sábado, 15 de julio de 2017

julio 15, 2017
LONDRES, 15 de julio de 2017.- En el marco catedralicio del tenis tiene lugar el segundo gran fasto de Garbiñe Muguruza. Lo hizo Garbiñe, lo consiguió. Primero París, Roland Garros, la tierra; ahora, nada más y nada menos que el All England Tennis Club, la hierba, Wimbledon. El santuario británico, el lugar donde hace dos años eclosionó. Entonces, en los albores de una carrera que se agranda y agranda, no pudo con un imperio, el de Serena Williams, pero esta vez sí. Derrotó a la hermanísima Venus, otra tenista imperial, y conquistó su segundo Grand Slam con solo 23 años. 7-5 y 6-0 (en 1h 17m).

¿Dónde está el límite? El tiempo lo dirá. De momento, hasta ahora dice que el tenis español cuenta definitivamente con otro bastión, Muguruza, a la que en los tres últimos años se la ha podido ver ya en tres grandes finales, de las cuales ha ganado dos. Es un anticipo, un tentempié, porque a Garbiñe se le augura un largo recorrido y en ella se adivina a toda una número uno. De momento ya ha hollado la cima de dos de los cuatro grandes, Roland Garros y Wimbledon, algo que ninguna otra jugadora española había logrado hasta ahora. Así que, lo dicho, ¿dónde esté el límite? Solo ella tiene la respuesta.

Muguruza con su trofeo. (AFP)

Si el año pasado su triunfo en París ya marcó un punto de inflexión, esta victoria en Londres viene a confirmar que el tenis femenino abre una nueva etapa. La victoria contra Venus fue de lo más simbólica, el paso de una página a otra, del ayer al mañana. La estadounidense, de 37 años, acabó arrollada y rendida ante la evidencia. Resistió hasta el tramo final del primer parcial, pero Muguruza fue abriéndose paso y terminó imponiendo su casta y su juego. El equilibrio de fuerzas se rompió cuando Garbiñe salvó esas dos bolas de set en contra. A partir de ahí, voló.

Con La Catedral techada, porque este sábado lloviznaba en Londres, en la central se confrontaban dos generaciones. La jugadora que definitivamente ha tumbado la puerta de la historia ante Venus, pentacampeona en Wimbledon, siete Grand Slams, una gigantesca carga histórica a sus espaldas. Aspiraba la norteamericana a convertirse en la ganadora de mayor edad, pero se quedó con las ganas. La profecía de hace dos años de su hermana Serena se cumplió: “Garbiñe, algún día ganarás este trofeo”. Y lo hizo esta con una demostración de fuerza brutal, de un modo salvaje.

Muguruza al vencer. (Getty)

Venus. (AFP)

Muguruza en acción. (Getty Images)

La hispano-venezolana, de 23 años, arrolla a la pentacampeona en la final del 'major' británico (7-5 y 6-0, en 1h 17m) y eleva su segundo Grand Slam. Es la primera española que gana en París y Londres. (AP)

Venus. (Getty Images)

El punto de giro lo marcó las dos bolas de set que salvó Muguruza, 5-4 abajo, presión, infinita presión. Corazón a mil revoluciones. Ahí estuvo la final. Libró primero un peloteo precioso, de los pocos que hubo, porque ambas jugaron a muy pocos tiros, de palo en palo; después, un saque certero; y para rematar, dos zarpazos que emocionalmente le dieron la vuelta al partido: primero un break, el que decantó la fortuna de su lado, e inmediatamente después un arranque demoledor (rotura de entrada) en el segundo set, en el que Venus no fue Venus, sino una veterana zarandeada y castigada.

De inicio, la estadounidense no dejó jugar, resolviendo todos los puntos a una carta, evitando el peloteo. No quería entrar al peloteo y Garbiñe no encontraba una vía clara por la que hacerle daño. Su bola plana obligaba a Williams a flexionar y retroceder, y ahí sí que sufría, pero se recomponía todo el rato a partir del saque. Sin embargo, el hecho de no conseguir cerrar la primera manga la diluyó. Dudó Williams, sí; 37 años, pero dudó. Y entró Garbiñe en ese terreno pantanoso con todo, desencadenada, con ese torrencial enorme de tenis.

Pero ojo, sin perder el temple. 11 errores no forzados recogió su tarjeta estadística, por los 28 de su rival, asfixiada conforme Muguruza apretaba y apretaba, un juego tras otro: uno, dos, tres, cuatro… y así hasta nueve, hasta el título de Wimbledon. (Alejandro Ciriza / El País)

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