martes, 27 de septiembre de 2016

septiembre 27, 2016
Carlos Loret de Mola Álvarez


El gobierno del Presidente estaba sorprendiendo a todo mundo. Había convencido a sus opositores de sentarse a la mesa del Pacto por México, logrando que se aprobaran en el Congreso una docena de reformas estructurales y marcaba la agenda pública. Enrique Peña Nieto era el mandatario de moda en los foros internacionales.

Hasta la desaparición de los 43 normalistas. El gobierno federal reaccionó tarde y mal. Sus opositores, pronto y bien. En unos días, la racha victoriosa de la administración de Peña Nieto quedó interrumpida. Dos meses después se supo de la Casa Blanca y medio año más tarde se fugó El Chapo Guzmán. De aquel gobierno de arranque trepidante no quedaba nada. Entró en un bache del que no ha sabido salir. Y cuando parecía haber tocado fondo, todavía faltaba Donald Trump.

Hoy el sabor es como si el sexenio hubiera terminado en el otoño de 2014. Recapturaron a El Chapo, pero el régimen no tuvo la sagacidad para construir a partir de ahí un nuevo discurso, tomar otro impulso. Hubo cambios en el gabinete, pero lejos de relanzar la gestión, se entendieron como el último recurso de un presidente arrinconado por su baja popularidad.

De unos meses para acá, el presidente Peña Nieto contagia la impresión de que su gobierno ya terminó. Que su legado serán las reformas y su estigma la corrupción. Que su párrafo en la historia está escrito y ya no admite tachaduras ni adiciones.

Y ahora, el primer mandatario luce más bien concentrado en su sucesión, en incidir en ella… hasta donde le alcance.

SACIAMORBOS. En el segundo aniversario de la tragedia de los 43, tres cosas llaman la atención de la investigación de la PGR:

1. Los dos principales hombres que iniciaron la indagatoria en ese 2014, Jesús Murillo Karam y Tomás Zerón de Lucio, autores de la apodada “verdad histórica”, ya no están en la PGR. Se detecta hoy por hoy una decisión ministerial y política de rehacer el trabajo de ambos en los puntos que consideran oscuros quienes fueron sus relevos: la procuradora Arely Gómez y el fiscal Alfredo Higuera.

2. Un estudio tecnológico internacional analiza el suelo en 40 puntos geográficos de la zona caliente de Guerrero, donde tanto los investigadores oficiales como los padres de familia y sus asesores sospechan que pudieran hallar restos de algunos de los estudiantes desaparecidos. Un descubrimiento podría significar mucho.

3. Toma cada vez más relevancia la indagatoria sobre quién es El Patrón. Aparece mencionado en los expedientes del caso, lo citan varios testigos, hay llamadas telefónicas vinculadas a él, pero nadie le pone nombre y apellido.Es un punto ciego en la narrativa. La sospecha a todos los niveles del gobierno federal es que se trata del ex gobernador de Guerrero, el priísta Rubén Figueroa, pero lo que me dicen fuentes de primer nivel es que hasta ahora no hay pruebas contundentes en su contra.

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