viernes, 2 de junio de 2017

junio 02, 2017
MADRID, 2 de junio de 2017.- Después de perder las elecciones en el 1912, el ex presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt se fue a Brasil para dirigir una expedición científica con el objetivo de resolver si el río de la Duda fluía en el Amazonas. En la travesía encontró, entre otras bestias, la piraña, “el pez más feroz del mundo”, como él mismo describió en su libro Through the Brazilian Wilderness. El ex presidente quedó despavorido ante la capacidad de estos peces para destripar y devorar carne: “Te arrancarán el dedo de una mano al deslizarse descuidadamente en el agua; mutilan nadadores (en cada río de Paraguay hay hombres que han sido mutilados); desgarrarán y devorarán a cualquier hombre o bestia heridos; porque la sangre en el agua las excita hasta la locura”. A pesar del peligro subacuático, los exploradores pudieron cartografiar y determinar que el río ciertamente es un afluente del Amazonas. Lo rebautizaron como Roosevelt en su honor y su libro de la expedición fue un éxito de ventas. Colateralmente se propagó la mala fama de las pirañas; ¡esas villanas de agua dulce! 


La idea de morir despedazado por el frenesí de unos pequeños peces es espeluznante; mordisquito tras mordisquito, se comen toda la carne hasta los huesos en apenas unos minutos. Algunos expertos especulan que aproximadamente 300-500 pirañas tardarían unos cinco minutos en despojar la carne de un humano de 80 kilos. Los ataques solamente suceden en determinados casos cuando, por ejemplo, en época de sequía el nivel de agua es bajo, la concentración de pirañas es superior y la comida escasea o si se molesta la puesta enterrada en el lecho del río. Básicamente, si se sienten amenazadas o el hambre aprieta. No obstante, los ataques fatales son raros y normalmente todo queda en tan solo un mordisquito, a modo de pellizco, en los pies o las manos. Además, en los incidentes con final trágico, a menudo la víctima ya estaba malherida o incluso había fallecido antes que las pirañas le hincasen los dientes. Una muerte desgarradora causada por estos peces amazónicos es más propia de las películas de terror que de la realidad.

Las pirañas viven en bancos, pero no usan ninguna estrategia colectiva para cazar. Sus coreografías abrumadoras son más bien caóticas. Por el contrario, la formación de grupos es una estrategia de defensa; se mueven agrupadas para protegerse de los depredadores. Unos científicos demostraron que las pirañas de vientre rojo respiraban mejor y reaccionaban con más calma ante las amenazas en grupos numerosos. También observaron que las pirañas salvajes formaban bancos más grandes en aguas poco profundas donde son más vulnerables. Estos peces no se encuentran en el ápice de la red trófica y deben evitar a los caimanes, a los delfines o a las aves pescadoras. Por eso, la jerarquía se manifiesta en el mismo cardumen con los peces más grandes y viejos en el medio y los más jóvenes e inexpertos en el exterior, al alcance de mordiscos y picotazos. Las pirañas también tienen enemigos, su sonrisa no atemoriza a todo el mundo.

Las pirañas son famosas por devorar carne, desde pequeños insectos hasta mamíferos mucho más grandes que ellas, pero también se alimentan de semillas y otros materiales vegetales. De hecho, hay especies que son vegetarianas. Entre las omnívoras, destaca la piraña de vientre rojo siendo una de las más voraces e insaciables. En una investigación observaron que primero atacan a los ojos o a las colas de otros peces para inmovilizarlos, luego se los comen sin miramientos. Los dientes de las pirañas son como una hoja; afilados, puntiagudos y delgados ejercen una punción rápida seguida de un corte incisivo. Un cuchillo ideal para una dieta proteica. Además, músculos y mandíbulas les otorgan un mordisco formidable. Con relación a su peso, Serrasalmus rhombeus tiene una de las mordeduras más fuertes de entre todos los vertebrados. Asimismo sucedía con Megapiranha paranensis —un ancestro extinto de las pirañas de hace 10 millones de años— que ejercía una fuerza relativa superior a la del Tyrannosaurus rex.

Parece imposible resistir el mordisco de uno de estos peces dientudos, pero algunos animales nadan ilesos en sus aguas. Marc Meyers, un ingeniero mecánico de la Universidad de California, quedó sorprendido al ver como las Arapaima, y su carne suculenta, no eran el objetivo de las pirañas. El secreto está en su armadura de escamas. Meyers y su equipo recrearon la mordedura en el laboratorio con una máquina, varias escamas y un diente. Sorprendentemente, este se rompió tras la prueba. Los investigadores descubrieron que las escamas están formadas por dos capas; una interior compuesta por colágeno y otra exterior también compuesta por colágeno pero cimentada con calcio. El patrón duro-sobre-suave genera resistencia sin perder la flexibilidad. Este, y otros descubrimientos, han inspirado a los ingenieros para diseñar todo tipo de materiales similares a las escamas de los peces, incluso hay armaduras ligeras que emulan su funcionalidad. En la batalla por la supervivencia, la coraza de las Arapaima ha resistido las dagas de las pirañas, y los humanos hemos tomado nota. (Óscar Cusó / El País)