martes, 23 de agosto de 2016

agosto 23, 2016
Víctor E. Sánchez García

El día de ayer, el portal de noticias de la periodista mexicana Carmen Aristegui dio a conocer un reportaje en el que se dejaba en evidencia cómo el actual presidente de México, Enrique Peña Nieto, había plagiado al menos a diez autores en su tesis para obtener el título de Licenciado en Derecho, por la Universidad Panamericana —entre ellos al ex mandatario Miguel de la Madrid—; concluyéndose que había plagiado al menos 197 párrafos de los 682 que integran su documento, por lo que el 28.8 por ciento de su tesis fue robada íntegramente de otros trabajos. Ésta noticia se suma ahora a una creciente lista de escándalos manchados por la corrupción y el influyentísmo dentro de su gobierno.


Sin embargo, tal parece que la respuesta obtenida con éste nuevo reportaje es probablemente muy diferente a la que Carmen esperaba recibir. Si bien las notas anteriores habían levantado fuertes condenas mediáticas y sociales, este nuevo descubrimiento ha recibido críticas mixtas, y un tanto confusas para alguien que no conozca el pensar mexicano. Apenas algunos minutos después de haber sido compartido, gran cantidad de comentarios dejaban entrever la decepción ocasionada a causa del tema elegido por la periodista, alegando ser demasiado irrelevante en comparación a otros temas indagados con anterioridad. No obstante, quizás las opiniones más impresionantes han sido aquellas que justifican o minimizan la gravedad del actuar de Peña, argumentando que la gran mayoría de mexicanos hemos plagiado en alguna ocasión, concluyendo en que la nota resultaba ser altamente amarillista y resentida con la única intención de manchar al Presidente.

Quizá el mayor y más grave error de Aristegui y su equipo ha sido pensar que notas de éste estilo pueden tener el mismo impacto que tendrían en otras sociedades, en las que un “simple” plagio de tesis es considerado un punible delito intelectual, con castigos que van desde la invalidación del grado universitario del acusado hasta el cese de actividades o puestos laborales. Podemos recordar en 2011, cuando el ministro alemán de Defensa, Zu Guttenberg, considerado el político alemán mejor valorado renunció al título de doctor, después de haber sido acusado de plagiar el 20% de su tesis, siguiendo después su renuncia como ministro; o la dimisión del presidente de Hungría en el 2012, Pál Schmitt, después de que una universidad le retirara el título de doctor por haber plagiado también parte de su tesis; o ese mismo año, cuando Sealtiel Alatriste, coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, renunció tras haber sido acusado de plagiar varios estilos de otros autores en algunos de sus más de 500 artículos.

El tema del plagio en México es procesado por la mayoría de los mexicanos de una manera muy diferente que en otras sociedades del mundo. Muy probablemente esto se deba a que, junto con la corrupción, el plagio es también una actividad bastante común entre la población y por lo tanto visto como una práctica, si bien desleal, no tan grave como el robo, aunque sean básicamente lo mismo. Por esto mismo uno se pregunta ¿será que el mexicano se sienta incapacitado moralmente para criticar las actitudes y capacidades de su presidente debido a que el plagio y la corrupción son prácticas ampliamente difundidas y aceptadas en casi todos los niveles sociales? Mientras tanto, podemos comparar el pensamiento de algunos compatriotas con aquella mítica frase del reciente Lord Audi, ‪#‎EsMéxicoGüeyCapta‬.