viernes, 10 de junio de 2016

junio 10, 2016
BUENOS AIRES, Argentina, 10 de junio.- Era el 26 de mayo de 1966 cuando Oriana Fallaci ingresó a la mansión que Muhammad Ali tenía en Miami. Allí, tras ser recibida con un estruendoso eructo, la periodista italiana percibió que no sería una entrevista más. Mucho menos una amistosa charla. El campeón comía de manera grotesca un melón en el comedor de su residencia. Y volvía a eructar.

"Le dije: 'Buenos días, señor Clay'. Y él respondió con un eructo bastante fuerte. Volvió a eructar de nuevo. Más fuerte aún. Salté y le dije que no pensaba estar con un animal como él", recordaría Fallaci en 1969. El encuentro siguió. Más violento aún. "Estaba preparando la grabadora para hacer la entrevista cuando él de repente coge el micrófono y lo lanza contra la pared; lo vi volar por delante de mi cabeza. Lo miré a los ojos. Y él me miró, tan alto, tan enorme, como el elefante que observa a un mosquito".


Luego de un momento de tensión, Fallaci logra tranquilizar tanto a Ali como al séquito de aduladores que lo rodeaban. Y la entrevista comienza, aunque de manera absurda. El súper campeón se dedicó a responder cualquier cosa, menos lo que la periodista le preguntaba. La violencia resucitó. Pero fue la italiana la que ahora enfureció: lanzó su grabadora por la cabeza de Clay, quien la esquivó como sólo un boxeador con sus reflejos podía hacer. Fallaci salió corriendo y se subió a un taxi.

El encuentro fue reflejado por Fallaci en su libro Las raíces del odio: mi verdad sobre el islam, en cuya obra describe la personalidad de Ali –quien murió el pasado sábado 4 de junio– y el odio que tenía hacia la raza blanca. "Cassius Clay me dijo que me rompería la nariz si me volvía a ver. Ya veremos: si me rompe la nariz, va a acabar entre rejas y habrá bonitas noticias en los periódicos sobre esto. Lo vi después en Nueva York. Paseé con mi nariz en el aire y él se marchó sin mirarme", escribió.

"Los musulmanes negros, una de las sectas más peligrosas de Estados Unidos, el Ku Klux Klan al revés, asesinos de Malcom X, lo han catequizado, hipnotizado, doblado. Y del payaso inofensivo sólo queda un vanidoso irritante, un fanático obtuso que predica la segregación racial, maltrata a los blancos que están con los negros y amenaza a los negros que están con los blancos", describe en el libro Fallaci a Ali.

Fallaci también deja al descubierto esa doble personalidad que cubría al campeón de peso pesado: "Se llamaba, entonces, Cassius Marcellus Clay. Ahora se llama Muhammad Ali y es el símbolo de todo lo que se necesita eliminar: el odio, la arrogancia, el fanatismo que no conoce barreras geográficas". Para la escritora italiana, "los negros musulmanes necesitan un mártir en la misma medida en que buscan publicidad".

–¿No le importa, Muhammad, cambiar de nombre?
–Por el contrario, era difícil tener ese nombre (por Cassius), porque era el nombre de un esclavo, era el nombre que el dueño blanco daba a sus esclavos. Pero ahora tengo el nombre de Dios.

Ali continuó defendiendo el cambio de identidad al explicarle a la reportera que significaba "Digno de toda adulación". Y que eso significaba un cambio en su vida.

–Pero si tanto ha cambiado, Muhammad, ¿por qué continúa insultando y odiando a sus adversarios?
–No los odio como seres humanos, los odio como individuos porque tratan de hacerme daño, darme un knock-out, tratan de robarme el título de campeón de todo el mundo. (…) Y los odio porque no tienen los nervios de saltar al cuadrilátero sabiendo que son tan bravos como soy yo de grande, esto me hace enfurecer como si fuera un insulto.

Más adelante, la entrevista se traslada a los miedos. Y el boxeador es contundente con sus palabras como lo era en el ring-side. "No tengo ninguna duda de que no tengo miedo y no tengo miedo porque Alá está conmigo. Y Alá estará conmigo mientras sea campeón del mundo. Sólo Alá puede ponerme knock-out, pero no lo hará".

–Muhammad, ¿qué piensa usted de la humildad?
–¿Qué cosa?

–La humildad.
–¿Qué significa? Yo estuve en la escuela un poco, pero nunca he oído esa palabra 'humildad'. Tal vez significa modestia y luego miro y soy tan modesto que ni siquiera me doy cuenta de cuán grande soy, cuán extraordinario soy, más de lo que pienso…

Provocadora, en un momento de la charla, Fallaci le pregunta a Ali su relación con los libros. "No leo libros, nunca he leído libros, ni incluso periódicos". El campeón se vanagloria de su poca instrucción y se burla de quienes eligen el camino de una carrera universitaria o del trabajo duro: "Los ingenieros, los médicos deben trabajar toda su vida, de día y de noche; en su lugar, con el boxeo se trabaja por medio de los puños, se disfruta y se hace un millón de dólares al año". La provocación de Ali tampoco cesaba.

Respecto a su negativa a luchar en Vietnam, Ali también se defendió de manera polémica. "Para mí, los del Vietcong no hicieron nada, así que no voy a ir a luchar con pistolas que disparan, no pertenezco a los Estados Unidos, pertenezco a Alá, que prepara para mí grandes cosas".

"Tal vez me convierta en el líder de un territorio independiente o el jefe de Estado de (un país) en Africa, que están con la necesidad de contar con un líder, un líder como Muhammad, bueno, fuerte, valiente, hermoso y religioso. Porque no soy de los Estados Unidos de los blancos, yo soy musulmán", añadió.

–Muhammad, ¿quién le dice estas cosas?

–Estas cosas me las dice el honorable Elijah Muhammad, mensajero de Alá. Pero ahora basta porque me iré a dormir.

Elijah Muhammad era por aquel entonces el líder de los musulmanes negros, luego del asesinato de Malcom X. La conversación continuó por la tarde. Más áspera, desde luego. Más adelante en la entrevista, confesará que a este guía suyo lo ama más que a su propia madre.

"Las mujeres no deben dar vueltas mostrando partes desnudas del cuerpo como si fueran vacas salvajes, como los perros, un verdadero escándalo. Un hombre tiene que tener una esposa digna de admiración", cuenta Ali a Fallaci. "No son decentes", insiste.

–Muhammad, ¿por qué no me mira a los ojos? ¿Está enojado?

–No estoy enfadado. En mi religión se enseña a no mirar a las mujeres, para que nos acerquemos a las mujeres de una manera civilizada, hablando con los padres para el cuidado de la niña, como en Arabia Saudita o en Pakistán, como en los países en que se cree que Dios se llama Alá, no se llama Jehová, no se llama Jesús.

"Amo a Elijah Muhammad más que a mi madre, porque ella es cristiana y él, musulmán", explicó las razones de su pasión por el líder islámico de los Estados Unidos. (infobae)