viernes, 23 de septiembre de 2016

septiembre 23, 2016
Margarita Yakovenko / PlayGround

El día después de las elecciones parlamentarias rusas, la noticia de que el partido de Vladimir Putin había conseguido mayoría en el parlamento no sorprendía a nadie. Sin embargo, un artículo publicado en uno de los periódicos más leídos de Rusia activaba las alarmas en Occidente.

Vladimir Putin se ha propuesto devolver a la vida la temida KGB. El gran monstruo represivo que ha marcado todo el siglo XX despertaba de su letargo de 25 años.

Cuando en 1991 la Unión Soviética se desmoronó en mil pedazos, el servicio de inteligencia y seguridad del imperio en llamas quedó relegado a un segundo plano. Había que salvar la economía, y además la Guerra Fría había terminado. Si Gorbachov tenía planes para reformar la KGB, Yeltsin, que asumió enseguida la presidencia de Rusia, optó por la política de "no sé muy bien qué hacer con esta cosa" y decidió, simplemente, descuartizarla.

En los sucesivos años tras la muerte de la KGB, diversas agencias de seguridad e inteligencia brotaron como setas. Para cada asunto se creaba una agencia. Para cada agencia había un director dispuesto a ser corrompido. La situación era igual de caótica que la política del país o la vida siempre achispada del presidente.

Enlace a Putin resucita el KGB. Según la Fundéu BBVA: "En rigor es el KGB, de Comité para la Seguridad del Estado, pero la variante femenina (tal vez por sobrentender organización o por analogía con la CIA) está muy extendida y es válida".

Hasta que en 2000 llegó Putin al poder.

Ahora, según las fuentes del periódico Kommersant, tras la victoria electoral el presidente ruso ha decidido que ha llegado el momento de una amplia revisión de los servicios de seguridad del país.

Putin se ha propuesto devolver a la vida el gran monstruo represivo que lleva 25 años sumido en un profundo sueño.

Por todos es sabido que Putin es un exagente de la KGB. No uno de esos que podrían aparecer en el papel del espía ruso malo de las películas de James Bond, sino uno de esos burócratas grises que mueve los hilos detrás del telón.

Por todos es sabido, también, que Putin recuerda con amor esos tiempos perdidos de la URSS. ¿Qué se puede esperar de alguien que ha llegado a declarar cosas como "El que no lamente la desintegración de la URSS no tiene corazón, pero el que quiera su renacimiento no tiene cabeza"?

I. La resurrección

El plan de Putin es insuflar un poquito de vida a un pedazo perdido de la historia. Según Kommersant, la nueva reforma uniría en un solo ente al Servicio Federal de Seguridad (FSB), el Servicio Federal de Protección (FSO) y el Servicio de Inteligencia Exterior (SVR). Todo junto crearía una institución denominada Ministerio de Seguridad del Estado (MGB) que es prácticamente lo mismo que decir Comité de Seguridad del Estado (KGB).

Si en este momento sientes que tu cerebro se marea por ese baile de siglas, deberías saber que estás experimentando una sensación habitual entre los propios rusos. Acabar con todas las agencias para transformarlas en un Ministerio es también parte de un plan de simplificación.

II. KGB 2.0

Si las fuentes de Kommersant no fallan, e l nuevo KGB debería estar en funcionamiento antes de las elecciones presidenciales de 2018, en las que previsiblemente vencerá una vez más Vladimir Putin.

Entre las funciones del MGB estarán las de ocuparse de la contrainteligencia, el espionaje, la seguridad interna y externa, el control de las fronteras, las medidas antiterroristas, la inteligencia exterior y la protección de los altos funcionarios del Estado. Es decir, todo aquello que hacía la KGB. O, por comparar, todo aquello que hace la CIA y el FBI, a la vez.

A la nueva agencia se le añadiría, además, una función más: el ciberespionaje.

Entre las funciones del nuevo MGB estarán las de ocuparse de la contrainteligencia, el espionaje, la seguridad interna y externa, el control de las fronteras, las medidas antiterroristas, la inteligencia exterior y la protección de los altos funcionarios del Estado

En los últimos meses las noticias de hackers rusos entrando en bases de datos estadounidenses no dejan de resonar en los medios. Primero el atacado fue el Partido Demócrata, después la Agencia Antidopaje y ahora parece que varios representantes de partidos políticos alemanes también han sido blanco de los piratas.

A pesar de que el Gobierno ruso se ha desvinculado de todos estos ataques, parece difícil imaginar que en un Estado cada vez más autoritario, donde los blogeros y los jugadores de Pokemon pueden acabar en la cárcel, el poder no tenga nada que ver con ataques informáticos tan bien organizados.

El periodista David Ignatius publicaba hace unos días una columna en el Washington Post donde proclamaba que la guerra fría había terminado pero que la guerra cibernética acababa de comenzar. Sin embargo, lo que parece más probable es que la guerra fría haya resurgido y la guerra cibernética no sea otra cosa que un nuevo arma.

Si antes la carrera espacial era la competición clave, ahora la guerra se hace desde el salón de casa. Ya no hace falta inventar el mejor cohete para superar a la NASA. Puedes anularla con un ataque pirata muy bien planificado.

A diferencia de la KGB, en el nuevo órgano el ciberespionaje ocupará un lugar clave.

III. De la unión nace ¿la fuerza?

Unir diversas agencias en una sola es una de las maneras más claras de crear un poderoso órgano de seguridad que pueda controlar todo un país y vigilar todo lo que se halla fuera de sus fronteras. La fusión supone también un control más fácil, al menos sobre el papel: si todo se concentra en un solo elemento, el riesgo de corrupción dentro del elemento también disminuye.

También es más fácil para Putin controlar un nuevo Ministerio quitándose de en medio a los viejos dirigentes y poniendo en su lugar a personalidades más leales al régimen. La opción de darles a estos puestos relevantes dentro de la estructura es a su vez una manera de evitar posibles golpes de Estado.

Sin embargo, también puede ocurrir justo lo contrario. Un monstruo tan grande como la antigua KGB puede ponerse a andar por su propio pie en cualquier momento, tal como ocurrió en 1991 durante el intento del Golpe de Estado de agosto.

Por el momento, queda por ver si la antigua gloria del imperio resurge en nombre de la ley... o todo lo contrario.