonarios, banqueros y empresarios, como Slim, Azcárraga, Bailleres, Larrea, Salinas y altos gobernantes? Obvio, porque son los dueños o beneficiados de la televisión, y demás medios como la radio y la prensa que realmente no enseñan nada edificante.

5. Muy cercano a lo que señala arriba Althuser, mi amigo especialista en medios de información, Jenaro Villamil, apunta que la TV no genera una nueva cultura, sino que impulsa los rasgos de la cultura dominante o los reproduce… imponiendo un dominio sobre cualquier otra manifestación. Por ello señala Villamil que el rating es el que determina en el mundo de la TV privada, los contenidos de la programación, su comercialización, su difusión y, por supuesto, el papel competitivo de un producto. Lo que importa a los empresarios de la TV no son contenidos que ayuden a elevar el pensamiento del televidente, sino aquellos que les permitan ganar, ganar. (26/VIII/17)

0 comentarios:

Publicar un comentario