martes, 11 de octubre de 2016

octubre 11, 2016
Carlos Loret de Mola Álvarez

Dentro de ocho meses, el cardenal primado de México, Norberto Rivera Carrera, deberá presentar su renuncia porque cumple 75 años de edad. Su paso por la sede religiosa más importante del país –la de la capital de la República– ha dejado una estela de polémica y división.

El Papa Francisco debe estar evaluando quién ocupará su lugar. Y este fin de semana dio un paso importante en su baraja: anunció que nombrará cardenal en la zona metropolitana a Carlos Aguiar Retes, quien será cardenal de Tlalnepantla, Estado de México. Se vuelve candidato natural al remplazo.

Aguiar lleva muchos años en la lista de posibles cardenales. El sexenio pasado se destacó que su cercanía con el entonces presidente Felipe Calderón sería un factor, pero la balanza del entonces Papa Benedicto XVI terminó inclinándose por Francisco Robles Ortega, quien fue primero cardenal de Monterrey y luego de Guadalajara.


Al arranque de la administración federal actual, sabida la buena relación de monseñor Aguiar Retes con el presidente Enrique Peña Nieto (fueron arzobispo y gobernador simultáneamente), se calculó que le darían en breve el capelo cardenalicio. Pero no. El Papa Francisco optó primero por el de Morelia, monseñor Alberto Suárez Inda.

Finalmente, le llegó el púrpura a Aguiar Retes. Discreto, austero, que prefiere el cabildeo sin aspavientos que las declaraciones tronantes en los medios, más ocupado por evangelizar en las escuelas que entre las sábanas. Cortés en el discurso, inamovible en la doctrina.

Así es el Papa también. Los expertos han detectado que Francisco nombra cardenales en función de perfiles que le son afines. Y además le ha dado por impulsar purpurados en ciudades que no son tradicionalmente sedes cardenalicias (hoy tienen cardenal Morelia y Tlalnepantla, pero no Monterrey que solía serlo; en Italia ha hecho más o menos lo mismo).

Según los registros públicos, el obispo Carlos Aguiar y el cardenal Jorge Bergoglio se conocieron cuando el mexicano era coordinador de los obispos de la región, pues presidía el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), y trabajaron juntos en la Conferencia de Aparecida en Brasil. Se encontraron de nuevo en los dos sínodos de la familia, ya en el pontificado de Francisco.

Dentro de la Iglesia católica mexicana, Norberto Rivera y Carlos Aguiar provienen de grupos diferentes con prácticas distintas. La interpretación no admite matices: el anuncio a favor de Aguiar es un golpe duro para Norberto.

Rivera Carrera no se puede decir en el desamparo: el Papa Francisco lo mantiene como uno de los consejeros encargados de limpiar las finanzas del Vaticano. Sin embargo, está claro que su estilo personal dista mucho del que promueve el pontífice argentino. Y le quedan ocho meses. Si el relevo es el próximo nuevo cardenal, se abrirá un nuevo estilo de interlocución y cercanía con el poder político. Ha sido el discreto estilo del purpurado de Tlalnepantla.