lunes, 8 de mayo de 2017

mayo 08, 2017
MADRID, España, 8 de mayo de 2017.- Para el investigador Paul Workman (Reino Unido, 1952), especializado en el desarrollo de fármacos oncológicos y apasionado de la medicina personalizada, el gran aliciente de su trabajo es descubrir nuevos tratamientos efectivos tras lo que asegura que hay que hacer "una ciencia muy potente".

El científico, que ha visitado Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) con motivo del encuentro Foundation Frotiers Meeting, patrocinado por la Fundación La Caixa, ha hablado con EL MUNDO sobre el futuro de la investigación del cáncer, las terapias dirigidas, el precio de los medicamentos y el brexit.

El científico Paul Workman, en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en Madrid. (OLMO CALVO)

¿Cómo ha evolucionado el paciente oncológico desde que usted comenzó en este campo?

Desde que empecé, hace 40 años, la supervivencia se ha duplicado. Más del 50% de los pacientes de cáncer ahora sobreviven más de 5 o 10 años. Y desde que se secuenció el genoma humano -en 2003- hemos visto el desarrollo de la terapia dirigida, con la que se puede dar un tratamiento específico para un paciente determinado. Esto ha mejorado las cosas entre 2000 y 2010, y en los últimos años han aparecido los medicamentos inmunológicos, con los que se puede activar la propia respuesta inmune del cuerpo.

¿Será la inmunoterapia la próxima revolución?

Yo creo que ya es una revolución. Por ejemplo, hasta ahora las terapias eran prácticamente ineficaces en los pacientes con cáncer de piel a los que el melanoma se les había propagado por el cuerpo. Ahora, combinando la medicina personalizada con la inmunoterapia se puede incrementar la respuesta a largo plazo en más del 50%, y estamos empezando a ver actividad en otro tipo de tumores, como los de pulmón.

¿Y el siguiente paso?

Ahora tenemos que entender qué hace que un paciente responda y otro no. El reto es que sólo una proporción relativamente pequeña de pacientes responde, pero lo hace muy bien y durante mucho tiempo. Y tenemos que combinar las terapias para incrementar la tasa de curación. Si añades la inmunoterapia a la medicina personalizada y a las terapias tóxicas, es fantástico.

¿Los tratamientos personalizados llegarán a ser el tratamiento habitual?

En el cáncer de mama están muy consolidados. La leucemia mieloide crónica ha vivido una revolución gracias a esta técnica: antes no había tratamiento y ahora muchos pacientes que sufren esta enfermedad pueden sobrevivir más de 10 años con un único medicamento. Pero algunos tumores siguen siendo muy difíciles de tratar, como los de cerebro o páncreas. Ahí es donde tenemos un desafío de verdad.

¿Veremos el cáncer como una enfermedad crónica?

En algunas leucemias, en algunos casos de cáncer de mama o colorrectal ya lo hemos visto. Podemos mantener el cáncer bajo control durante largos períodos con tratamientos farmacológicos repetidos. El problema más importante al que nos tenemos que enfrentar es el desarrollo de la resistencia, que funciona de forma muy similar al de la resistencia antibacteriana.

¿Cómo sucede?

Las células cancerosas son genéticamente inestables y eso genera que haya muchos tipos de células. Es como el árbol de Darwin, las células se desarrollan de muchas formas diferentes y por eso se pueden volver resistentes al medicamento, que actúa de forma selectiva.

¿Los precios de los medicamentos son abusivos?

Sí. El coste del tratamiento habitual de cáncer es superior al coste de una casa en Reino Unido, en EEUU y probablemente también en España. Un tratamiento que prolongue la vida tres meses puede costar 100.000 euros. Creo que esto es inaceptable e insostenible. Tenemos que encontrar la manera de reducir los precios, especialmente si queremos combinar tratamientos. Si un paciente necesita dos, tres o cuatro tratamientos, el coste puede alcanzar el medio millón de euros. Hay gente que ha tenido que vender su casa y se ha declarado en bancarrota porque su aseguradora no cubría el coste. Es terrible.

¿Cómo se podría reducir el precio?

No creo que sea un problema de solución simple. La idea no es criticar a la industria, son organizaciones comerciales que tienen que ser viables económicamente. Una de las soluciones que sugerimos es que las universidades y las organizaciones benéficas intervengan más en el desarrollo de medicamentos.

¿Qué progresos se esperan en el futuro?

Seguimos estudiando los mecanismos básicos moleculares que hacen que las células comiencen a funcionar mal y causen cáncer, y aún hay mucho trabajo por hacer. También producimos nuevos tratamientos de forma más rápida. Ahora se puede desarrollar un nuevo fármaco en tres años, cuando solía tardarse 30 años. Además, también podemos secuenciar el genoma de un paciente y hacer los descubrimientos en él: el paciente es el organismo sobre el que haces la investigación, y eso agiliza el trabajo.

¿Es la prevención un área olvidada?

No creo que esté olvidada, pero sí que es muy complicada. Por ejemplo, hay que erradicar el tabaco, mejorar la dieta, hacer ejercicio, reducir el alcohol. Son cosas que a la gente le cuesta llevar a cabo. Las mujeres han dejado de fumar más tarde que los hombres, así que ahora las tasas de cáncer son mayores en mujeres. Creo que es difícil cambiar los hábitos de la gente, especialmente si disfrutan las cosas que causan el problema.

¿Qué siente cuando descubre un fármaco que resulta ser efectivo?


Es un momento emocionante. Mis padres murieron de cáncer, así que para mí es importante. Cuando descubres un medicamento, lo sometes a ensayos y ves que los pacientes responden es muy gratificante, y hace que quieras trabajar incluso más duro.

¿Cómo afectará el brexit a la investigación del cáncer?

Creo que el 95% de los científicos estaban en contra del brexit. Todo el mundo está preocupado. La ciencia funciona con colaboración: gente en el CNIO trabaja de forma conjunta con gente en mi instituto para resolver un problema. El trabajo aislado es menos potente. Lo que suceda después del brexit no debe impedir el flujo de colaboración entre las instituciones. Y tampoco sabemos si la financiación seguirá estando disponible para los científicos de Reino Unido. Si perdemos la financiación europea y no se reemplaza con otra, tendremos un gran problema. Luego está el tema de la regulación. Ahora mismo, si una farmacéutica quiere hacer un ensayo clínico con un nuevo medicamento, tiene que pedir autorización a la Agencia Europea del Medicamento (AEM), cuya sede está en Londres. Si Reino Unido sale, podría hacer que fuera menos atractivo para las farmacéuticas y se quedará atrás. Tenemos que aceptar que el brexit sucederá, pero espero que se mantenga la máxima interacción con la ciencia europea. (María Pérez Ávila / El Mundo)