miércoles, 25 de mayo de 2016

mayo 25, 2016
Carlos Loret de Mola Álvarez / Historias de reportero

Ya es lugar común decir que Andrés Manuel López Obrador es el político que mejor ha capitalizado la debacle del sexenio del presidente Enrique Peña Nieto. El líder del partido Morena ha acudido al popular “se los dije” para recordar que él denunció la corrupción priísta antes que nadie y advirtió que todo se vendría abajo por ello.

Es muy aceptado que las elecciones se definen por el bolsillo. Esta teoría se publicita en la famosa frase de “es la economía, estúpido” de la exitosa campaña presidencial de Bill Clinton contra George Bush padre.

Sin embargo, pienso que cada vez más en el mundo el de “es la corrupción, estúpido” es el más efectivo consejo para triunfar en las urnas. Ha sucedido en un sinnúmero de naciones y ya lo experimentó el año pasado nuestro país: los gobiernos acusados de corrupción fueron castigados en las urnas: perdieron el PAN de Guillermo Padrés en Sinaloa, el PRI de Rodrigo Medina en Nuevo León, el PRD herencia de Marcelo Ebrard en la Ciudad de México.

López Obrador el domingo en Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo, apoyando al candidato de Morena, José Luis Pech.

Considero que en 11 días se va a repetir la dosis. Estarán en juego otras entidades con gobernadores que han sido señalados de las mismas irregularidades: Veracruz de Javier Duarte, Quintana Roo de Roberto Borge, Tamaulipas de Egidio Torre, Eugenio Hernández y Tomás Yarrington, y pisándoles los talones Oaxaca de Gabino Cué, Chihuahua de César Duarte, Puebla de Rafael Moreno Valle, entre otros.

Hoy, en la arena del análisis, muchos se preguntan si el PRI va a ganar nueve gubernaturas como vaticinó su dirigente Manlio Fabio Beltrones, que apuesta su propia aspiración presidencial; si el PAN podrá robarle al PRI Veracruz o Tamaulipas, y conservar Puebla, reforzando los anhelos de su dirigente Ricardo Anaya y su gobernador Moreno Valle; cómo les irá a los “independientes”; si el PRD va a sobrevivir…

Pero por encima de todo, aventurándome a un pulso de los resultados, Morena va a ser la noticia.

Morena, un partido que nació hace menos de dos años, que se supone “partido chico”, ya no debe ser considerado así.

Primero, porque su candidato presidencial al 2018, Andrés Manuel López Obrador, es el mejor posicionado en las encuestas. Para todos los suspirantes, es el enemigo a vencer.

Incluso el presidente Peña Nieto ha enfocado sus baterías contra él: desde declaraciones que alertan sobre los peligros del populismo aludiendo al tabasqueño sin mencionarlo por su nombre, hasta intentos de minar su base natural de simpatizantes al impulsar los matrimonios igualitarios.

Segundo, porque en cualquier encuesta, Morena es la tercera fuerza política con más adeptos.

Tercero, porque tiene posibilidades reales de ganar el 5 de junio Veracruz y Zacatecas.

Veracruz, beneficiándose de la sucia riña entre los primos Yunes, y Zacatecas gracias al añejo cacicazgo de los Monreal.

Y cuarto, porque aun cuando no gane esas gubernaturas, sacará muchísimos votos en ambas entidades, que reforzarán la precandidatura de López Obrador.

Claro, a partir del 6 de junio, vendrá la reacción de los demás aspirantes con y sin partido. Ya estaremos viendo.