sábado, 25 de junio de 2016

junio 25, 2016
LONDRES, 25 de junio.- Boris Johnson estuvo "glorioso" en su debut como principal aspirante a primer ministro. El maestro de la improvisación, más peinado que de costumbre, se ajustó el nudo de la corbata roja y arrancó con una oda al cadáver político de David Cameron, disimulando su condición de enterrador.

El Brexit nunca habría llegado demasiado lejos sin él. Los analistas calcularon el 'factor Boris' en algo más de un 10% en las urnas, suficientes para marcar la distancias. En su ausencia, la campaña por la salida de la Unión Europea habría quedado en manos del nacionalista Nigel Farage o del auténtico "malo" de la película, el todavía ministro de Justicia Michael Gove, auténtico cerebro de la campaña VoteLeave, pero con menos pelo y poco carisma.

Con sus mechones de pelo rubio -casi blanco- y sus muecas, el de Boris Johnson es uno de los rostros más reconocibles en el mundo político de Reino Unido. Y a partir de este viernes lo será aún más. (Getty Images)

Johnson y Gove han ejercido como la pareja perfecta en la campaña de acoso y derribo a David Cameron, que llevaba librando un pulso con la "ambición rubia" durante toda la vida. "Cuando Boris encuentra a Dave" daba título al documental del Canal 4 que narraba sus vidas paralelas, desde el paso por la privadísima Eton a la gamberradas compartidas del Bullingdon Club de Oxford.

Cuesta no reírse con Johnson, y el propio Cameron se reía a mandíbula batiente con sus bufonadas en la última conferencia de los tories, sin rumiarse la que se le veía encima. La "traición" de Boris marcó de principio a fin la campaña del referéndum, que ha sido ante todo un personalísimo duelo por el cetro del Partido Conservador.

Incorregible e inclasificable, historiador consumado, curtido corresponsal en Bruselas de The Daily Telegraph (criticado por sus propios colegas por su habilidad para manipular la verdad), Johnson suele decir de sí mismo que es "un tipo sabio al que le gusta hacerse el tonto para ganar".

"¿Demasiado divertido para ser alcalde?", fue la eterna pregunta que se persiguió en su doble mandato en la capital, donde conquistó la gloria olímpica y cambió de piñón justo a tiempo y sin quitarse el casco. "¿Demasiado ambicioso para ser primer ministro?", es el interrogante que se hacen ahora los británicos, al comprobar hasta donde ha sido capaz de llegar para conquistar su meta inconfesable (el viernes tuvo una primera demostración de ira popular a las puertas de su casa en Islington).

Con 52 años recién cumplidos (cuatro días antes del referéndum), el futuro pinta rutilante y rubio para ese político sensacionalista y de ancestros turcos que no ha dudado en ondear el miedo a Turquía como una de las grandes bazas de campaña, junto a la llamada a la soberanía y la letanía infalible y patriótica del "Take back control!" ("¡Recuperar el control!").

Johnson se pasó toda la campaña de foto en foto, sin necesidad del cuerpo a cuerpo al estilo de Farage, del que se desmarcó calculadamente en la recta final de la campaña. Johnson mantuvo a raya a los medios que no fueran descaradamente pro-Brexit (como el Canal 4 y The Guardian) y se mostró elusivo con la prensa extranjera, para volcarse especialmente en su caja de resonancia del Telegraph, del Maily del Sun.

Su biógrafa Sonia Purnell, que le conoció en el Telegraph cuando estaba en Bruselas, ha intentado ir más allá del Johnson populista y seductor de masas, y nos descubre al "hombre solitario y maniático de la autopromoción", sin apenas convicciones y con el don del oportunismo. "Es un tipo que inspira simpatía y lealtad, pero que nunca devuelve el favor", advierte la periodista. "Puede ser muy amigable, pero rara vez será un amigo".

Purnell indaga en las contradicciones de Boris, las que no vemos y no vemos. La vehemencia y la pasión son los dos rasgos que saltan a la vista. Eso y su incorregible sentido del humor, reprimido este jueves en el papel más serio del nuevo Boris, que para este otoño nos tiene preparada otra sorpresa: su biografía de William Shakespeare, tras el éxito arrollador de 'El Factor Churchill'. To be or not to be? (Carlos Fresneda / El Mundo/BBC)